Alfredo Monsalve López
Si nos dedicáramos a evaluar o hacer un balance de lo que es el proceso de enseñanza aprendizaje durante estos últimos años, no sabríamos con certeza hacia dónde se inclinaría la balanza. Es decir, ¿el resultado tendería hacia lo negativo o hacia el deber ser? Me reservo las opiniones que a mi juicio pienso lo que ha ocurrido durante estos largos años. Incluso, décadas. Creo que es justo y necesario que las personas dedicadas a evaluar con seriedad el proceso educacional venezolano, tengan la sindéresis, la discreción o la cordura de informar con objetividad la problemática que está ocurriendo dentro de las instituciones educativas en el país. Llámense del sector público o privadas. Obviamente, deben presentar programas, lineamientos, estrategias sociales y económicas para observar con objetividad, la curva del rendimiento académico en los estudiantes venezolanos.
No voy a detenerme en sacar cuentas de los días de clase que “perdidos” por abrumadores problemas que han ocurrido en nuestra amada Venezuela. Porque entraríamos en protestas por las reivindicaciones de trabajadores, de los estudiantes por una mejor calidad de educación e infraestructura física, multiplicidad de elecciones, fiestas patrias, Semana Santa, carnavales, días festivos por los meses de diciembre, emergencias por las lluvias, la pandemia Covid–19 y la lista de paralización de actividades académicas se pierde de vista. No creo que sea necesario apelar por los números, porque pienso que todos los venezolanos sabemos lo que ha ocurrido y está ocurriendo en el país. Centraré mi opinión en el día a día. En las causas internas del proceso de enseñanza aprendizaje.
Lo que sí considero pertinente manifestar es que me he encontrado con personas profesionales en la docencia, en la medicina, padres o representantes, amigos de algunas Zonas Educativas, que han expresado sus puntos de vistas sobre el acontecer educativo en nuestra nación. En los conversatorios que hemos logrado en las colas de las entidades bancarias, en la barbería, en el supermercado, en la panadería, en el liceo, en la universidad, en fin, donde usted llegue y aborda el tema de la educación venezolana, la tendencia se dirige, por ejemplo, hacia ¿qué hacen los docentes con sus estudiantes durante el proceso con un mísero salario? Usted escucha expresiones como estás: “El docente es quien debe dar ejemplo de puntualidad”. “Los profesores de matemática se creen que lo saben todo”. “Yo retiré a mi hija de la escuela porque la profesora fulana me la trataba mal”. “Donde estudia mi hijo se pierde mucha clase”. “El director nunca está en el liceo”. Obviamente, que hay opiniones a favor del docente. Siempre he dicho que existen las excepciones. Pero, repito, la tendencia es hacia desfavorecer la labor que desempeñan algunos pocos educadores. Claro, son escasas las voces que se escuchan contra estos colegas. Pero, en una inmensa mayoría de personas comentan a vox pópuli: “El docente venezolano es un baluarte, porque a pesar de su ingreso económico, están allí dentro del aula, formando a las nuevas generaciones”. Eso dicen. Y me consta.
Claro está, que con respecto al incumplimiento de algunos docentes en las instituciones educativas, tanto oficiales como privadas, eso ha sido desde hace algunas décadas. Y es muchísimo más notorio en las del sector oficial. Con el respeto que nos merecemos, pero las excepciones son del tamaño del cielo. Y los que incumplen, precisamente es por el bajísimo ingreso salarial que devengan, porque deben dedicarse a otras actividades incluso comerciales, Esta situación anómala, para nadie es un secreto. En síntesis, nuestros docentes deben ser prioridad número uno. Tan sencillo como eso. ¿Y usted qué opina estimado lector? Se abre el debate. Es hora de una profunda reflexión. ¡Feliz año nuevo para todos!