Carlos Orozco Carrero

¿Dónde estará el mariachi? Aparecía en la pantalla del cine parroquial Antonio Aguilar junto a Chelelo, montados sobre finos corceles, atravesando praderas hermosas e interpretando canciones donde relataban las aventuras de algún valiente campesino mexicano. Esas canciones traían acompañamiento de exquisitos mariachis que inundaban el ambiente rural con la particularidad de ser invisibles. –¿Será que están escondidos entre los árboles o detrás de alguna vieja tapia pisada en esas construcciones de la época de Doroteo Arango? Nuestra concentración en el film era tan intensa que no nos cansaba estar más de dos horas en aquellas bancas sin espaldar. Solamente el grito de algún espectador cuando decía que el rio se había desbordado y teníamos que levantar los alpargates porque en la parte de arriba del cine alguien había dejado su marca y la serpenteante   orina bajaba hasta el zócalo de la pantalla. Estas películas motivaban a los muchachos de la época a asistir a la iglesia de San Antonio para recibir el santo catecismo impartido por las chicas hermosas internas del colegio Santa Mariana de Jesús y asegurar el boleto para entrar gratis al cine del domingo. Un realito costaba la entrada al mejor cine del mundo.   

Super Senior es una categoría donde se juega pelota de la buena. Aparte de montar espectáculo envidiable en el diamante del Centro Latino, sus integrantes dan muestras de fraternidad entre todos los equipos a los que pertenecen y sus adversarios de turno. Una muestra de tal afirmación es el reencuentro de todos en una tarde de música en vivo, donde se dejaron escuchar hermosas canciones para homenajear a nuestro jefe Luis Álvarez en sus primeros 93 añitos. Todos participamos y logramos acercar aún más nuestra pertenencia sobre esta categoría que es la envidia de todos los peloteros de la región. Brindamos con Coca cola para saludar al cumpleañero.

La flaca Priscila le soltó un picón al flaco Elpidio. Ese hombre pasó todo el día sudando, recordando aquella visión tan hermosa. –-Qué será lo que tiene Elpidio, preguntaba mi tía Pulqueria. Por supuesto, a ella nadie le decía lo del picón de Priscila, su sobrina, porque mi tía sí entendía de lo que estábamos hablando.  

Ñau, ñau, ñau… Sonido onomatopéyico que denota la presencia de algún gato enamorado del exquisito olor a bebida extranjera de alta factura y a chicharrones, chorizo y arepitas tostadas. Este gato amigable resistió el ataque de más de trescientas falanges en perfecta sincronía contra sus sorprendidos ojos. Se refugió tras el mostrador donde había dejado huella del hurto cometido la noche anterior. Regresamos a nuestros tiempos de escuela, hermanos míos.