Carlos Orozco Carrero
Cuenta el corresponsal que los integrantes de la selección de Argentina que jugó contra Bolivia en La Paz se llenaron de Viagra para tener más vigor a la hora de disputar las pelotas en lucha aérea durante todo el partido realizado a más de 3600 metros de altura. Ahora se puede entender por qué los bolivianos saltaban con desconfianza en el cuerpo a cuerpo frente a sus rivales gauchos. Ustedes saben, pantalones cortos y esos sudores en los roces ponen a más de uno al brinco, cariños.
Todavía recordamos con cariño a nuestro amigo José Rafael Colmenares. Muchísimas anécdotas interesantes sobre su relación con el grupo de La Ermita y sus compañeros de trabajo en el Ministerio de Educación tachirense. Hermano de nuestro amigo Chuchito Colmenares, quien se formó como cantante en Tierra y Canto. Rafael no cantaba, pero disfrutaba de lo mejor de la música caribeña con todos nosotros en noches de bohemia profunda. Solidario con todos sus amigos y familiares.
Hemos visto desde lejitos que aprobaron en el parlamento español la utilización de las lenguas euskera, catalán y gallego para los debates en el congreso de la península ibérica. Semejante enredo con las traducciones al castellano oficial. Díganme si aprueban reconocer el habla gocha en nuestro parlamento nacional. Tendríamos que reeditar el Diccionario para el Habla Tachirense del gordo Giomar Caminos. Sonaría hermoso aquello de: -Epa, toche. -Aprueben lo de la vacuna contra el dolor de cuadril y la sacadura de nuches, lobanillos y loras. -No sea pingo, carretico.
Siempre que mis tíos van a una fiesta familiar terminan en una discutidera infernal. Mi tía Pulqueria llega a la casa echando candela y vociferando maldiciones contra el pobre Melquiades. Tía, por qué ese problema con el viejo, le pregunto. En vez de disfrutar de una rumba donde hay comida y algo de bebidas sabrosas para acompañar el baile con música de Billo, Los Blanco y Pastor López, tienen un desespero en este hogar bendito. Y Melquiades sufriendo con ese dolor de porra que ya se le estalla en mil toletes. –Entiéndame usted, carretico, dice la doña. Estábamos bailando un mosaico de la Billos, de esos que canta de vez en cuando el burrito, y este estúpido le comenta al sapo Cosme: -Me toca bailar con la más fea y las piezas más largas, compadre. Yo porque tengo el brazo adolorido por la lavada semanal que tengo que hacer. Posiblemente le hubiese soltado el caldero con la manteca de puerco que tenemos en el fogón para hacer los chicharrones que llevan los sábados al taller de José Mario. -Se salvó por una uñita este viejo repugnante.
El freno de gandola que clavaron a los salarios de los maestros tiene guaya nuevecita. No suelta por ningún lado y todos en una plegaria permanente para que se apiaden de nosotros y poder adquirir comida y medicamentos, colegas.