En realidad no “cantan” como algunos insisten en el habla coloquial, sino estridulan o producen estridencias, es decir emiten ruidos o sonidos violentos, perturbadores, según determina la Real Academia en el DRAE. Lo cierto es que los escandalosos insectos, conocidos asimismo como “cigarras”, de la familia zoológica cicadidae del orden Hemíptera, surgen habitualmente en épocas de pleno calor en Venezuela, así como en el resto del mundo. Aunque han aparecido en este tiempo inusual de lluvias, vientos y frío, incluso con granizadas. Pueden medir de 2 a 6 centímetros, uno de los más grandes en su especie, cuando las moscas miden apenas hasta medio centímetro. Hoy se perciben en sus bulliciosos chirridos, ocultas entre las altas ramas de los árboles. Pero se hacen casi invisibles al percatar la presencia de algo o alguien, protegidos por su color rojizo, más o menos grisáceo con líneas rojizas en el abdomen, parecido al de las plantas. Esa estridencia la producen no con la boca, sino mediante sacos de aire en el abdomen, que inflan y desinflan a través de unas membranas y a los cuales los entomólogos denominan timbales. Del mismo modo, la potencia e intermitencia de ese característico rechinar tan molesto, lo intensifican con el aumento de la temperatura y al mediodía. Solo lo hacen en periodo de celo, cuando los machos producen ese chillido característico para atraer a las hembras, que logran captarlo a unos 8 kilómetros con frecuencia sonora de 86 Hz. Ahora, se han alterado todos los esquemas al emerger los escandalosos insectos en épocas inusitadas. Como dirían muchas de nuestras abuelas en parangón a otros tiempos: ¡Fin de mundo, “caray”! Así andan de mal las cosas, mijito, que hasta “cantan” las chicharras con tantísimo frío.
Germán Carías Sisco