César Pérez Vivas
El festín de Baltasar es el título de una de las obras de arte más conocidas y populares del afamado pintor neerlandés Rembrandt Harmenszoon van Rijn (mejor conocido como Rembrandt), cuadro pintado en 1635 y actualmente exhibido en la Galería Nacional de Londres.
En dicha pintura se refleja la historia del rey Baltasar de Babilonia celebrando un banquete en el que los comensales toman bebidas y comen en cuencos (tasas) y vasos saqueados del templo de Jerusalén por Nabucodonosor, durante la conquista de la capital de los judíos que condujo al sometimiento de Babilonia.
En estos tiempos vivimos un festín parecido al que montó el antiguo Rey de Babilonia. Asistimos a un festín donde los “comensales” disfrutan sus comidas y bebidas con los instrumentos, vale decir con los recursos de la nación venezolana, mal gastados de forma directa o a través de los personajes beneficiados con oscuros negociados.
Ese festín, ahora montado por Nicolás, es la nueva campaña política, en el formato de un referéndum consultivo. Es la oportunidad para que los permanentes invitados de la cúpula roja a sus saraos y encuentros coman, beban y obtengan otros privilegios de las sobras que caen de la mesa del todopoderoso convocante.
Unos pocos disfrutan de los dineros públicos a manos llenas, como ejemplo CADIVI y el caso Tarek-PDVSA. Otros se deleitan con los abundantes platillos ofrecidos, o con el desbordante escoses que liban en sus saraos, mientras millones de compatriotas mueren de hambre y de mengua a las puertas de nuestros hospitales, por falta de atención y de medicamentos.
No otra cosa se puede decir de lo que hemos visto en estos días de intensa campaña, con el grotesco derroche de recursos, en los círculos conspicuos de la cúpula roja y con los mismos personajes, que en cada oportunidad están presentes en el besa manos y en la felicitación a la dictadura.
Así lo vimos en un evento en el Teatro Teresa Carreño el pasado martes 7 de noviembre. El afán por tomar la mano de nuestro “Rey Baltasar”, por ofrecerle su comentario a los oídos, por sacarse el selfie de rigor, no deja lugar a dudas de la abundante corte de felicitadores que viven de estos eventos, más sofisticados que los descritos por Pio Gil, en su clásica obra, contenedora de la descripción de la sociedad venezolana de comienzos del pasado siglo.
Lo hemos también visto, en todo su esplendor, en el show instalando a las puertas del CNE, donde los mismos personajes se presentan, usando los colores y símbolos de los partidos secuestrados, o las nuevas franquicias establecidas, a