Reportajes y Especiales
REPORTAJES | El adiós de los docentes: “Hemos tenido tres en un año”
18 de marzo de 2018
Por Daniel Pabón
[mks_dropcap style=»letter» size=»52″ bg_color=»#ffffff» txt_color=»#1e73be»]E[/mks_dropcap]l timbre silencia la bulla del recreo. María es la última joven en entrar al salón donde está por comenzar una materia de Biología en la que su grupo de camisa beis ha experimentado cambios. “Con ella, hemos tenido tres profesores de Biología este año escolar”, señala la muchacha alta y de lentes, mientras completa que en Historia han sido dos.
Esa treintena de muchachos ha debido adaptarse a la pedagogía de cada nuevo docente y a sus énfasis de evaluación. La profesora que deja entrar a María -nombre ficticio para proteger a la adolescente- tiene algo que decir antes de cerrar la puerta del aula: “Ese es el tema ahora. Aquí quedamos los que educamos por vocación, no por sueldo”. Empieza la clase.
“Ese es el tema ahora”. En el Táchira, como en otras regiones de Venezuela, se está notando la renuncia de maestros sobre todo -pero no únicamente- en las dependencias privadas. Empezó como un goteo en 2017, pero en este 2018 reventó como una lluvia, cuenta la subdirectora de uno de los 10 colegios de San Cristóbal y 4 del interior del estado visitados o consultados para este reportaje. En este, del centro de la capital, la primera semana de enero recibieron ocho cartas después del abrazo de año nuevo.
Los motivos generales se pueden agrupar en tres: primero, están los que no soportaron más las alzas del pasaje suburbano y la crisis del transporte público, como uno de estos ocho docentes que encontró trabajo en otra institución cerca de su casa en Peribeca, uno de los pueblos-dormitorio de la población económicamente activa del Táchira.
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En segundo lugar se cuentan quienes decidieron emigrar de Venezuela; muchos -pero tampoco todos- a seguir ejerciendo la educación atraídos por las facilidades laborales que les ofrecen países como Ecuador. El tercer grupo, sin abandonar el país, ha preferido buscar fuentes de ingreso superiores a los casi 7.500 bolívares con los que oficialmente pagan cada hora de clase a un docente I (el que ingresa por concurso de méritos) en Venezuela.
Ahí, precisamente, radica la estrategia de no pocos colegios del Táchira para mantener su plantilla de formadores. Son los mismos padres y representantes quienes en asambleas han solicitado y autorizado ajustes en las mensualidades para así ofrecer bonos de productividad o de transporte como incentivo a los maestros, indica Guerrino Guariento, presidente de la seccional Táchira de la Asociación Nacional de Institutos Educativos Privados (Andiep).
“Los incentivos para los docentes dependen mucho del compromiso que asuman los representantes”, apunta la subdirectora de un colegio de Barrio Obrero, que pide no ser identificada.
Esto, adicional a los incrementos de salario mínimo que por decreto presidencial están obligados a cumplir los colegios privados y que impactan en sus estructuras de costos. Son cuatro alzas salariales en lo que va de este año escolar. Esto explica por qué en institutos no subsidiados de San Cristóbal donde en septiembre pasado la mensualidad rondaba los 70.000 bolívares ahora están proyectando para marzo una de aproximadamente 500.000 bolívares.
Retornan los jubilados, emergen los profesionales
La maestra Esther, como todos la conocen, suponía que en diciembre había cerrado una historia de 42 años de servicio en las aulas. “Con la jubilación, creí que se terminaba todo. Pero pasó enero y no me hallaba en la casa… febrero, y yo con esas ganas de volver a dar clase”.
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El déficit de docentes -que en colegios de San Cristóbal acumula hasta 20 renuncias en los últimos meses- le permitió a Esther regresar a un salón de clases esta semana, cuando volvió a impartir lecciones de primaria.
