Porfirio Parada
Para el verso los ojos del recuerdo que recién aparece. Palabras todavía no escritas ni vivas, pero el deseo es su fruto. Ha pasado mucho tiempo luego del despecho. Los últimos adioses que, de amargos, ya es viento lejano, del ayer. Antes de intentar escribirte hay un deseo detrás del deseo, sumas acumuladas de ganas, de cercanías, de intimidad. Invento escribirte antes de morir por tocarte. Ya son varias las noches que nos vemos inexplicablemente. Me veo contigo antes de los besos y abrazos, tocar tu mano. Si quiere también le hablo o le escribo de usted, la confianza la pierdo en el lenguaje ordenado. La formalidad y la confianza cuando se expresa. Soy de aquí, usted sabe, pero escribo poemas, me enamoro con la elegancia de algunas palabras llenas de amor.
Nos vamos conociendo sin conocernos realmente. La valentía está en nuestros pensamientos que pronto serán acciones. Intuyo que si nos miramos esta vez, si me acerco con el gesto de un loco enamorado, esta vez si nos podemos unir. Escribo “esta vez” como si ya hubiera existido esta historia, algo que no solo es irreal sino es la fuente misteriosa de todo este escrito para ti. Claro que nos hemos pensado y sentido en otros lenguajes y en otras formas, es lo que se puede presentar cuando uno está vivo y quiere más.
Personas que sin conocerse mucho se han enamorado y han tenido una vida, personas juntas casi toda una vida y luego se olvidan y esfuman una vida de compromisos y documentos firmados, parejas que recién se conocen y se juntan en un solo día y entregan todo hasta el amanecer, entre sábanas, pensamientos y despedidas húmedas. Parejas siempre distantes, los amores cercanos no correspondidos, los reales y los de las novelas. Parejas soñadas, existentes, que nunca se realizan, parejas obligadas, parejas sueltas, equívocas, otras sencillas. Y están estos encuentros, estos destinos y accidentes, donde estamos ahora en algún paisaje paralelo o real, imaginario, donde me sigues leyendo.
Y cuando venga el encuentro que sea de día y de noche, con la luz del sol, y con las sombras nocturnas que deja una pared movida por velas. Vamos a desearnos y entregarnos como somos y siendo otros cuerpos y otros deseos. Si hemos soportado la espera y la frustración, que se rompan las estructuras cuando dos personas al fin se encuentran. Y cuando venga el roce que venga también el olvido de lo escrito, que venga la pasión sin más y penetre las pieles y los labios, que penetre los despechos y los días más solitarios, que venga con la fuerza de su propio ritmo de cosmos, con la razón ilógica de los cuerpos cuando hacen el amor. Que venga y elimine la escritura y el verso, que deje la espalda con su cintura, que valga el agite y el reposo después del orgasmo, el silencio descansando en la entrepierna, que se vea esta vida sonriendo del gozo.
Y con esta realidad escrita, la que me muestras mientras escribo, te desnudo, y te vuelvo a desnudar en la recreación literaria. Mujer, a quien le sigo hablando de usted y le vuelvo a decir usted, no importa si las palabras chocan en los sueños, y en los diálogos entre nosotros. Te ríes y juegas un poco, te burlas de las palabras que uso mientras todo pasa. Me miras jugando la mirada, sigo combinando los usted con los tuteos. Bueno yo también me rio. Vuelves a mí. Con esta previa, con este presente y con este fin te vuelvo a soñar para que seas de nuevo. Nos volvemos a ver, parecemos que nos conociéramos de toda la vida, pero no, ni siquiera nos hemos visto en persona, pero nos reconocemos. En la distancia, nos comenzamos a contemplar, acercándonos, nos miramos cautelosos y vulnerables por las heridas, pero estamos decidido al desnudo, esta es nuestra dicha y tiempo. Aquí somos ahora. El roce comienza por la imaginación.
Porfirio Parada
Lic. Comunicación Social
Presidente de la Fundación Museo de Artes Visuales y del Espacio del Táchira
Locutor de La Nación Radio
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