Opinión

Mérida

19 de abril de 2024

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Porfirio Parada

Porfirio Parada

Los primeros recuerdos que tengo de Mérida son de la infancia, tuve la oportunidad de viajar de niño con mi familia de vacaciones para esa hermosa ciudad, así como lo hicieron muchas familias, en los años 90, y comenzando el nuevo milenio. Mi referencia del pueblo merideño es directamente con mis padres por la razón que ellos estudiaron en la ULA, vivieron y conocieron sus calles cuando eran jóvenes. Mamá estuvo a punto de dejar los estudios por una materia que no podía aprobar, en medicina, mis abuelos la apoyaron para que regresara a Mérida, regresó y se graduó. Ya grande, he podido visitar y observar algunas casas de San Cristóbal, y casas de otros estados de Venezuela, y tienen en sus cuartos pasamontañas, abrigos, o en sus paredes recuerdos donde se lee “Mérida”, es decir, ese mágico estado del país está en los corazones y espíritu de muchos venezolanos, en toda la geografía nacional.

Cuando fui siendo niño me acuerdo que subimos al teleférico, y yo me quedé en alguna estación porque ya me estaba dando mareos y ganas de vomitar, otros miembros de la familia sí subieron una estación más. El teleférico no estaba trabajando en su totalidad, pero estaba cumpliendo medianamente con el servicio, había muchos turistas, de Venezuela y de otras partes del mundo. Luego varios años después, ya entrando a los años hormonales de la adolescencia, fui de nuevo con mi familia, en carnaval, que también coincide con la Feria Internacional del Sol. Mucho bochinche en la calle, muchísima gente caminando en las avenidas, exposiciones, corridas de toros, en esa oportunidad, estaban de moda las pistolas de agua, y la gente la mojaban entre los carros, apuntando uno con otros, y los que no tenía pistola, buscaban balde con agua.    

Además que Mérida, ha estado en la cultura venezolana por años, cuando pasó mucho tiempo sin poder viajar a la ciudad de los Caballeros, veía a Mérida en comerciales de televisión, en el mensaje de feliz año nuevo en Venevisión, en las novelas, en los cuentos y anécdotas que uno escuchaba de la gente del Táchira, nuestra relación por ser vecinos, por ser andinos como ellos, por el trabajo en el campo, la siembra y el cultivo, nuestro vínculo con el fútbol, fui a varios partidos de fútbol entre Táchira y Estudiantes de Mérida en Pueblo Nuevo, y realmente el ambiente previo y luego en el juego eran distintos, se vivía o se sigue viviendo como una final cuando se juega el clásico andino del fútbol venezolano. Mis abuelos por parte de mamá son de Mérida, de los Pueblos del sur, mi abuela de Guaraque y mi abuelo de Canaguá. Es decir, tengo algo de merideño por mis antepasados.

De hecho, cuando íbamos a Mérida en familia, nos llegamos a alojar en casa de unos primos, familia de mamá, ellos gentilmente nos daban espacios para quedarnos. El sitio si no me equivoco queda por la avenida Las Américas, cerca del Centro Comercial Las Tapias. Mi padre nos llevaba a La Venezuela de Antier y otros lugares y paisajes andinos, Pico El Águila, entre otros lugares.  Fueron días que sin duda recuerdo con mucho cariño y añoranza. Luego en la época universitaria, sin ir para Mérida viajaba para allá porque descubrí que muchos pensadores, intelectuales, escritores, poetas, ensayistas, artistas, hicieron su vida allá, estudiaron y se formaron por esas calles de montaña. Redescubría a Mérida en mis estudios y en mi formación, estimulando el deseo de volver a viajar pero esta vez, solo o con compañeros de estudio y así fue.

Un día viajé de Barquisimeto a Mérida con un compañero del salón, que se llama Gerardo Samakiel, fuimos en un viaje de dos o tres días, él visitó a una amiga y fuimos y damos una vuelta por el centro de Mérida, Chorros de Milla, nos quedamos cerca de la Plaza Las Heroínas. Luego cuando me gradué de periodista volví a viajar, pero esta vez solo, un fin de semana, fui a unos de los periódicos y les entregué mi resumen curricular. En ese viaje chocó con un partido de la Vinotinto y vi el juego en el Hoyo del Queque. Ese día Venezuela ganó y los merideños estaban locos celebrando. Luego realicé otro viaje solo, y llegué hasta la Laguna de Mucubají, y al día siguiente me quedé un día en Mucuchíes, solo un día, esa  noche no pude dormir por el frío. En ese viaje también visité los Pueblos del sur. Al final del recorrido había una cascada grande, muchos turistas tomando fotos.

