Humberto González Briceño
Las expresiones maniqueas “izquierda” y “derecha” resultan inexactas y engañosas a la hora de establecer definiciones políticas. Esta clasificación dicotómica es muy popular por su simpleza, pero conduce a muchos equívocos a la hora de los análisis. Casi siempre se termina recurriendo a descripciones ambiguas para decir qué es una cosa u otra, quedando al arbitrio de cada quien una caracterización definitiva.
Una forma de evitar equívocos y confusiones podría ser avanzar hacia definiciones más rigurosas que delimiten qué se entiende por izquierda y que se entiende por derecha. Otra sería darle un contenido más específico a cada posición para al menos saber de lo que se está hablando.
Sin embargo, la política no es un asunto exclusivo de los politólogos sino más bien un campo en el cual participan todos los ciudadanos, cada uno con las ideologías y nematologías que previamente ha adquirido. Nos decantamos por la tesis de aceptar provisionalmente el uso de las etiquetas izquierda y derecha siempre y cuando previamente podamos establecer con precisión qué caracteriza a cada una.
Venezuela, que es un país que ha sufrido la tiranía cultural del llamado pensamiento de izquierda, ha comenzado a ver en los últimos años un aumento de la cantidad de ciudadanos de diversa condición social que se autodenominan como de derecha. Esto hasta cierto punto resulta sorprendente en ámbitos donde se ha satanizado a la derecha por burguesa y se ha impuesto la izquierda por popular.
Una manera de explicar el gran número de personas que hoy parecen dispuestas a desafiar el estereotipo cultural de la izquierda es precisamente por el dramático y estruendoso fracaso del chavismo en el poder. La llamada Revolución Bolivariana ha destruido a Venezuela en nombre del socialismo, de la izquierda y lo popular. El efecto político ha sido tan demoledor que hoy podemos encontrar personas en zonas humildes, no adineradas, y en los más apartados rincones de Venezuela que se definen como de derecha. Es algo así como querer ser todo lo opuesto al chavismo, y si es la derecha entonces somos eso, la derecha.
La mayoría de los políticos venezolanos que aún creen que la grave crisis de Venezuela se resolverá en un torneo de simpatía y popularidad evitan atacar al chavismo por ser de izquierda y más bien se presentan como más izquierdistas que los chavistas o reivindicándose como auténticos socialistas a diferencia de los chavistas. La intención parece ser tratar de atraer apoyos de quienes aún hoy se declaran como “chavistas de pueblo». Para no alinearlos se fabrica un discurso de centro, centro izquierda o inclusive de centro derecha y lograr el apoyo.
Ninguno de quienes participan en el torneo electoral quiere presentarse hoy como de derecha, aunque en el pasado lo hayan hecho. Para aumentar aún más la confusión, han surgido otras combinaciones igualmente vacías de contenido, tales como centro liberal y derecha liberal.
Lo cierto es que hay un inmenso espacio listo para ser capitalizado por la derecha como una opción válida y definida frente al chavismo. Aunque Diosdado Cabello todas las semanas insiste en satanizar a la derecha, mucha gente en Venezuela percibe que a estas alturas nada podría ser peor que el chavismo, ni siquiera la derecha en sus modulaciones más extremas.
Convendría darle un contenido más definido y profundo a esa posición de derecha, más allá de definirse como antichavista. Algunos componentes de ese ideario podrían ser la defensa de la familia, la unión matrimonial entre un hombre y una mujer, rechazo al consumo de drogas con fines recreativos, la defensa de la propiedad privada, la organización de un Estado pequeño y fuerte, la defensa de la soberanía y la integridad territorial frente a enemigos internos y externos, entre otras.
En Venezuela cada día hay más espacio para una derecha política, nacionalista y conservadora de las tradiciones y de la integridad del ser venezolano. Pero lo primero es darle un contenido específico a la etiqueta para no caer en la demagogia y la banalidad.- @humbertotweets