Hay gente que no deja de sorprenderme. Me refiero a esas personas que desde hace casi una semana están tratando de “canonizar” a Miguel Rodríguez Torres, el ex director del Servicio Bolivariano de Inteligencia, responsable de la detención y posterior encarcelamiento (algunos en la popular y famosísima Tumba del Sebin) de centenares de venezolanos cuyo único delito fue protestar, primero contra la dictadura de Hugo Chávez y luego contra la tiranía de Nicolás Maduro Moros.
Me aterra comprobar que no sólo haya gente que defiende a Rodríguez Torres, a capa y espada, como si se tratara de un superhéroe, sino también dirigentes políticos “opositores” a quienes le encantaría la idea de que el ex ministro de interior y justicia sea candidato presidencial para enfrentar al ex chofer del Metro de Caracas. Hay, en el ambiente, una campaña mediática para mitificar a Rodríguez Torres, como el militar que pondrá en jaque al gobierno de Maduro. Esa campaña, es auspiciada y promovida por una clase política que todavía, 207 años después de nuestra independencia, y tras 150 años de mandatos militares, sigue creyendo que a Venezuela le hace falta un gobierno verde oliva, con charreteras y hombres de a caballo.
Es una extraña enfermedad que padece la sociedad venezolana. Es lo que José Ignacio Cabrujas llamó alguna vez el síndrome de la cachucha, una suerte de fascinación, embrujo, encantamiento, hechicería, que produce orgasmos nocturnos en personas que no pueden ver un uniforme militar y una gorra verde oliva porque se le bajan las medias. Gente que disfruta viendo un general en el gobierno. Gente que no sólo tiene memoria corta, sino también miopía política. Son los mismos que anunciaron la candidatura presidencial del mayor Castillo, aquel militar que se lanzó una arenga contra Chávez en una asamblea realizada en Caracas en el año 2000. Los mismos que montaron el comando de campaña de Raúl Baduel. Los mismos que aúpan al militar retirado Henri Falcón.
A los opinadores, columnistas, escribidores y defensores de Miguel Rodríguez Torres, les haría muy bien entrar en la página web del ex director del Sebin o entrar en YouTube y observar las entrevistas que ofreció el mayor general en el programa de Diosdado Cabello. Sólo hay que dar un click en www.desafiodetodos.com para darse cuenta de quién es en realidad este militar que les quita el sueño.
Refiriéndose al significado del 12 de febrero, día de la juventud, Rodríguez Torres escribió en su web lo siguiente: “En la Venezuela de hoy la fecha es utilizada por la revolución para celebrar y despertar en nuestros jóvenes el valor épico necesario para desarrollar el esfuerzo en la construcción de un mejor país. La oposición por su parte, hace un año (2014) empleó la fecha en el marco de una conspiración que pretendió incendiar el país de palmo a palmo. Leopoldo López y María Corina Machado, utilizaron a los estudiantes como fachada para infiltrar unos doscientos facinerosos asalariados que tenían como objetivo encender la mecha que propagaría la carga nacional”.
Rodríguez Torres no solamente participó activamente en el golpe de estado del 4 de febrero de 1992, sino que fue uno de los primeros militares llamados por Chávez en 1999 para integrarse a su equipo de trabajo. Torres se inició como Jefe de Operaciones Clandestinas de la DISIP, que en aquel momento dirigía Jesús Urdaneta Hernández. Tras el Golpe de Estado del 11 de abril de 2002, Chávez lo pone al frente de la Dirección General de la DISIP, desde donde inició una cacería de brujas contra opositores a la revolución. Por cierto. Urdaneta Hernández renunció a la DISIP denunciando que su jefe, Hugo Chávez, le había ordenado entregar 300 mil dólares a la guerrilla colombiana. Rodríguez Torres asumió la dirección del organismo y nunca dijo nada acerca de ese pequeño “donativo” que el comandante supremo le había hecho a los subversivos.
En la página web de Rodríguez Torres hay un comentario sobre la relación del gobierno de Estados Unidos con el gobierno socialista de Venezuela: “Es fácil entender que la revolución bolivariana, aun con sus errores, se convirtió en un enemigo que hay que destruir a costa de lo que sea, empleando los medios que sean y siempre bajo el amparo de los gobiernos de turno de EEUU para revertir lo avanzado en lo referente al empoderamiento del pueblo (…) la alianza PARTIDOS/EMPRESARIOS inició una creativa y perversa seguidilla de acciones violentas y empleando el terrorismo para doblegar al gobierno bolivariano y devolver el poder a quienes según ellos tienen el derecho divino de ostentar”.
Rodríguez Torres, a quien algunos “opositores” quisieran ver al frente de la MUD, o incluso, en la directiva del Frente Amplio Nacional, fue el autor intelectual del famoso falso positivo que se montó en el año 2004 en la finca Dacktari delRodríguez estado Miranda. En aquella ocasión, tres militares venezolanos y 27 colombianos (traídos a Venezuela bajo engaño, con la promesa de que les iban a dar cédulas, pasaportes y trabajo) fueron acusados de rebelión militar, señalados de integrar un supuesto grupo de paramilitares que había ingresado a territorio nacional con la intención de asesinar a Hugo Chávez.
