…y los cumplió feliz junto a su familia en su casa de Caneyes
Norma Pérez
Festejar la vida es el lema de María Luisa. Su juventud acumulada, que hace un buen tiempo pasó la cifra centenaria, no fue impedimento para que celebrara rodeada de sus afectos su cumpleaños número 105.
Su casa, ubicada en Caneyes, se vistió de fiesta para recordar el nacimiento de esta mujer, apreciada en su comunidad por su don de gente, amabilidad y caridad cristiana.
María Luisa Hernández de Cáceres nació el 16 de noviembre de 1918, en un hogar muy humilde. De pequeña, recogía leña para reunir dinero y ayudar a su mamá que estaba enferma. Sus familiares dicen que con sus padres, fue una hija excepcional.
“Cuando iba a casarse le dijo a su futuro esposo: ‘Me caso pero me llevo a mis padres’. Y así los tuvo junto a ella hasta el final de sus días”.
Siempre ha vivido en el municipio Guásimos. Contrajo nupcias en la Basílica Nuestra Señora de la Consolación de Táriba el 18 de octubre de 1946 con Josefito Cáceres, quien la acompañó por el transitar de la vida durante más de medio siglo. Falleció en junio de 1998.
De esta unión nacieron cinco hijos: Nerio Francisco, Dignamar, Ana Cleotilde, Gerson Alí y Kerlyn. Tiene diez nietos y cinco bisnietos
Su hija Dignamar la define como una mujer arraigada en la fe católica, cariñosa con sus semejantes, sencilla y con un corazón generoso.
“Mi mamá conserva la alegría que siempre le ha caracterizado. Le encantan las fiestas; cuando la invitaban a un festejo, era la primera en llegar y la última en irse. Pudo hacerlo después de enviudar, porque durante su matrimonio siempre se mantuvo ocupada”.
A la par de sus quehaceres de madre de familia, durante muchos años trabajó en la elaboración de tabacos, hacía mil unidades diariamente. Como tenían cultivos, también se encargaba de llevar la comida a los obreros. “Criaba vacas, cerdos, gallinas, hacía queso y cocinaba exquisito. Por su avanzada edad dejó de hacerlo”.
Las comidas preferidas de María Luisa son sopa de granos, cochino frito, chicharrones y arepas de maíz pilado. Le gustan los pasteles, la chicha andina y de en vez en cuando tomarse unas copas de ponche crema o calentado.
Para sus hijos es una bendición que a pesar de sus muchos años se encuentre bien de salud y lúcida. Así lo demuestra cuando juega dominó, baraja española, bingo y generalmente resulta vencedora.
“Le gusta compartir con todos, es muy afectuosa con quienes la visitan. Es una persona muy feliz, de niños nunca nos castigaba, prefería darnos un consejo. Siempre ha sido humilde, tierna y así se mantiene”.
El día de su cumpleaños, sus amigos de Radio Caneyes hicieron un programa especial en su homenaje. En su hogar, la familia organizó una celebración como las que ella disfruta: adornaron la casa con globos blancos y rosados. En color dorado, el número 105 como testimonio de su longevidad.
A su casa llegaron varias tortas, flores y obsequios para agasajar a María Luisa, que coqueta, y muy arreglada, recibió feliz a sus amistades. A una sola voz, entonaron el cumpleaños, que ella coreó y aplaudió para después apagar la simbólica velita en medio de un ambiente de alegría.
Para sus hijos, nietos y bisnietos, ella es un bastión de fortaleza y ejemplo a seguir. Dignamar lo resume con estas palabras: “La llamo mi ángel guerrero, porque eso es mi mamá: una guerrera”.
El secreto de la longevidad de María Luisa Cáceres está en trabajar, hacer el bien, disfrutar la vida, comer lo que le gusta y ser feliz a toda prueba. Con la gracia de Dios, el próximo año celebrará los 106.