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Regional
Atendió Gonzalo Balsa Lacruz primer parto en el Hospital Central
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Disciplinado, responsable, dedicado, honesto, preocupado, entregado, fueron unas de las tantas cualidades que acompañaron la vida del doctor Gonzalo Balsa Lacruz, médico obstetra, quien se despidió de este mundo el pasado 20 de agosto.
–Era muy estricto con la puntualidad. La clase empezaba a las siete y punto. Quien no llegara a la hora se quedaba afuera. No había excusa. A todos sus alumnos los llamaba por su nombre-. Así lo recordó el doctor Omar Vergel.
Destacaron que tenía una manera muy particular de mover sus manos cuando explicaba las clases. Deja una huella en cada uno de los estudiantes. Todo un caballero, profesor y consejero, y en su memoria mantenía vivo el recuerdo de haber atendido el primer parto del Hospital Central de San Cristóbal.
–Su libro de texto, donde describe paso a paso cada maniobra del trabajo de parto, es una valiosa herramienta para los alumnos que cursan medicina – subrayó.
Fue el maestro de muchas generaciones. Nació en Mérida el 10 de enero de 1932. Ingresó a la estudiar en la Universidad de Los Andes en 1951, donde en dos oportunidades fue preparador en la cátedra de fisiología y embriología.
Se graduó de médico a la edad de 24 años, en 1957 y comenzó a trabajar en el Hospital Vargas de San Cristóbal. Al año siguiente fue inaugurado el Hospital Central de San Cristóbal,
A los tres años de especializarse, era el adjunto de obstetricia. Fue promotor junto con otro grupo de médicos de la fundación de la Policlínica Táchira. También fue jefe del servicio de obstetricia en el Hospital del Seguro Social. Se desempeñó como profesor de la Universidad de Los Andes por 25 años. Hizo un folleto y un libro sobre obstetricia.
El 10 de marzo de este año fue condecorado en el Colegio de Médicos por sus 60 años de carrera.
Amistad de toda la vida
El doctor Balsa Lacruz fue amigo personal de doña Gloria Niño de Cortés, editora general de Diario La Nación, quien el pasado 21 de agosto cumplió tres años su inesperada partida.
En una oportunidad, por indicación de Doña Gloria, debí atenderlo, cerca de las cuatro de la tarde. Quería contar muchas cosas de un hecho que había vivido y estaba muy molesto. Dijo muchas cosas; sin embargo, con mesura manejé la información.
Pasadas unas horas quería hablar urgente conmigo, para obviar algunos aspectos de la nota, pero no me encontró. Mi teléfono repicó a las siete de la mañana del siguiente día, era el doctor Balsa Lacruz y dijo: “Licenciada, no pude dormir, creo que dije muchas cosas que debí callarlas.
Pero ya tengo el diario en las manos y me volvió el alma al cuerpo. Usted escribió lo que tenía que escribir. Ahora sí entendí perfecto cuál es el trabajo que debe hacer un periodista”, y así se lo hizo saber a doña Gloria.
Dejó la redacción, tranquilo y agradecido. Dios lo reciba en su gloria, fortaleza para su familia. Se marchó satisfecho de haber dejado huellas imborrables en el ejercicio de la obstetricia. (Nancy Porras)
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