Néstor Melani-Orozco
Entre una pintura dadaísta de Aníbal Denis estaba el maravilloso señor del Teatro. Mientras muy adentro de las fuerzas se abría el telón del Liceo Simón Bolívar de aquella San Cristóbal profana, como si de los secretos de las cartas existencialistas de Albert Camus se detuviesen los aprendidos en los misterios del lenguaje de las manos. Como tímpanos en las fuerzas de una academia hacedora de actores. Yo era muy joven e iba aspirando lograr ingresar a la Escuela de Bellas Artes. Donde de realidades dictaba clases de arte el pintor fauvista más grande que haya conocido en nuestro estado, el eterno holandés: Jacobo Stiman.
Mientras entre momentos de rebeldías Orlando Cárdenas describía a Eugenio de Ionesco para adueñarse del dramatismo de lo absurdo y caminar en el acto épico, narrando sus vivencias desde Juana Sujo hasta lo elocuente del mundo de Ricardo Acosta. Mientras en la carrera décima, muy cercana a la casa, al Palacio de los Leones, se discutían los movimientos de las vanguardias en el cenáculo de «La Cueva Pictolírica» y como una vieja oración allí se iniciaba Agustín Guerrero y Pablo Mora describía los horarios infinitos de más inmensa palabra poética. Y desde el rumor de las historias, Ilia Rivas de Pacheco poseía los deseos de ser gestora cultural de la ciudad del poeta Rafael Guerrero. Y Elbano Méndez Osuna se marchaba herido, muy después de fundar la escuela de los oficios artísticos. Y más del venir desde Chile de ser ayudante del gigante muralista mexicano David Alfaro Siqueiros.
¿Nadie dijo de aquellos espacios circulantes de la San Cristóbal de la Discoteca «Cosmos» que decoró Raúl Sánchez para marcharse a Roma? Y dejarle un poder a un consorcio abogado sin saber de los sentimientos, y este, hoy perdido y moribundo en un ancianato. Y desde los sabores las uvas del obispo y de la bermeja; el agua bendita para lavarse los pecados entre cartas infinitas y de saberes como Alirio Pérez componía «El Bachiller» y Juan Ferrer Roig bajaba de los cielos, las marmolinas para el Ángel gigante de la iglesia Dominica. Porque Belkis Candiales se proponía viajar a Florencia, en Italia para convertirse en magíster de las artes. Todo revestido de retratos, con lo hermoso y puesto, donde la ciudad no entendía la pureza del maestro hacedor verdadero del Teatro, entre las voces eternas y las proclamaciones del misterio descrito en las figuras de un escenario. Quizás de ignorantes que aún se quedaron en los otros libros que venían de los prohibidos figurines y dominios de políticos sin debidos valores conscientes, y como prelados amarrados a las sotanas de las profanaciones se envolvía de creyentes asustados por los ideales que reclamaba el arte dramático. Lo vi desde mis primeros actos describiéndole «La Mujer de las Manos Cortadas» de Teodoro Gutiérrez Calderón para que Hugo Baptista me entendiera todos mis significados y después descubrir como José José Laurencio Zambrano se envolvió en lo inmaterial a los códigos surrealistas para narrarnos las vidas de ser actor en la casa de Morelani. Y revivir las letras en «Sus Cucarachas Azules». Pasaron los años, nos vestimos de gigantescos murales y vimos a los poetas llorar las existencias. Desde las noches de Otelo hasta los delirios de Quevedo. Fue de venir un día de tantos después a mi casa solar de Antonio Rojas y hacerme testimonios desde Orlando Cárdenas caminando por La Habana, viendo del mármol del teatro de Bellas Artes de México y descifrando al «Popule Meus» en la heredad infinita del mundo maya y en Cartagena devolviéndose en Caracas a la figura grande del ideario dramático del arte. Junto a Cabrujas, Chocrón y su eterno confidente Román Chalbaud. En la presencia de Rafael Briceño. De decirlo en «Manuelote» de César Rengifo y aparecer en los testimonios del español Alberto Albenteros. Entre la Rosa Roja y la revolución cuando hizo teatro con el poeta Hugo Chávez en el espacioso auditorio de la Academia Militar de Fuerte Tiuna. Un día Anery Vivas me invitó a dialogar sobre Gaudencio Gallardo Vega, el magnífico chileno amigo de Pablo Neruda, quien había sido profesor de Literatura en el Liceo Militar Jáuregui de la otra Grita. Fue de inmemorable presencia entender los espacios del teatro, pues para ese momento ya yo había escrito mi obra número 97, para «El Militante Rojo». Y junto a Nelly Garzón Montañez, montando escenografías, mientras con Danilo Chacón de hablar del maestro Cárdenas e irme en las puntualidades de Freddy Pereyra para entender como los sonidos de las multitudes en las mil voces en un solo acto. Entre los escenarios de Leonel Duran haciendo del Ateneo del Táchira entre figuras Dalilianas y los hechos de dibujante. Para memorizar junto a José Antonio Pulido y entender la ilustración de Luis Aparicio… Ayer 16 de noviembre 2023 me enteré de la ceremonia al maestro y profesor Orlando Cárdenas en la Casa se los alemanes, frente a la Plaza Bolívar de la Ciudad de la Cordialidad. Fue saber estar en los tantos aplausos. Y espiritualmente comprender sus dolores y reír con él como si fuera «Garrit». Desde la verdad por la cinta tricolor de Miranda y estrechar las manos y los abrazos por el siempre mentor de las ideas para el gran Teatro Nacional y entender como de grandes valores este sentido es y será un ejemplo para los hijos del Táchira.
*Artista Nacional. *Premio Internacional de Dibujo Joan Miró 1987. Barcelona. España. *Cronista de La Grita. *Maestro Honorario. *Doctor en Arte. *Premio Nacional del Libro 2021. *Honrado con un Salón en su honor en la Gobernación del Táchira. 2022. *La Feria Internacional del Libro 2023 fue en su homenaje, a su labor de escritor y dramaturgo.