Víctor Matos
Ni la juventud sabe lo que pierde, ni la vejez puede lo que sabe, reza un antiguo proverbio. Para otros, la tragedia de la ancianidad no es ser viejo sino haber sido joven, pues se cree que para el viejo el tiempo no avanza sino simplemente gira en un ritornelo sin fin.
Antiguamente, llegar a la edad de adulto mayor, era un privilegio. En las tribus, se convertían en los maestros y asesores de las nuevas generaciones, en el ejemplo de lo vivido, en la experiencia de los yerros y aciertos aplicados y sobre todo en el respeto de parte de los jóvenes.
Los testimonios abundan, pues hasta la Biblia señala que Matusalén vivió 969 años y que Noé murió a los 950 años, es decir que antes se vivía por más tiempo de lo que hoy se sabe.
Actualmente, se conoce que el Japón es el país que alberga a mayor cantidad de personas que han superado los 100 años, se calcula en un número de noventa y seis mil y que en Sudamérica, existe una población, Vilcabamba, en Ecuador, en donde sus habitantes son los más longevos de esta parte del planeta.
Desgraciadamente en el mundo moderno del siglo XXI, son los viejos los más abandonados y entre nosotros, los más olvidados; depositados en asilos que no cuentan ni con el presupuesto para alimentarlos y con una política social que les otorga apenas 4 dólares mensuales a los pensionados y exiguas cantidades a los jubilados que no les alcanza ni para las medicinas de los que sobrepasan la tercera edad.
Pero el constante aumento del número de las personas ancianas en el mundo, es una realidad que ha movido a la ciencia buscar las fórmulas para extender su tiempo de vida e inclusive estudiar su inmortalidad, esperando que sea con salud y calidad de existencia que al parecer se han olvidado en los países en vías de desarrollo que incluso olvidan a sus mayores, no les dan oportunidad de servir con sus experiencias al progreso, y que lo arrinconan en el pasado como si no existieran.
Pero hay países en donde se piensa diferente, pues se busca otorgar a los ancianos una mayor seguridad vital y social, atendiendo su salud física y mental para que su final sea de lo más tranquilo y en paz.
Los biólogos han adoptado el criterio cronológico, sosteniendo que una vez terminada la edad evolutiva, hacia los 25 años, comienzan los procesos involutivos que caracterizan el envejecimiento, señalando que es a partir de los 60 años cuando en realidad empieza la vejez, los achaques del tiempo transcurrido, la necesidad de vitaminas y auxilios neurológicos y psicológicos para su normal desenvolvimiento, todo acorde con políticas sociales efectivas que permitan el nutrirse del tiempo experimentado, y no arrojado a la urna del olvido que es lo que ha marcado la diferencia de los viejos del Viejo Mundo (valga la redundancia) y el sacarlo de la actividad sin compensación en los países menos afortunados que impide nutrirse de sus viejos, queridos viejos, que tienen mucho que brindar hasta el final de su existencia.
En Venezuela, contamos, sobre todo en la región de los Andes, con numerosas personas que sobrepasan los 90 años con pleno dominio de sus facultades psíquicas y biológicas, sin que tengan que ser internados en institutos especiales de atención, que para muchos países subdesarrollados es una carga demasiado onerosa.
Tachirense, el hombre más viejo del mundo
El Tío Juan, nació el 27 de mayo de 1909. Su nombre es Juan Vicente Pérez Mora y este 2023 celebró a lo grande los 114 años de existencia. Vino al mundo en San José de Bolívar, y ha sido certificado como Récord Guinness de longevidad a nivel mundial.
Feliz, alegre, contento, rodeado de familiares y vecinos, transcurre el día a día de este tachirense quien por más de medio siglo se dedicó a labores del campo, siendo un reconocido trabajador agrario que ha visto pasar más de un siglo con más generaciones que ningún otro hombre hasta la fecha.
Se casó con Ediofina García, con quien estuvo hasta la hora de su fallecimiento hace 36 años, luego de una unión que duró 60 años y que le dio a la familia la dicha de procrear once hijos.
Actualmente, envuelto en el asombro de los pobladores de su sector, en plena lucidez mental y con un espíritu envidiable frente a la vida, disfruta la llegada, además de sus vástagos, de dieciocho nietos, cuarenta y un bisnietos y doce tataranietos, y cuando lo visitan, llena de memoria y alegría a este hombre ejemplo de senectud en la región, el país y el mundo.
Su aniversario más que centenario, sirvió de algarabía colectiva, y en medio de la felicidad y la esperanza, además de cantarle el Cumpleaños feliz, se hicieron votos porque siga en su designio vital que Dios le ha permitido mantenerse con salud y mirada altiva, en donde no le falta la permanente sonrisa de bienestar de estar en la tierra por la gracia de Dios, durante tanto tiempo. (Víctor Matos)