Pasaron los años, la vida y el tiempo, y viajé nuevamente a Mérida con una novia y enamorado. Viajé para recitar un poema con mi amigo, el maestro Gregory Pino en un local nocturno de esa ciudad. También fue la poeta Mar Guerrero. Fue un viaje fugaz, pero con muchas experiencias geniales e intensas. En ese viaje volví a subir al teleférico después de tantos años, y vi y sentí por primera vez en mi vida la nieve, que por ese entonces estaba cayendo en las estaciones más altas. En ese viaje visitamos algunas librerías, y compré un libro de uno de mis autores favoritos venezolanos, su primera novela, muy difícil de conseguir, pero la vi allá.

Ahora regreso a Mérida una vez más, antes ya había vuelto a viajar escribiendo sobre Mariano Picón Salas, de los grandes ensayistas de la historia venezolana, nacido en Mérida, incluso escribió muchos relatos sobre su pueblo, sus montañas, sus campesinos, sus faenas. Viajo este año 2024 para ese estado, a raíz de una invitación de la gente de Nueva Acrópolis, una organización internacional donde promueven el conocimiento, la filosofía, mitología, varios autores y otras corrientes del pensamiento y la espiritualidad para fortalecer lazos humanos entre los participantes y así de una a otra manera mejorar la calidad de vida, ampliar las visiones del mundo y más. Me invitaron a jugar un partido de futbolito, y por supuesto aproveché los días también para pasear por sus calles, reencontrarme con mi propia historia personal y admirar esa tierra andina y amiga.

Mi amiga Sacha Guerrero, que vive allá, nos vimos y me recomendó un invitado para el proyecto Cuestiones de Lectura, el poeta César Torres, conocí su casa, y su espacio. También fui a la casa donde vivió el famoso filósofo venezolano José Manuel Briceño Guerrero, de hecho, fui con miembros de Nueva Acrópolis San Cristóbal, Alejandro Jiménez y su hermano Carlos. Nos atendió un jardinero que está vinculado con la música y Jesús Duque, «Chucho»  La pasamos bien, una casa que tiene algo de bosque y jardín, grande, en las paredes se veía obras de arte, fotos del maestro, y libros. Fui para Birosca, conocido sitio nocturno de la ciudad, caminé sobre todo en las noches por las calles, conocí a merideños, en el día comí pastelitos andinos, hay una promoción de cuatro pasteles por un dólar. Me sentí bien atendido por los habitantes, su forma de hablar, el “cantaito” que los caracteriza, algo distinto a nosotros que tenemos la influencia y dinámica fronteriza colombiana, y por ende parte de nuestro acento. En Mérida utilizan mucho más los bolívares que aquí. Fui al mercado principal. 

Me reuní con la gente de Nueva Acrópolis San Cristóbal, Mérida y Ejido. En el viaje conocí a nuevas personas, jugué futbolito e hice goles, hice la entrevista de Cuestiones de Lectura que la pueden ver en YouTube. Subimos a jugar por El Valle, cerca de los bosques de pino y arroyos de agua cristalina, estaba Manuel en el viaje, que con su cuatro alegraba el trayecto, además que también se presentó en restaurantes, sitios de comida y en busetas, su música y espíritu fue un condimento especial en los días transcurridos. Fui a la librería La Rama Dorada que cambió de sede pero me dio gusto volverla a ver. Agradecí en silencio por el viaje, por mi familia, por la gente, por el país donde vivo, por lo que soy. De regreso volví a ver esos famosos túneles que tienen en la entrada de la ciudad, entre cactus, uno de los más largos del país, entre la oscuridad con luces rápidas amarillas, pensé que me gustaría volver a Mérida.

 Porfirio Parada

Lic. Comunicación Social

Locutor de La Nación Radio 

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