Cultura
Cine peruano representa la persecusión del líder de Sendero Luminoso
16 de septiembre de 2017
El thriller policial La hora final, dirigido por el peruano Eduardo Mendoza, se ha estrenado este jueves en Perú, dos días después de que se cumplieran 25 años de la captura de Abimael Guzmán, el profesor universitario que creó Sendero Luminoso. Este grupo subversivo fue responsable del 54% de las víctimas fatales registradas en el país entre 1980 y 2000, durante su guerra contra el Estado para imponer un régimen comunista inspirado en la China de Mao Tse Tung.
El largometraje de 120 minutos se centra en la larga e ingeniosa operación de búsqueda realizada por el Grupo Especial de Inteligencia de la Policía Nacional (GEIN) para dar con el paradero de Guzmán y los miembros de la cúpula del grupo Sendero Luminoso, conocida como Comité Central, destacó El País de España.
La historia relatada por Mendoza comienza en junio de 1989 y concluye el 12 de septiembre de 1992, el día de la captura de Guzmán. El cineasta, reconocido por El evangelio de la carne, ha hecho una apuesta difícil al retratar varios planos de la operación de inteligencia policial. A la vez, aborda los dramas personales de los personajes principales: el agente Carlos Zambrano (que encarna el actor Pietro Sibille) y la agente Gabriela Coronado (a cargo de Nidia Bermejo).
Zambrano vive en continua disputa con su exmujer, que quiere sacar del país al hijo adolescente de ambos y abandonar un país en crisis y destrucción por los continuos atentados terroristas, apagones y los asesinatos de líderes políticos, sociales y activistas cometidos por Sendero Luminoso y las fuerzas del orden. Coronado, es cambio, es una enfermera quechuahablante integrada a la Policía Nacional, donde reparte su tiempo entre sus obligaciones como agente y sus intentos de convencer a su hermano Fidel, de dejar la organización terrorista.
El documental 1509 Operación Victoria mostró en 2011, por primera vez en pantalla, las dificultades que afrontó el Grupo Especial de Inteligencia para capturar a las cabezas de Sendero Luminoso. Esas condiciones son presentadas en La hora final, entre ellas la marginación de los agentes en términos de equipamiento y presupuesto pues no querían reportar los avances de su trabajo al Servicio de Inteligencia Nacional -dirigido por el asesor presidencial Vladimiro Montesinos-, ni al Grupo Colina, un comando de aniquilamiento formado por el Ejército.
Pese al boicot que sufrían por parte del Gobierno de Alberto Fujimori y el poder fáctico, se las ingeniaron para identificar, mediante círculos concéntricos, a los colaboradores de los líderes del grupo subversivo, hasta llegar a la casa donde se escondía la cúpula. Disfrazados de barrenderos, parejas de enamorados, músicos y vendedores, recogían la basura para reconstruir los documentos que los miembros de Sendero Luminoso desechaban. También seguían a los colaboradores que administraban el dinero para sus operaciones.
El filme de Mendoza añade un actor más a este cuadro: el supuesto apoyo de la CIA, con equipamiento de comunicaciones, para a las operaciones de búsqueda Guzmán. El cineasta elaboró la película durante tres años, entrevistó a varios miembros del GEIN y pudo ingresar a un acervo de materiales subversivos -memorabilia, artesanía, cuadros, medallas, libros- que la policía se incautó cada vez que intervenía las casas de Lima donde operaban los terroristas.
El cine contra el olvido
La crisis económica y la espiral de violencia de las décadas 80 y 90 son ejes de la película. Se nota en las dificultades materiales de Zambrano y las tomas de las calles de una Lima deteriorada, y desesperanzada.
La antropóloga Makena Ulfe ha comentado esta semana, a raíz de los 25 años de la llamada «captura del siglo», que “la memoria es un terreno fangoso, de disputas enconadas y también de negacionismo”. La hora final se opone a ese negacionismo. Ha tenido en su estreno 15.000 espectadores, convirtiéndose en el segundo estreno más visto esta semana.