Regional

Más allá del miedo y la tristeza, el cementerio es un lugar de paz

1 de noviembre de 2023

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Los días 1 y 2 de noviembre, correspondientes al Día de Todos los Santos y Día de los Difuntos, se espera en el Cementerio Municipal de San Cristóbal una afluencia que tal vez supere a la de los últimos años. Este lugar con 166 años de historia, más que un aura siniestra y triste, está envuelta en un clima de infinita tranquilidad. Lo único que ha dado motivo a la aprehensión del visitante y los que ahí acuden “para el último adiós” ha sido la actuación de los “vivos”, que aprovechan cometer allí actos delincuenciales o bochornosos, situación que la actual administración del camposanto asegura ha sido controlada

Freddy Omar Durán

A pesar de su solemne paz de camposanto, en el Cementerio Municipal de San Cristóbal, el cuarto de mayor antigüedad del país con 166 años de historia, se desenvuelve una actividad continua, animada por el personal obrero y administrativo, sus ocasionales visitantes y aquellos que sienten una profunda veneración por las “sagradas ánimas”.

Para hoy, miércoles primero de noviembre, Día de Todos los Santos, y mañana jueves, 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, se espera una afluencia de público tan intensa como las que se habían dado antes de pandemia, aunque algunos piensan no semejante a las de otras épocas, en las que prácticamente esa era la única opción para resguardar los restos de los seres queridos.

Con el pasar de los años, el número de cementerios ha crecido, y también la alternativa de los crematorios ha sido considerada con mayor asuidad por parte de las familias.

Pero a pesar de estas circunstancias, el Cementerio Central de San Cristóbal es un patrimonio cultural, y muchas de sus tumbas tienen, para algunos, un valor arquitectónico; y para otros, un valor místico, así como ser un reservorio de historias.

Héctor Becerra, coordinador del Cementerio Central de San Cristóbal, adelantó que obedeciendo a los lineamientos del alcalde del municipio, Silfredo Zambrano, están garantizadas todas las medidas de seguridad, comodidad e higiene para que los visitantes puedan rendir tributo a sus seres queridos en una fecha muy especial para tal fin.

Pero sin importar si sea esa la única visita que hacen, una vez al año, algunos la posponen por años, o se repita con mayor frecuencia, lo cierto es que la administración de la dependencia municipal insistió en el hecho de que el decoro de las tumbas también recae en las familias de los fallecidos, más allá de que el personal obrero tenga responsabilidades en el desmalezamiento y limpieza del sitio.

“Estamos esperando una asistencia masiva de personas, y ojalá que vengan con la buena voluntad del mantenimiento de sus propiedades. Hay gente que viene a reclamar por la rotura de una pieza de una tumba u otros detalles. La semana pasada vino una señora a la que la abuela se le murió en 1935 y ella quería saber dónde estaba ubicada, para ver si ponía esa tumba a nombre de ella. Son, aproximadamente, 26 mil tumbas, son 6,5 hectáreas ¿Dónde la vamos a encontrar? Esto es del Estado y queremos ayudar, y le hacemos mantenimiento a tumbas de alrededor de un siglo, que ya nadie visita”.

Algunas tumbas apenas cubren su sencillez con el nombre del difunto, una sencilla cruz que se ha salvado de la profanación; otros panteones se destacan como obras artísticas de valor, como la única réplica original y exacta de La Piedad de Miguel Ángel, instalada en el sitio donde reposan los restos mortales de un héroe de la Revolución Liberal Restauradora.

Aunque evidentemente ya el terreno del Cementerio Central de San Cristóbal ha llegado al tope de su capacidad, eso no significa, subrayó Becerra, que la institución municipal en sí haya colapsado, y son muchos los proyectos estudiados por la Alcaldía para irla mejorando, como la construcción de un columbario donde custodiar las cenizas mortuorias, y la proyección del embellecimiento paisajístico y arquitectónico del lugar, en apego a la Ley de Patrimonio Cultural y las leyes ambientales.

Visitar a un ser querido que fue en nuestra vida alguien importante, no dejará de ser algo luctuoso y triste; sin embargo, Becerra considera que el 1 y 2 de noviembre bien vale celebrar que aquellos seres hicieron por un legado, que les valió ser atesorado en el corazón de una persona. Esperando esa masiva asistencia, se ha preparado una logística de la que van a hacer parte los organismos de emergencia y seguridad del estado, en atención a eventualidades.

