Opinión

Juan Carlos Onetti

9 de febrero de 2024

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Porfirio Parada

 

Nos estaban entregando los papelitos con los nombres del amigo secreto. Luego pasamos días comiendo chocolates, entre semana, hasta que por fin llegó el día de la entrega de regalos y la pachanga. Eran tiempos de la universidad cuando vivía en Barquisimeto. Me sorprendí por dos cosas: no imaginé que la que me daba, se iba a convertir en mi compañera de estudio y la amiga más cercana que tuve en la universidad (o quizás ya lo sabíamos sin mencionarlo en ese momento) Y segundo, un compañero de la carrera, me dijo en días previos que le escribiera una lista de escritores y poetas, no me dijo razón ni nombres, pero la gente del salón, la más cercana, ya sabía que me atraía la literatura. Agarré una hoja de un cuaderno, la rompí, y escribí como cuatro escritores, entre esos, a Juan Carlos Onetti. Tampoco imaginé que en la noche de la entrega de regalos, en diciembre, mi amiga Anna Ramaglia, me iba a obsequiar Los Adioses, novela del escritor uruguayo publicada en 1954.

Edd Miller fue una de las primeras personas con quien hablé de Juan Carlos Onetti. No me acuerdo quién habló primero del escritor, lo que sí me acuerdo fue que luego de varios meses de esas primeras conversas del mundo literario onettiano, y en un fin de semana bohemio y nocturno, empezó a imitarlo. Edd Miller es poeta, toca la guitarra y el bajo, canta, y es actor. Cuando se transformó de Onetti en el parque, al principio no me di cuenta, solo me reía por joder y pasar el rato, luego lo volví a escuchar y lo vi con sus lentes (Onetti también usaba lentes) iba recreando el personaje real que complementaba con su voz ahora de escritor. Ahora sí con más razón me reía, porque en efecto, reconocía la actuación. Actuaba en una entrevista hecha por el presentador y periodista español Joaquín Soler Serrano en su famoso programa A fondo. En blanco y negro. Onetti en esa entrevista dice que no se acuerda cuando empezó a escribir, pero sí se acuerda que en su infancia, le mentía a su mamá y familiares, sobre cuentos que le había pasado en los mandados que le pedían, cuentos que nunca existieron. También confesaba que le mentía a los amigos del barrio cuando era niño.

La novela Los Adioses, regalo de Anna Ramaglia, libro del amigo secreto en la universidad, era de la editorial Norma. Su aspecto no era tan de libro formal, había un concepto fresco en la presentación pintada de verde. Es una editorial querida por muchos lectores de este continente.  Lo interesante del libro es que en su mitad, se debe voltear con las manos para leerlo correctamente porque las letras están al revés. Es como un juego visual. En esa otra mitad estaba algunas entrevistas al escritor Juan Carlos Onetti, y fechas y sucesos importantes durante sus años de vida. Pasó un tiempo luego de esa lectura, que fue inconclusa, años después volví a releer la novela corta. Y fue yendo al terminal de pasajeros de Barquisimeto, un lugar dejado, cerca de un cementerio viejo, con calles y cuadras de basura vieja, yendo a comprar el pasaje para San Cristóbal, me conseguí entre buhoneros, artefactos y otras cosas, una venta de libros usados donde estaba la novela El Astillero de la editorial Club Bruguera. Reconocí de inmediato que es de sus obras más leídas, una obra cumbre en su carrera de escritor. Compré el libro y más que leerlo, pensaba en él durante esos días de mi vida. En esa novela Onetti recrea la ciudad imaginaria llamada Santa María, y en Santa María se encuentra ese habitante llamado Larsen (o Juntacádaveres)

