Francisco Antonio Barrientos las vivió hace 76 años y algo nos contó para la historia en su libro: Cuentos y tradiciones de mi Táriba querida. Una época para el disfrute, como todas las épocas. Este año, por el barrio Santa Eduviges las reviven.
José Luis Guerrero Sánchez
En todas las comunidades de Venezuela hay tradiciones, costumbres, relatos, historias vividas por las personas antes y durante las fiestas de Navidad y Año Nuevo a lo largo de los años.
El profesor Francisco Antonio Barrientos, quien nació en Táriba, el 26 de noviembre de 1937, hace 86 años, recuerda algunas de éstas como: El Toro de Candela, La Bola de Fuego, que se jugaban y aún se juegan el 24, 30 y/o 31 de diciembre durante la tarde-noche; algunos detalles para la elaboración del pesebre, el colocar un plato en el nacimiento, la asistencia a la misa de Navidad, narrados en su libro: Cuentos y tradiciones de mi Táriba querida.
Táriba es la capital del municipio Cárdenas, al norte de San Cristóbal y al occidente de Caracas. Centro de peregrinación mariana para rendir culto a la Virgen de la Consolación. Comunidad que celebra la feria y fiestas a la Virgen que según los historiadores es la más antigua del país.
50, 60 o 70 años después, El Toro y La Bola de Candela son tradiciones que hoy día reviven en el barrio Santa Eduviges de Táriba. El paso del tiempo deja su huella en la memoria de los vecinos. Los pesebres están en los hogares católicos y el Arbol de Navidad destaca entre los adornos de la temporada navideña.
El Toro de Candela
El Toro de Candela es una tradición en zonas del Táchira. En Táriba, muchos muchachos lo jugaron a mediados de 1947, cuando el autor del libro tenía 10 años.
Era un prisma triangular construido de caña brava. En el ángulo superior frontal se colocaba una caramera de res previamente seleccionada en el transcurso del año. Debía ser grande, de cachos largos y apartados, pitones puntiagudos para colocarles antorchas de trapo impregnadas de gasoil o aceite tártago. En el extremo superior se colocaba una cola de novillo que regalaba algún vendedor de carne. El cuerpo era de trapos viejos, pintados.
Este juego se practicó en las carreras de Táriba por ser planas. Aun no estaban asfaltadas como las vemos hoy. Eran empedradas y a cada lado una cuneta por donde corría una toma de agua limpia. “El toro” era llevado por uno de los muchachos que lo colocaba sobre su cuerpo y embestía a las personas de la calle.
Los gritos de los presentes eran más estridentes cuando “el toro” se dirigía hacia donde se encontraban grupos de muchachas luciendo sus brillantes vestidos de tafetán. Gritos, empujones, tropel, mentadas de madre, formaban parte del juego que era disfrutado por la mayoría de personas. Hoy día, en Táriba se juega. También hay relatos anuales de La Grita donde se mantiene la tradición.
Bola de fuego
Otra diversión similar era la “Bola de fuego”. Consistía en una pelota de trapo impregnada con gasoil y aceite de tártago, que era encendida y al patearla producía un sonido fantasmagórico en medio del fuego. La llama, por la velocidad, parecía la cola de un cometa.
El autor recuerda que todos los muchachos del barrio El Coconito –parte alta de la comunidad- le daban chutazos a la candente esférica, con la mala suerte, que a veces por el susto o falta de veteranía la bola iba a dar a un zaguán de una casa donde el iracundo propietario gritaba un diccionario de improperios a los jugadores.
Narra que, al finalizar el juego, los jugadores mostraban los pantalones tiznados, cabellos chamuscados, vellos quemados en las piernas de los adolescentes que aún no se habían alargado los pantalones, por no tener 18 años.
