Lisbeth Medina, madre de Yeferson Ortiz, no pierde la esperanza de volver a ver a su hijo. Hace casi tres años que desapareció, pero su corazón le dice que está vivo, por eso no para de buscarlo. Ruega para que quien lo haya visto, le dé información sobre su paradero. «Yo vivo un tormento todos los días desde que él desapareció».
Jhoana Suárez
El 6 de febrero de 2021, el ciudadano venezolano Yeferson Gregorio Ortiz Medina, de 23 años de edad, desapareció en Buenaventura, Cali, Colombia. Lisbeth, su madre, no ha cesado en su búsqueda, pero pese a los esfuerzos no ha obtenido una sola pista sobre su paradero.
Lisbeth, quien reside actualmente en Punto Fijo, estado Falcón, no ha perdido la fe. Despierta cada día, desde hace casi tres años, con la esperanza de que ese día tendrá alguna noticia sobre su hijo menor.
Yeferson había partido a Colombia, buscando, al igual que todos los venezolanos, una mejor calidad de vida. Actualmente vivía con sus tíos, hermanos de Lisbeth, y trabajaba en un negocio de comida rápida. Ese 6 de febrero salió de casa de sus tíos en una moto que había comprado recientemente. Desde ese momento, perdió todo contacto con su familia.
«Mis hermanos lo buscaron y lo buscaron y en vista de que no aparecía, regresaron a Venezuela. Yo no he podido ir hasta Cali, porque no tengo dinero, pero la búsqueda que emprendieron allá no dio ningún resultado y yo vivo desesperada», añadió.
El día que Yeferson salió de su casa, llevaba puesto un pantalón jean con un buzo gris y botas deportivas. Lisbeth cuenta que ha tenido la ayuda de la Cruz Roja Internacional y la Fundación Progresar, que les ayudó con la denuncia, porque no se había podido colocar la denuncia.
Yeferson, contó Lisbeth, tiene una niña que hoy día tiene 8 añitos, la tuvo con él un año en Cali, luego la madre decidió irse a Ecuador y se la llevó con ella. Mencionó que su hijo a los 18 años decidió irse a Cúcuta a trabajar, buscando sacar a su hija adelante. Allí estuvo dos años trabajando como zapatero en una fábrica. Luego decidió viajar a Cali con un primo y allá comenzó a trabajar como vendedor ambulante en una franquicia de comida rápida.
«Cuando cae la pandemia él queda desempleado y es cuando comienza a trabajar con mis hermanos que tenían puestos de comida rápida. Cuando él desaparece lo buscan mucho, pero nadie vio nada, nadie dijo nada, era como si se lo hubiese tragado la tierra», dijo.
Hoy día, la pequeña hija de Yeferson vive con Lisbeth, su madre no puede tenerla y ella ha decidido encargarse de la pequeña. «Mi hijo amaba a su hija, incluso él se va del país buscando una mejor calidad de vida para ella. Yo nunca quise que él se fuera, después que se fue regresó por el cumpleaños de su hija y de ahí se volvió a ir y nunca más regresó. Yo volví a verlo antes de su desaparición en Cúcuta», agregó.
Angustia y dolor
Recordó Lisbeth que Yeferson siempre estuvo muy pendiente de ellos, les mandaba dinero cada quincena, incluso él se llevó a sus hermanos para Cali. «Ese 6 de febrero, cuando desapareció, él había hablado conmigo a las 9 de la mañana, diciéndome que me había enviado el dinero de la comida, pero nunca pensé que algo así le fuera a pasar a mi muchacho y hoy fuera a tener este dolor, esta angustia y este desespero de no saber si está vivo, si está bien, si está comiendo, si está en la calle, es un tormento que vivo día a día», mencionó antes de romper en llanto.
Para Lisbeth es muy difícil moverse hasta Cali, sobre todo porque allá no conoce a nadie ni siquiera sabe dónde buscar. «Es muy triste para una madre enfrentar esto, lo que me queda es encomendarlo todos los días a Dios y recordar a las autoridades que hay un joven desaparecido y que una madre lo espera en casa».
Lisbeth, al igual que decenas de madres venezolanas, aguardan por el regreso de sus seres queridos. Insisten en hacer el llamado a las autoridades de Venezuela y Colombia para que presten atención a sus casos, que no dejen de buscar, porque ellas no perderán la esperanza de hallarlos.