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El déficit de docentes -que en colegios de San Cristóbal acumula hasta 20 renuncias en los últimos meses- le permitió a Esther regresar a un salón de clases esta semana, cuando volvió a impartir lecciones de primaria. “Me trajo acá esa vocación de maestra que me sostiene desde que tengo uso de razón”, expresa la señora de 60 años que, de niña, en el campo donde vivía, a falta de muñecas les ponía prendas de ropa a los plátanos de la mata de la casa y los disponía en fila para jugar a darles clase.
En otros institutos también reportan el regreso de jubilados. Pero no solo de ellos. En algunos salones, aunque esto tampoco se aprecie de forma generalizada, representantes que son especialistas en distintas áreas del conocimiento han asumido la suplencia en materias afines de quienes se fueron. Una directora tiene ahora en su nómina a un periodista que da Castellano, un ingeniero que imparte Física y un informático para Computación. “Nos estamos encargando, eso sí, de darles formación pedagógica”, aclara.
Hasta coordinadores de año, subdirectores y directores han tomado algunas horas de clase en algunos colegios con tal de que los muchachos no interrumpan su ciclo de formación. “Nosotros estamos ayudando a solventar el problema para finalizar bien este año. La gran interrogante es qué haremos a partir de septiembre”, se pregunta una directora que también da clases, a quien más de un docente se le ha acercado para transmitirle la frase: “Yo la acompaño hasta julio”.
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Un encargado de recursos humanos en un colegio de Santa Teresa comenta que, a falta de hojas de vida en el escritorio, han resuelto las recientes bajas ofertando las vacantes en un sitio web de empleos y bolsa de trabajo.
[mks_pullquote align=»right» width=»300″ size=»20″ bg_color=»#1e73be» txt_color=»#ffffff»]172 unidades educativas privadas funcionan en el Táchira.[/mks_pullquote],
172 unidades educativas privadas funcionan en el Táchira, de acuerdo con datos al 2017 de la Zona Educativa. Unas se benefician de subsidio estatal y otras se mantienen con ingresos propios de forma exclusiva. Numéricamente, son tres veces menos en comparación con los alrededor de 800 centros públicos nacionales repartidos por la entidad. En matrícula, sin embargo, la educación privada alcanza su pico de formación de hasta 35% de la población estudiantil en las edades del bachillerato, por lo menos en el ámbito nacional, según la Encovi 2017.
Informes de Mariano Herrera, director ejecutivo del Centro de Investigaciones Culturales y Educativas (CICE), coinciden en esta afirmación: si bien las escuelas públicas son mayoritarias en la primera y segunda etapa de educación básica (la primaria), la participación de los privados aumenta en la ahora llamada educación media general (el antiguo bachillerato).
Es en media general donde la deserción docente es más palpable en comparación con la primaria, coinciden 8 de los 14 representantes de colegios tachirenses consultados.
La maestra Esther confiesa que le da mucho sentimiento que el campo educacional esté siendo tan tocado por la renuncia y migración de profesores. “Si esto continúa, mi mayor temor es que baje la calidad de la educación”.
Consultado por Globovisión sobre la deserción docente, el ministro de Educación, Elías Jaua, respondió que hay “una matriz desesperada por desprestigiar al magisterio” y defendió que en Venezuela lo que hay es maestros con mística. “Aquí no deserta nadie, aquí hay un compromiso de vida del maestro venezolano, de la maestra venezolana, con los hijos de la patria venezolana”, dijo el pasado 15 de enero, antes de los actos por el Día del Maestro.
Dos meses antes, la seccional Caracas de la Andiep había calculado que se necesitan 150.000 docentes en todo el país y para todos los niveles, desde preescolar hasta la universidad.
Las matemáticas de los colegios
Una directora de colegio con décadas de trayectoria en el ámbito de la educación relata que solía descartar a esos aspirantes que, apenas saludar, preguntaban cuánto iban a ganar. “Ahora no, ahora los entiendo”, confiesa. La subdirectora de otra institución ha razonado que esta realidad afecta sobre todo a los docentes más jóvenes, porque necesitan una estabilidad económica que, asegura, el país prácticamente no les provee.