Leí a Onetti en mis veinte años. Lo leí en mis días más solitarios, en mis días más libres, en mis días más desinteresados de escribir, y sobre todo en los días más despreocupados con lo que debo hacer en la vida. Por ese libro pude conocer nuevas dimensiones de escribir una novela o narrativa. Son historias de rutinas rotas, relatos entre la desesperanza y el tormento. Hay decadencia y hay incomunicación entre los personajes, sus diálogos y el mundo que los rodea. Un lenguaje subterráneo y nostálgico que marcó a varias generaciones en Latinoamérica y en el mundo. Un lenguaje entregado al lenguaje, al carácter y al arte de escribir, un gran ensayo sobre la condición humana o sobre la desgracia, escrito por parte de este escritor uruguayo que el poeta de aquí, Antonio Mora, lo ha leído y conversamos en par de oportunidades sobre él. Me dijo alguna vez: “Onetti era el que quedaba de segundo en los grandes concursos internacionales de literatura”. Por supuesto, escribió también sobre mujeres, sobre su belleza perdida o intacta.

Luego leí su primera novela corta llamada El Pozo, que por cierto, en la misma entrevista de A Fondo con Joaquín Soler Serrano, él menciona que escribió la novela luego que la autoridad donde él vivía por esos años, prohibió el consumo y venta de cigarros los fines de semana. Onetti fumador desde joven olvidó por completo sobre esa ley en uno de esos fines de semana. Luego de pasar el tiempo de la rabia y de la ansiedad por quedarse sin cigarros, decidió sin más escribir El Pozo en una máquina de escribir, en una sentada, ese fin de semana. Y también en otra oportunidad, sin fecha, incluso con vagos recuerdos, y sobre todo sin saber cómo llegó ese libro a mis manos, leí, leí a ratos, leí en pedazos, como quitándome el tiempo, leí Dejemos hablar al viento. Juan Carlos Onetti vivió en Montevideo, Uruguay y en Buenos Aires, Argentina. Luego en el exilio vivió en Madrid, España, cerca de su paisano, el poeta Mario Benedetti. En 1980, obtiene el Premio Miguel de Cervantes, uno de los más prestigiosos de la literatura mundial.

Se dice que era un señor con una personalidad bien particular. Escribió para varias revistas. Conocido por vivir su vejez encerrado en su cuarto, poco salía, sin ver completamente la luz. Duraba horas y horas leyendo en su cama. El mismo poeta Benedetti dijo que atendía las visitas acostado, desarropado, en su cuarto, oliendo al humo del cigarro, en franelilla, entre vasos de agua. El escritor peruano Mario Vargas Llosa elogió su obra estando vivo Onetti y luego escribió un libro en homenaje a su trayectoria ya en la muerte. Y no todo es admiración a su literatura existencialista. He visto la reacción de personas cercanas lectoras de libros, cuando pregunto sobre el escritor o les presto algunas de sus obras, una vez una mujer me devolvió un libro de Onetti (en tiempo récord) porque no le gustó, y en otra oportunidad, a un gran compañero lector, me desvió el tema, cuando le preguntaba por el uruguayo que alguna vez leyó. Sí, hay lectores que rechazan a Onetti, se obstinan leyendo de lo obstinado que era el escritor.

Como anécdota, algunas veces cuando estoy en un bus y voy a un viaje corto, y piden el nombre y apellido, escribo en vez de mi nombre a “Juan Carlos Onetti” o también cuando estoy en algunas reuniones pasajeras sin importancia o con importancia, y piden anotarse o decir su nombre para una lista, que luego se va leer en público y en voz alta, o algo así, escribo “Juan Carlos Onetti” para evadir mi nombre y apellido real. Edd Miller estos días me dijo que allá donde está por Galicia ha recreado una ciudad como Santa María, en su trabajo, con sus situaciones y vida. Por mi parte, he vuelto a conseguir al escritor, y espero leerlo por estos días. Dos títulos: La cara de la desgracia, y Para una tumba sin nombre. La poeta y ensayista uruguaya, Idea Vilariño, se puede ver en YouTube hablando sobre Onetti, tuvieron una relación íntima entre pareja, y admiración por las letras y su figura. Mi amiga Anna Ramaglia ya es mamá, y algunas veces nos escribimos por WhatsApp. Hace muchos años que no hablamos de libros, mucho menos de Juan Carlos Onetti.

Lic. Comunicación Social

Locutor de La Nación Radio 

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