Reportajes y Especiales

Un mercado de amor y solidaridad

29 de diciembre de 2023

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Freddy Durán
Fotos: Tulia Buriticá

 


Cada viernes, un milagro de solidaridad ocurre muy cerca del solemne edificio del antiguo Alberto Adriani sobre la carrera 8, en pleno centro de San Cristóbal.
Tal vez muchos paseantes circunstanciales no entiendan la aglomeración de personas, especialmente de la tercera edad, en ese lugar, muchas de las cuales como fuere, ya sea con bastón o caminadora, se hacían de cualquier medio para arribar a la sede del Instituto de la Caridad Universal en el Centro de San Cristóbal; mientras otras disponían de sus “carritos”, pues el combo que recibían pesaba alrededor de los 9 kilos, que van a tener que acarrear hasta sus hogares por ellos mismos, sin la compañía o la fuerza física para asumir tal transporte.
A ese grupo previamente se le ha asignado para esa semana la entrega de un gran paquete contentivo de frutas, verduras, y todo aquello que sea posible agregar para una alimentación digna, a donde un plato diario constituye una hazaña.
Desde la pandemia del 2020 se ha emprendido esa cruzada por los más necesitados, y en la cual se involucran alrededor de 15 voluntarios, quienes le dedican medio día, y a veces un poco más, si se requiere el traslado de la ayuda a otros sitios, como por ejemplo la Casa Hogar Medarda Piñero.

Desde temprano

En realidad, la madrugada los sorprende en plena acción humanitaria en el Mercado Mayorista de Táriba recolectando los productos en buen estado que tengan a bien cada comerciante en donarles, para luego proceder, a eso de las nueve de la mañana, entregarse a la no menos agitada labor de distribuir todo en cantidades justas y en su respectiva bolsa, y de ahí a la puerta de la institución para hacer efectivo el donativo cerca del mediodía.
No tener recursos no es la excusa para que ese día no se haga entrega de alrededor de 90 mercados. Hay que contar ante todo con voluntad para tocar corazones, y ánimos para no desfallecer en la agitada faena que apenas sí da descanso.
De esta manera se alcanzan a donar semanalmente alrededor de 980 kilos, de los cuales 125 kilos se destinan al ancianato.
La alegría de dar no solo es el motor de la actividad, también se requiere la garantía de que se va a realizar la misma con la mayor eficiencia posible.
— Cuando se inició la pandemia estábamos en una crisis bastante fuerte, y al ver tanta gente en necesidad, pensamos cómo podíamos ayudar y nos fuimos a los mercados. En un principio íbamos al mercado Pequeños Comerciantes, al de La Ermita y de los Mayoristas de Táriba, pero nos concentramos en este último, por cuestiones de accesibilidad, traslado y de que allí han sido bastante generosos, confían en nosotros y saben lo que estamos haciendo — explicó Jenny Mongui Vera, secretaria del ICU.
Para los voluntarios, en un variado espectro generacional, la principal recompensa radica en el crecimiento personal que se adquiere al ser filantrópico, y al nacer espontáneamente del corazón, con entusiasmo, el misericordioso gesto, nadie para en mientes en cansancios.
— Es una actividad muy loable, maravillosa, donde no solo se puede servir a alguien, ya que se crece con ella. Usted ve que muchos son ancianos, personas de bajos recursos. Hay una simbiosis de los valores humanos. Todo es lindo y uno cree que se está ayudando; pero en realidad a quien más se está ayudando es a uno mismo. Esto para mí termina siendo una especie de terapia en la que se involucra la alegría, y se respira por doquier el compañerismo. Son medicinas para el alma que nutren — subrayó Olga Lucia Cepeda, quien puntualmente se incorpora cada viernes al voluntariado.
En esta opinión coincide Domingo Quintero, quien además agregó que se necesita un don personal muy profundo, para ocuparse del más necesitado:
“Esta labor lo sensibiliza a uno y tratas de buscar en ti ese principio tan fundamental como es la ayuda al prójimo. Esto es una vocación de servir, y por eso nos dedicamos a ella”.
Se trata de una cualidad humana para ser generosos, y más importante que ésta, la de convencer a otros para que lo sean. Cierto es que el gran aporte de ciudadanos más pudientes resulta importante, pero en realidad sumando de a poco mucho se alcanza.
— No a todas las personas les anima el valor innato de ayudar, el principio del altruismo. Uno ve la necesidad, y de inmediato quieres hacer algo. ¿Qué hacíamos si no teníamos los recursos? Resolvimos presentarnos a las personas que tienen algún negocio o personas de buen corazón y les comentamos el trabajo, qué hacemos, y ellos colaboraron. Lo que nos dan, bien sea alimentos o alguna monedita, está bien. Si alguien ayuda económicamente, lo recibimos; no obstante, no hay ninguna intención de lucro en lo que hacemos como parte de una asociación civil de carácter internacional -la ICUSAW- se levantan informes detallados de lo que hacemos — puntualizó Mongui Vera.


Con cada caso estudiado, se atienden semanalmente a los que han sido seleccionados para ese momento, por supuesto, eso implica que se varíe la población beneficiada jornada tras jornada. Hay excepciones para aquellos en los umbrales de pobreza crítica, o de situación médica delicada, además de que con la Casa Hogar Medarda Piñero se cumple con puntualidad semanal.
— Al señor Luis Alviarez, de 67 años, que vive solito por Rancherías, a él le llevamos su paquete. Igual hacemos con la señora Francisca Porras, en Zorca, quien sufre de vértigo y no puede movilizarse hasta acá — agregó Quintero.
La tensión arterial le jugó una mala pasada por 2012 al señor Avil Castillo. Eso lo inhabilitó no solo para seguir con la construcción, en tanto con un cuerpo afectado aún por aquel ACV, las posibilidades de un trabajo decente, más la edad sobre sus hombros, son mínimas. Por eso disponer de una ayuda a él no solo representa solventar algo corporal, pues también importa el ser tomado en cuenta, el ser valorado en su condición.
Mercados, medicinas y útiles
Pero no toda la labor del ICU se concentra exclusivamente en la entrega de mercados, pues desde mucho antes de que esta se institucionalizase hace ya más de tres años, se ha venido prestando especial atención al Hospital Central, donde se han regalado medicinas y se han efectuado “arepazos” para pacientes y sus familiares.
— Cuando la gente dona medicamentos nos dirigimos al Hospital Central y pasamos por las habitaciones, en cada una de la cuales nos dicen “necesitamos tal medicamento”, y si lo tenemos, se lo ofrecemos. Hemos donado también suero fisiológico. También hacemos jornada de arepas, porque a veces la gente llega con todos esos problemas de salud, es lanzada a una cama y sin tener ni cómo almorzar. Para los niños, cuando están iniciando el año escolar pedimos libros, zapatos y lo que podamos darle para su día a día escolar. A los estudiantes con médicos que están en convenio con nosotros se les dan consultas gratuitas — informó Vera.
En este mes de diciembre se llevó a cabo un almuerzo navideño, en el que se entregaron 200 hallacas servidas con ensalada, pan y jugo.
Para cualquier persona que desee dar un grano de arena a la causa, está a disposición el número telefónico 0426-5750855, o puede dirigirse a la sede del ICU en la carrera 8 entre calles 10 y 11.

 

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