Ciudadano recuerda cómo fue el padecimiento de esos días en frontera
Jonathan Maldonado
El 7 de marzo de 2019, cuando un mega apagón sorprendió a la mayoría de estados de Venezuela, la frontera tenía sus puentes totalmente cerrados, no había paso ni para los peatones.
«En ese tiempo, para ir a Colombia, teníamos que cruzar las trochas», manifestó José Jaime, habitante y comerciante de San Antonio del Táchira. Precisó que por el puente solo había un canal humanitario para los pacientes crónicos.
«Nunca habíamos vivido un apagón tan prolongado, y no había tantas opciones, pues estaban los puentes cerrados», rememoró mientras dejaba por sentado el difícil escenario que se presentó para las panaderías, restaurantes y charcuterías al no contar con sus aparatos activos.
Jaime indicó que muchos ciudadanos, desesperados, acudieron a casas de sus familiares en Villa del Rosario o Cúcuta para hacer tareas como cargar sus teléfonos u otra acción que requiriera obligatoriamente de electricidad.
Trochas como Las Pampas, La Platanera o La Siete eran empleadas por nutridos grupos que atravesaban con dirección al vecino país para abastecerse de velas, linternas y lámparas. «No sabíamos cuánto iba a durar la agonía», subrayó.
La magnitud de ese apagón, el comerciante la rebobina con tristeza, ya que las secuelas persisten y se han agudizado en la actualidad con cortes al día que llegan a las 15 horas. «Nos limita muchísimo», dijo.
«¿Cómo se trabaja así?, ¿Cómo se sale del estancamiento con tantos cortes?», se preguntó al tiempo que lamentaba el nulo avance en frontera tras la reapertura que arrancó en septiembre de 2022.