El grupo de presuntos paramilitares (la mayoría jóvenes indocumentados colombianos que vivían son sus familias en Cúcuta), fue detenido en mayo de 2004 a las afueras de Caracas. El Gobierno, apoyado en un informe de la Disip, firmado por Rodríguez Torres, los acusó de planificar un complot que incluía el asesinato del Presidente Hugo Chávez. Un año después, todos los colombianos fueron puestos en libertad y deportados a su país tras comprobarse no sólo que no eran paramilitares, sino que todo se había tratado de un vulgar montaje.
Sobre este tema, Rodríguez Torres escribió en su página web: “huelgas generales, paro petrolero, militares en la plaza Francia en actitud de rebelión, guarimbas, y, una que no existía en los anales de nuestra historia, PREPARAR Y CONDUCIR OPERACIONES ARMADAS CON MIEMBROS DE GRUPOS PARAMILITARES COLOMBIANOS CON LA FINALIDAD DE QUITARLE LA VIDA AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, y doloroso es reconocer que a tal felación se sumaron unos cuantos oficiales de nuestra Fuerza Armada, algo que particularmente me pareció insólito”.
Las viudas de Rodríguez Torres, ese grupo de personas que ahora están preocupadas por la detención del mayor general, y que trabajan afanosamente en su campaña presidencial, deberían preguntar por los presos políticos que desde hace varios años se encuentran en la tumba del Sebin. Deberían preguntar también por la presunta responsabilidad de Rodríguez Torres y sus subalternos en el asesinato de muchas de las personas que fallecieron durante las protestas de febrero 2014. Deberían preguntar cuántos funcionarios del Sebin fueron detenidos por violar los derechos humanos durante la gestión de Rodríguez Torres. Deberían preguntar por qué Rodríguez Torres nunca hizo nada para combatir a la guerrilla de las FARC y del ELN que se han apoderado de varios estados de Venezuela. Y deberían preguntar por qué Rodríguez Torres no hizo nada para desactivar las operaciones que desarrollan en el país la gente de Hezbollah y el Cartel de los Soles.
Las viudas de Rodríguez Torres, esa pléyade de admiradores, lameculos y lisonjeros de cualquier gorila militar que salta la talanquera de la revolución tras comprobar que el barco se hunde, deberían leer las opiniones que ofreció el mayor general en el programa de Diosdado Cabello: “Yo no tengo aspiraciones de ningún tipo, ni electorales, ni electoral (…) soy un soldado y estoy aquí puesto por el presidente, trabajando contigo y con todo el equipo, para proteger la revolución bolivariana. Este es el legado del comandante, y si tenemos que dar la vida por esto lo vamos a hacer. A mí no me mueve ninguna otra aspiración…”
Rodríguez Torres y muchos otros chavistas que ahora se declaran anti maduristas, están trabajando para conformar una nueva “oposición”. Esa nueva fuerza opositora, que se está construyendo poco a poco, tiene por finalidad sustituir a la legítima y verdadera oposición democrática que hay en Venezuela. Esa “nueva” oposición, integrada por ex chavistas, busca sustituir a la MUD y, muy probablemente, al nuevo Frente Amplio Nacional y está integrada, entre otros, por Raúl Baduel, Luisa Ortega Díaz, Miguel Rodríguez Torres, Jorge Giordani, Héctor Navarro, Rafael Ramírez, Clíver Alcalá Cordones y Henri Falcón. Son revolucionarios y chavistas que han sido defenestrados por Maduro. Esos personajes no son opositores. Son enemigos de Maduro. Es importante tener muy clara la diferencia entre una cosa y la otra.
Mi opinión es que a esos nuevos “opositores” hay que darles la bienvenida al país democrático que queremos recuperar, y que ellos ayudaron a destruir, pero sin entregarles la jefatura del comando. Una cosa es la unidad necesaria para salir de Maduro, y otra cosa muy distinta es la impunidad que algunos ex funcionarios buscan para no ser sometidos a la justicia tan pronto como esta revolución de estiércol se acabe.
Si no tenemos cuidado, y tomamos las precauciones necesarias, mañana podríamos ver a Iris Varela y a Diosdado Cabello saltando la talanquera y a muchos “opositores” dándoles la bienvenida como si nada hubiera pasado. Al menos yo estoy claro en algo: ¿unidad para salir de Maduro? Sí. ¿Sumar para crecer y poder poner punto final a esta dictadura? Sí. ¿Olvidar los delitos, los asesinatos, la violación a los derechos humanos, la corrupción y crear un manto de impunidad para los chavistas y maduristas arrepentidos? No. Eso sí que no.
San Cristóbal, 18 de marzo de 2018