Víctor Matos
En 1962 tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética, provocaron la llamada crisis de los misiles, y aunque siempre habían evitado una confrontación directa armada en su disputa por la supremacía ideológica, se trenzaron durante dos tensas semanas de octubre en una lucha cara a cara que estuvo a punto de hacer estallar la conflagración nuclear que empezó el 14 de octubre del año señalado.
Para la fecha indicada, un avión espía estadounidense detectó un misil balístico soviético en la isla de Cuba a sólo 145 kilómetros de los Estados Unidos lo que exigió como respuesta del presidente John F. Kennedy a la aplicación de un bloqueo a partir del 22 de octubre que se intensificó con la concentración de doscientos mil soldados norteamericanos en La Florida, hasta el 28 de octubre, a cambio de la promesa de que Estados Unidos nunca invadiría Cuba y trasladaría sus propios misiles de Turquía, cuando Kruschev admitió retirar su armamento a pesar de la insistencia de Fidel Castro de seguir adelante con el terrorífico plan.
Para entonces EE.UU. ya estaba informado sobre los numerosos efectivos soviéticos en la zona, unos 43 mil soldados con equipamientos sofisticados. La división de cohetes se dividía en cinco regimientos acompañados por otros cuatro de infantería motorizada. La Fuerza Aérea contaba con un regimiento de caza, unos seis bombarderos ligeros con una bomba atómica por avión de 6 kilotones; dos regimientos de cohetes de cohetes tierra-mar con ojivas nucleares. “Nuestros funcionarios calculaban entre 8 y 10 mil los soviéticos presentes”, reveló el Secretario de Defensa Robert MacNamara.
Fidel Castro estaba dispuesto a ejecutar la macabra maniobra. Kruschev, no. El martes 23 de octubre de 1962 todo estaba listo para el bloqueo estadounidense: “Desarmar, no hundir” es la orden. Los aliados de la OTAN han manifestado de diversas maneras su apoyo al presidente Kennedy y la Organización de Estados Americanos se ha mostrado mayoritariamente favorable a la cuarentena impuesta que contó además con la conformidad de la Organización de las Naciones Unidas.
El mensaje estaba claro: “He ordenado a las fuerzas armadas que se preparen para cualquier eventualidad” dijo Kennedy el 22 de octubre. El mundo se preparaba para la guerra, El presidente proclama el bloqueo. El 28 de octubre de 1962, a cambio de la promesa de que Estados Unidos nunca invadiría Cuba, Kruschev ordena dar marcha atrás, desmantelar los misiles y poner fin a casi dos semanas del conflicto que llenó de estupor al mundo, y que gracias al sentido común de los jefes de las dos potencias más grandes del planeta para entonces que pugnaban en una Guerra Fría no decretada, lograron devolver la paz y la tranquilidad a la humanidad.
El mundo respiró tranquilo, y durmió como nunca ante la sensatez de sus dirigentes. Fueron trece días en que el diablo pretendió reinar sobre los escombros y cadáveres sembrados en la tierra.
Fidel Castro pretendió llevar a cabo la venganza de Cochinos
“Cuando sonrió el hombre, el mundo lo amó. Cuando rió, ¡le tuvo miedo!”.
Fidel Castro, quien dirigió los destinos de Cuba desde 1959 a 2008, es decir al borde del medio siglo, quiso vengarse de la agresión sufrida en la Bahía de Cochinos por grupos armados de la disidencia revolucionaria, originando la ubicación de misiles atómicos en la isla para un futuro ataque a los Estados Unidos.
Al descubrir la inteligencia norteamericana a través de la CIA tal propósito por sus vuelos espías, se logró el enfrentamiento de las dos grandes potencias de entonces en plena Guerra Fría, es decir los Estados Unidos ante la Unión Soviética lo que puso al mundo en vilo, pero al llegar a un acuerdo final de no agresión, el barbudo dictador, se resintió con su par ruso, pues su idea era asestar un duro golpe a los planes de su vecino del norte que empezó con la presidencia de Dwigt Eisenhower y que ejecutó su sucesor John F. Kennedy fracasando en el intento.
De haber logrado su propósito, Fidel Castro, no solo hubiese incendiado la pradera, sino iniciado una guerra nuclear que hubiese acabado con la vida en la tierra, pues la respuesta de uno y otro bando nos hubiese llevado a retroceder a la época del hombre de las cavernas pues conforme al vaticinio de Albert Einstein, la cuarta guerra mundial se haría con piedras y palos.
Felizmente la sensatez salvó a la humanidad y aunque acentuó el desprecio por la vida tanto de Fidel como del Che Guevara, fijó la advertencia del poder del átomo que no ha sido detonado desde que se lanzaran las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en Japón que puso fin a la II Guerra Mundial en agosto de 1945.
Víctor Matos