Regional

Los pesares de Coromoto ante la falta de agua

26 de febrero de 2024

256 vistas

Bleima Márquez

La alarma del teléfono celular de Coromoto Rojas sonó a las seis de la mañana del martes, 20 de febrero. Es hora de levantarse para iniciar las labores del día. Sacó el brazo de la cobija que le abrigaba hasta la mesa de noche de color marrón. Tomó el teléfono, miró la hora, se estiró, y con lentitud se sentó en la orilla de la cama del mismo color.

Pasaron unos cinco minutos, ella continuaba sentada con la cabeza inclinada hacia abajo, sus ojos entreabiertos. Sentía pesado su cuerpo y sus ojos apenas si los podía abrir. El celular en sus manos, a punto de caer al piso, se deslizaba lentamente. De repente saltó bruscamente y se levantó. Habían pasado 20 minutos desde que el despertador se activó.

Corrió a la cocina, todo estaba limpio, resplandeciente, giró el grifo del lavaplatos, pero ni una gota salió. “¡Dios, otra vez sin agua! Menos mal dejé todo limpio. Bueno, por lo menos ahorita hay luz”, exclamó la mujer de 45 años, piel morena y estatura baja. Luego quitó la tapa de un tobo y llenó la pequeña olla para montarla en la estufa eléctrica con el fin de ahorrar el gas del cilindro, y hacer el café. Ella apenas había dormido dos horas.

Mientras el agua iba calentando hasta hervir, la mujer entró al baño. Cerró la puerta de madera y levantó una cortina impermeable con flores azules. Entró a la ducha, allí tenía dos tobos blancos con letras, de esos de cuñete de pintura, llenos de agua, y una bañera verde, de cuando su hijo era pequeño. Tomó una taza para bañarse con la reserva de uno de los tobos, se paró dentro de la tina con el propósito de que el agua con champú y jabón cayera dentro de ese recipiente hondo y reciclar para, por lo menos, mantener limpia la poceta.

En la casa de Coromoto hay un pequeño tanque, pero ella vive en un segundo piso. El agua llega con poca presión y no logra llenarse. Para ese martes, sumaba más de cuatro semanas sin agua durante el día y trasnochándose hasta las 3 o 4 de la mañana a fin de mantener aseada su vivienda. Al menos un día por medio hace los oficios sin electricidad, a la luz del celular, y a veces con velas.

Se levanta a las 6:00 am para la jornada del día, pero desde hace más de un mes el agua por tubería llega a altas horas de la noche o de madrugada. Ella se siente cansada, agotada, con sueño, distraída. Sus ojos le pesan y le cuesta concentrarse en su labor. Siente que su capacidad ha disminuido debido a las pocas horas que duerme diariamente. “Ya parezco zombi”, dice.

El viernes 23 de febrero, las tuberías de su casa comenzaron a sonar después de las 11:00 pm y entre las 12 de la medianoche y la 1 de la madrugada empezó a caer “un hilito de agua” con el que hizo los quehaceres: Fregó los platos y demás utensilios de cocina, limpió el baño, lavó algo de ropa, recogió agua en distintos envases, entre otros oficios. Coromoto terminó pasadas las 3:00 de la madrugada, justo cinco minutos después llegó la electricidad en el sector de la Unidad Vecinal, parroquia La Concordia, donde vive.

Esta es la realidad que viven muchas mujeres tachirenses. No solo Coromoto debe cumplir la faena del día, también le corresponden los quehaceres del hogar en altas horas de la noche, porque en ese momento es cuando cuenta con agua para tener su hogar al día. Ella se siente desgastada e impotente. Sin embargo, al día siguiente sale para enfrentar la vida…