Misa de Navidad
Después de la diversión, cansados y sudorosos, los muchachos iban a la iglesia a la Misa de Navidad. Recuerda Barrientos que, en 1947, el cura siempre de espalda a los feligreses, decía el ritual en un lenguaje que nadie entendía porque la misa era oficiada en latín. Así fue hasta el año 1969 cuando el papa Pablo VI cambió la manera de celebrar la misa y se hace como la vemos en la actualidad: el párroco está de frente a las personas y se oficia en el idioma local, en este caso en español. La Misa de Navidad y de Fin de Año se mantienen a lo largo de los años.
Al llegar a la casa, se le quitaba el fino pañuelo que cubría al Niño Jesús en el pesebre, porque ya había nacido. Todo hogar tenía un pesebre. No se colocaba el arbolito como lo vemos hoy. Sí había algunos chamizos pintados de blanco.
El nacimiento debía estar terminado, por lo menos, una semana antes de la primera misa de aguinaldo.
Juguetes en el pesebre
Recuerda que en algunos pesebres había juguetes de cuerda como trenes, carruseles, rueda de la fortuna, aviones, payasos, vaqueros, etc. los cuales eran activados de acuerdo a la limosna de los visitantes.
Era costumbre en la mayoría de los hogares colocar un plato en el nacimiento, donde estaba el Niño Jesús, para que el visitante dejara las monedas de ofrenda. El dinero reunido era empleado rigurosamente solo para comprar nuevos implementos para el pesebre del año vigente. En algunos pesebres se mantiene esta costumbre y las personas hacen sus aportes.
Para elaborarlo se usaban cajas, cajones, cubiertos con trapos que simulaban las montañas. Había mucho musgo y guinchos que se buscaba en los bosques. El pesebre iba adquiriendo forma con la gruta o una cueva para el nacimiento. Era de rigor incluir un río, una laguna que en muchos casos se construían con el papel de aluminio de las cajetillas de cigarros. Tradición ver gran profusión de ovejas en dirección hacia la gruta, costumbre que hoy día vemos en muchos pesebres. En el río o laguna había abundantes peces, garzas, ranas, patos de celuloide. Si no se usaba el papel, un espejo simulaba la laguna.
En los campos donde no había electricidad, el pesebre se alumbraba con recipientes hechos de cáscaras o cuencos de naranja agria con aceite de tártago, con una arañita metálica donde se colocaba la mecha, la cual flotaba por tener trozos de corcho en sus extremos.
Son algunas de las historias de este pueblo del estado Táchira. El autor rescata parte de la memoria de las historias de su infancia y de su Táriba querida. Hay nostalgias, hay recuerdos y muchos detalles de esa época ocultos en sus narraciones. Recupera parte de lo perdido, lo que ya no es y que hoy recordamos.
Revivir en Santa Eduviges
De aquellas calles empedradas del centro de Táriba la tradición del Toro de Candela y la Bola de Candela sigue activa en la calle 8, con carrera dos del barrio Santa Eduviges de esta localidad. Los juegos mantienen las mismas características ya narradas, solo ha cambiado que los muchachos adolescentes llevan pantalones largos.
La fiesta popular es el 30 de diciembre. Luego de las seis de la tarde se arma la rumba de calle y generalmente los hombres participan para mover el Toro de Candela por toda la cuadra, persiguiendo a todo a quien consigue a su paso, y luego jugar con la Bola de Candela. Todos los jugadores y observadores tienen que tener mucho cuidado. Es un juego de peligro, de riesgo, por el uso del fuego.
Los vecinos Geomar Chacón, Amilcar Parra, Luis Mora, Manuel Mora, Juan Carlos Duque, Alfon Luna, Lupi Méndez, Delfin Contreras y Eduardo se organizan todos los años para que todos los vecinos disfruten. Son protagonistas de la historia local plasmada en la memoria colectiva de los vecinos y de la historia. Aplausos para todos ellos.
¡Vivan las tradiciones!!Viva el entusiasmo de hombres y mujeres que se mantienen activos para que haya felicidad!¡Viva la vida y la historia que permite dejar huella en el camino! (JLG)