Carlos Casanova Leal
Y es ahí donde los ciudadanos de una misma comunidad ejercemos la vida en valores que nos caracterizan: la interacción, solidaridad y cooperación para con el que más necesita es la identidad que le da cohesión social al actuar de forma altruista, y esto es una buena noticia, ya que el desarrollo de la sociedad depende de esta valoración.
Este es mi balance de lo vivido estos días y todo el año que ya vamos despidiendo, los días del renacimiento de Jesús es propicio como navidad para escribir de este tema y de cómo los venezolanos estamos insertos.
Esa actitud altruista de ciudadanos y organizaciones sociales de ayudar a los demás sin esperar nada a cambio, nos conduce al reconocimiento del otro, a la empatía, a la generosidad y a la bondad, estos hechos nos hacen ser mejores personas y mejores ciudadanos. Con ello aumentamos nuestra autoestima, fortalecemos nuestros vínculos sociales, despertando nuestra gratitud mirando a los ojos del otro y reconociéndolo como un igual a mí, como venezolano en las mismas circunstancias por las que atravesamos, solo que más unidos.
Hoy cuando los católicos en el mundo somos perseguidos, no podemos hacer nada distinto a profundizar nuestra espiritualidad como dimensión humana que busca el sentido trascendente en conexión y propósito, con ello la paz, la felicidad y armonía interior.
Al fomentar la gratitud en las personas, les ayudamos a encontrar confianza, invitándolos intuitivamente a la reciprocidad conectándonos en la práctica espiritual que es más grande que nosotros mismos, haciendo su obra de forma invisible.
Y es ahí cuando somos parte de un plan, el plan divino, siendo luz para disipar las sombras por donde caminemos, sin temor.
He compartido con jóvenes, mujeres y hombres de distintas edades en el cumplimiento de actividades altruistas, pero veo y leo lo que muchos otros grupos van haciendo en estos tiempos donde una mano hay que extenderla a tantos que la necesitan, y veo el esfuerzo y el orgullo que da la satisfacción de los resultados.
Estas personas que no tienen y dan tiempo del que tienen para ayudar a otros, del que tiene y da un poquito de lo poquito o mucho que pueda tener, de la disposición. Saliendo de una jornada dura de trabajo social con mi esposa e hijo menor, admirada por las personas con las que compartimos este trabajo, me decía: “Admiro tanto a estas personas que trabajan sin esperar nada y que su satisfacción es dar, que seguro estoy, si pecados tienen, ya están borrados”.
Y es así, cada plano de existencia tiene su luz, su vibración y su conciencia.
Mi respeto, admiración y aplauso por los grupos de Cáritas parroquiales, los grupos scouts, a los rotarios, a los clubes de leones, a los voluntariados universitarios, a las organizaciones sociales, a organizaciones que procuran la formación ciudadana y empoderamiento.
A los que hacen posible que los niños de Venezuela les brillen sus ojitos, a los que hacen posible que las personas de la tercera edad tengan cena de navidad, a aquellas personas que desde su individualidad visitan al vecino para compartir frente a la ausencia de la familia en éxodo, al que da las gracias, al que ofrece la bendición.
A Dios lo he visto en las calles, en cada acción de cada día de estos jóvenes, mujeres y hombres, en cada abrazo y agradecimiento, en la esperanza de volver por estos lados.
Estoy muy orgulloso de ustedes sabiendo que Venezuela existe en el tejido social de lo que somos, pasado el tiempo de la oscuridad y con la luz seremos una mejor sociedad de la que hoy somos.
Nunca dudes de la existencia de Dios, que está en cada uno de nosotros.