Dependiendo del colegio, los ingresos de los docentes se podrían caracterizar en tres niveles: están los que apenas pueden cancelar el salario mínimo integral de 1 millón 307 mil 646 bolívares; están los que, con la aprobación de los padres, agregan bonos y otros incentivos al sueldo; y están los pocos que, haciendo mayores esfuerzos financieros, ahora mismo sacan cuentas con miras a llegar a cancelar hasta 4 millones mensuales. En el mejor de los casos, a ese salario le faltarían más de 20 millones de bolívares para cubrir una Canasta Alimentaria Familiar, con base en datos del Cendas-FVM.
Administradores de colegios añaden a este panorama que un porcentaje de la matrícula, por fortuna minoritario, se retira porque su núcleo familiar se va del país o porque los ingresos ya no alcanzan para cancelar las mensualidades. “Aquí se ha retirado el equivalente a casi un salón de clases completo. Eso también impacta en nuestra estructura de costos”.
Hasta el año pasado, la población estudiantil global del Táchira se aproximaba a 250.000 niños, jóvenes y adultos.
El directivo del colegio visitado donde menos profesores -apenas dos- han renunciado este año escolar explica que allí han procurado concentrarles las horas de clase hasta el máximo permitido por ley, de forma que sus ingresos mensuales suban o bien para que puedan realizar otra actividad alternativa dentro o fuera del terreno educacional.
En el más reciente Día del Maestro el ministro de Educación, Elías Jaua, priorizó entre los desafíos para este 2018 el de seguir la lucha por la protección del salario de los educadores, así como ampliar la protección social y seguir profundizando los esfuerzos de profesionalización y capacitación. El titular del despacho recordó que en 2017 el presidente Nicolás Maduro incrementó ocho veces el salario de los profesores.
En todo caso, atrás están quedando esos tiempos en que muchachos de los últimos semestres o años de la carrera de Educación incursionaban en colegios privados para adquirir su primera experiencia profesional. Las escuelas de las universidades de Los Andes, Pedagógica Experimental Libertador y Católica del Táchira reportan una disminución nunca antes vista de sus matrículas. Estudiar Educación ha perdido atractivo entre los jóvenes.
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Hay quien afirma que en las dependencias privadas estudian solamente “los hijos de los ricos”. Pero la más reciente Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la Población Venezolana (Encovi-2017) revela que interanualmente “ha caído la demanda de servicios educativos privados entre la población de los estratos socialmente más aventajados”. La muestra de esta investigación conjunta de las universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar y Católica Andrés Bello incluyó cuatro municipios del Táchira.
En los despachos de colegios privados se respira preocupación por el futuro de la educación privada. Está bien que el timbre silencie la bulla del recreo, pero tampoco quieren que deje de sonar.
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Lecciones de emigración
Angelo Sulbarán es uno de esos jóvenes docentes que egresaron de universidades tachirenses -se formó en la ULA, en la mención de idiomas extranjeros- y que luego de impartir clases en la entidad -él, en academias y en un par de liceos- decidieron emigrar, en su caso, debido a una “pobre calidad de vida”.
Su primer destino fue Colombia. Al principio, le resultó “aterrador” imaginar que ejercería en un país tan bien valorado en rankings de materia educativa. “Me fue bastante bien, aunque el trato de ciertas personas, incluyendo profesores que trabajaban conmigo, fue un poco xenófobo”, cuenta en entrevista a través de Facebook.
En la nación vecina, Sulbarán apenas adaptó detalles pragmáticos al momento de desarrollar las clases. Observó también “demasiadas actividades extracurriculares” para trabajar. Sin embargo, no sentía que estuviera avanzando: “En Colombia un profesor de inglés gana un mínimo de un millón 200 mil pesos mensuales y yo estaba recibiendo 400.000 pesos al mes”, explica, al acotar que, por ser venezolano, tampoco era puntual el pago.
Siguió a Chile donde, a la fecha, le faltan un par de papeles para iniciar sus postulaciones. En el país sureño piden título apostillado, visa de trabajo (la de un año) y, en el caso de algunas instituciones, presentar una prueba de excelencia académica.
Colombia, Perú y Chile, en este orden, son los tres países a donde más emigraron venezolanos entre los años 2012 y 2017, según Naciones Unidas (2015) y la Encovi (2017).
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