Rodeado de un jardín adornado de flores de muchos colores, algunas sicodélicas, árboles de muchos tamaños y pajaritos que bajan a comer porciones de arroz picado, espacio donde se respira armonía en medio de un camino que lleva a una acogedora casa llena de alegría y bendiciones, se encuentra el padre Oswaldo García, o “Padre Capocho”, como todos lo llaman.
Lo conseguí en el espacio selecto de su hogar, en esa área seleccionada para orar y hablar a solas con Dios. Aunque él ora en todos los rincones de su casa, la cual comparte con su hermana Graciela, en Barrio Sucre parte baja, y está acompañado de familiares y amigos que siempre los visitan, apoyan y conversan.
En medio de varias imágenes religiosas, entre ellas Jesús Sacramentado, la Santísima Virgen advocación del Carmen, santa Rita y el beato José Gregorio Hernández, flores y la luz de las velas, el sacerdote da las gracias constantemente por lo que ha sido su vida en 71 años de sacerdocio.
Se siente feliz, por ese camino junto al Señor. “Dios ha sido maravilloso conmigo para llamarme a una misión tan grande”, dice satisfecho, sentado en un sillón que da exactamente al jardín y donde quiso que conversáramos.
A sus 97 años de edad, luce fresco, atento. Tiene algunas fallas auditivas. Camina lento y apoyado, pero galante y atento a lo que se le pregunta o comenta y con una lucidez de la que él mismo se asombra, y en todo momento da gracias a Dios.
Nació en Rubio, municipio Junín, estado Táchira, el 5 de agosto de 1927, en tiempos del general Juan Vicente Gómez. Cuenta que una maestra, al terminar el tercer grado, le dijo a su papá Pedro que sería bueno que el niño siguiera estudiando y que fuera para sacerdote. De inmediato su papá tomó la idea y dijo: “Eso sí me gustaría”.
Y así continuó la historia del niño Oswaldo. Terminó su primaria, ya en conversaciones con los sacerdotes, y en la carrera 14 de San Cristóbal estudió en el seminario, que en ese entonces se ubicaba ahí. Un año, luego fue a Caracas para estudiar tres años de Filosofía y el Obispo para la época lo envió a Roma, donde estudió cuatro años de Teología y se graduó en 1953.
Fue ordenado sacerdote diocesano, por monseñor Fernández Feo, en San Cristóbal, en la Iglesia Catedral, el 25 de octubre de 1953. En ese tiempo fue el último domingo del mes y día de Cristo Rey.
El viernes 25 de octubre festejaron su cumpleaños sacerdotal con una misa de acción de gracias y concelebrada, en el santuario Beato José Gregorio Hernández, en la capilla del Seguro Social, en horas de la tarde.
“Enséñame Señor a hacer tu voluntad”
“Responder a Dios en semejante llamado, tenía miedo, no me sentía preparado, por las exigencias en los diferentes estudios y los constantes cambios; pero el tiempo se fue dando, con perseverancia, retiros, entrega y estudio para dar a conocer a través de una pastoral el Reino de Dios”, comenta el padre Oswaldo.
En un diálogo fluido y fresco como la brisa, dice que eso lo llevó a tener un slogan el cual repite en todo momento, en todos lados: “Enséñame Señor a hacer tu voluntad”, ese es su escudo de protección.
“Quiero hacer la voluntad de Dios y creo que la he hecho, por lo tanto me ha ido bien, eso es lo mejor para mí”, insiste el sacerdote.
Dice que Dios le ha mandado muchas pruebas; algunas no tan fáciles, como fundar parroquias, entre ellas la de San Juan Bosco de Táriba que va a cumplir 50 años. Ha asistido a diferentes misiones en distintas regiones del país y en Colombia, en La Ceja, con riesgos, pero afirma que el que está con Jesús recibe la recompensa: “El Señor es mi pastor, aunque camine por caminos difíciles no hay que temer, siempre está conmigo”.
Prestó su servicio durante 35 años en San Carlos–Tucupido, en el estado Guárico, en los llanos, y uno en Valle de la Pascua, en esa misión evangelizadora a la que fue enviado, y desde hace varios años está en San Cristóbal.
— ¿Cuándo dio su primera misa?
— El primero de noviembre de 1953. Tenía 27 años de edad, en la población de Rubio.
— ¿Cuántos idiomas habla?
— Ahorita ya casi no habló bien ni el gocho -se ríe—. Pero además del español, latín, francés, italiano y algo de inglés.
— ¿Por qué le llaman padre Capocho?
— Eso fue en el llano, se decían así, unos con otros, así como alguien medio ignorante, pero a mí me gustó y comencé a repetirlo a muchas personas y terminaron llamándome así.
— ¿Su mensaje?
—- Dios no nos manda por casualidad al mundo, Dios nos manda a cumplir una misión, cada uno en su lugar, para construir el Reino de Dios, ese es el cristiano, a mí me dio la misión de ser sacerdote.
— ¿Y la Virgen, qué es ella para usted?
— Ella es la madre de Jesús, es mi madre, es un super milagro, Dios quiso nacer de una mujer, ella me ha cobijado, en momentos difíciles me ha guiado.
— ¿Qué es lo que más le ha gustado del sacerdocio?
— Representar a Jesucristo, hacerlo presente en el pan vivo y decir todos los días: este es mi cuerpo, esta es mi sangre; hacer ese milagro diario, comérmelo yo y dárselo a la gente, para que tenga vida eterna.
“Soy Feliz, me mantengo activo, he cumplido en mis años la voluntad de Dios, he tenido peligros, altas, bajas, pero el Señor no vino a condenar a nadie sino a perdonar y amar, solo estoy esperando que me llame, que se haga su voluntad”.
María Teresa Amaya