Eduardo Marapacuto
Ya no es solamente el descuido de la formación ideológica lo que causa los retrocesos y fracasos de los proyectos progresistas y revolucionarios en América Latina, también está el de no anclarse, ni acoplarse ni definirse en el espectro político donde corresponde. Querer aparentar y a la vez pretender que se está afuera, o más allá o más acá del espectro político derecha-izquierda, o que no se está ni con una ni con otra corriente ideológica, es un crasso error, por no decir un garrafal error.
En política hay que estar bien claro a que espectro político se pertenece o se quiere pertenecer; es decir, hay que definirse con la más clara y definida claridad, porque irse por los atajos o quedarse en las medias tintas o en las medias aguas de corrientes tibias es muestra de una gran debilidad política, incluso una debilidad existencial que no permite avanzar y cuando lo queremos intentar ya no hay tiempo ni para los suspiros ni para los arrepentimientos, porque después de esos claroscuros y de aguas de corriente tibia, viene el tsunami neofascista de la extrema derecha que nos arrasa, tal como ha ocurrido en Argentina y como pudiera ocurrir en otros países de la región, donde corre el agua tibia pareja, y donde por conveniencia de unos pocos, a cada rato se están cambiando los códigos y los símbolos para simular y para que no se les tilde ni de revolucionarios ni de progresistas, sino de medias tintas, de medias aguas o sea tibios.
De verdad, no nos quedemos en la comodidad de la estructura tibia, insulsa, lánguida, esa que se muestra petrificada en las moléculas de hidrogeno pero que no se oxigena y anda respirando y gobernado con dificultades. Hay que tener cuidado con esos síntomas y no andar en esas corrientes de agua tibia, para que no ocurra lo que acaba de ocurrir en Argentina, lo que ocurrió en Chile y otros países de América Latina, que no se han atrevido a cruzar la frontera del espectro político verdadero, porque les da miedo. No se puede andar de apariencias, o se es de izquierda o se es de derecha; pero no pueden haber por allí revoluciones tibias que ni para guarapo sirven.
En el caso de Argentina, más que hacia lo desconocido, acaban de dar el salto hacia el vacío de los abismos, donde las consecuencias no se curarán ni siquiera con los estornudos ni los arrepentimientos. Sabemos cómo actúa la derecha y peor aún, también sabemos cómo gobierna la extrema derecha. No queda sino mirar por la ventana de los tiempos y ver el actuar de ese tal Milei que, más que un político salido de los hornos del neofascismo, parece un orate que va a jugar y a gobernar en su locura sideral, pero que ese juego y esa locura serán un duro golpe para toda la región latinoamericana; por eso no hay que descuidarse aquí en Venezuela, porque por allí anda y desanda la sayona, queriendo heredar el legado de Guaidó, el traidor más grande que ha parido la tierra y que siempre llevará la marca de un miserable ser humano. Hay que estar alertas, porque pueblo que no hace la revolución la extrema derecha se aprovecha de la ocasión.
Nosotros estamos obligados a defender esta Patria y seguir por las sendas trazadas por el destino. Ni medias tintas ni medias aguas, sino chavistas y más revolucionarios y revolucionarias que nunca, siguiendo el pensamiento de Bolívar y defendiendo el legado de Hugo Chávez. Los desafíos que tenemos por delante tenemos que enfrentarlos con coraje y valentía, porque la victoria es nuestra. Qué así sea!
Politólogo, MSc. en Ciencias Políticas.
Investigador RISDI-Táchira