“Hacemos el llamado a todo el que tenga una propiedad aquí, que vengan y visitan a sus familiares muertos., así sea una vez al año, y que nos colaboren con el mantenimiento, porque no se puede dar abasto para la limpieza de 26 mil tumbas. En materia de seguridad hemos avanzado: Se acabó la fumadera de droga, la brujería, y estamos garantizando con la Policía del Estado, con la Policía Municipal, la seguridad de aquellos que nos visitan tanto adentro del cementerio como afuera. Ese vehículo que no pudo estacionar adentro por falta de espacio, si lo hace afuera se le garantiza su seguridad. Si los trabajadores ven una actitud sospechosa de alguien rondando por acá, lo reportan de inmediato al funcionario policial”.

Orgulloso de su oficio

Unos 15 contratistas, un nombre menos incómodo que otros como “sepulturero”, laboran en el Cementerio Municipal, algunos de ellos con varios años de experiencia; como el caso de Fermín Pérez, que desde los 11 años se involucró con el mismo, acompañando a su padre en tales lides, y en 34 años no le ha perdido la pasión, pues cada día ha obtenido de su trabajo lecciones invaluables.

“Aquí he aprendido que la vida es corta, que cada día hay que vivirlo al máximo, que usted puede saber cuándo sale de su casa, pero no si va a regresar. Siempre es mejor estar en paz con todo. Yo vivo cada día como si fuera el último”.

Comenzó echando pala, lavando tumbas, ejerciendo como maestro de construcción, hasta que su principal tarea ha sido transportar el féretro y depositarlo en su morada final, o después exhumarlos, por algún tipo de requerimiento judicial o por parte del familiar, o para trasladar lo que aún queda del muerto a un restero. En el Cementerio Municipal el primer restero se ubica en la Cruz Mayor, y se hizo necesario construir un segundo, y al casi colapsar éste, se ha proyectado la urgencia de un tercero.

Hay semanas en que perfectamente se pueden realizar cinco o cuatro entierros, así como otras en las que se realizan alrededor de 12; sin embargo, sus recuerdos le indican que años atrás ese promedio se superaba con creces.

Nunca a Fermín Pérez le han asustado los muertos, y se ha sentido más aprehensivo y en peligro en donde abundan los vivos. Él dice que nunca lo han asustado, ni siquiera en sus paseos de vigilante a altas horas de la madrugada, aunque algunos compañeros le han confesado haber presenciado cosas extrañas.

De los difuntos poco tiene que quejarse, mientras que de los vivos a veces ha recibido algo de incomprensión, especialmente cuando estos deciden extender más de lo previsto los actos de sepultura, o se quejan porque no se han enterado del traslado de los despojos a un restero, cuando ya llevan años sin visitar la tumba.

“Aquí hay algo que se llama ‘tierra municipal’ donde el difunto duraba seis y siete años, y ahora cuatro porque hay poco espacio. Uno le dice a la familia que están pendientes. Es un espacio municipal prestado. Si en el día hay muchos entierros, este debe durar alrededor de 40 minutos, y solo se permite más tiempo cuando en el día no hay más programados. La gente no entiende que ya se fue, y no se quieren apartar tan fácil de su ser querido; pero a la final, hay que sepultarlo”.

Ha sido testigo de cómo el dolor de muchas personas se ha apoderado de ellos al punto de llevarlos al desmayo, y también de acontecimientos más bochornosos, ya últimamente no tan frecuentes, como disputas familiares por la herencia.

“He visto entierros donde gritan y se golpean hijos por una casa o un carro; en otros han asistido dos familias formadas en vida aparte por el mismo difunto. Y se han dado unas ‘coñazas’. Hoy en día eso casi no se ve. Cuando alguien se desmaya se llama a la ambulancia para que presten los primeros auxilios”.

Insiste en que así como la gente está pendiente del frente de su casa, deberían atender las tumbas de sus familiares y no esperar luego de una visita que se pospuso por años, reclamar al ver algún deterioro de la tumba.

“La tumba es la última casa, y como propietario de la misma debe estar pendiente con su mantenimiento. Algunos ni la consiguen porque hace como 20 años, desde el entierro, no han venido”.

Fermín Pérez es creyente cristiano. No obstante, para él, ya el alma del difunto se ha ido a rendirle cuentas a Dios, por lo que está convencido que apenas lo que se encierra en la tumba es un cuerpo, una materia, para la cual él siente mucho respeto, igual al que siente por el camposanto.

“Yo siento respeto por ellos, porque fueron personas que se fueron con muchos sueños, con libros que nunca se escribieron, y tantos proyectos que nunca se hicieron realidad”.

Ha visto entierros multitudinarios -recordando más en este sentido, el de Don Rafael Cortés-, el de grandes e importantes personalidades, que igual tuvieron al final que compartir el mismo destino de todos los mortales.

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