Eduardo Marapacuto
La reciente reelección o vuelta de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos el pasado martes 5 de noviembre marca un cambio drástico en la política exterior estadounidense y la dinámica geopolítica global se pone tensa y llena de incertidumbres. El enfoque «America First» de 2017 renace repotenciado y cuestiona de entrada los acuerdos internacionales que habían definido el orden mundial desde la Segunda Guerra Mundial. Seguramente, bajo esta nueva era Trump, el nacionalismo y el aislacionismo se convertirán en pilares fundamentales de la política exterior estadounidense, postura que tendrá repercusiones significativas en la estabilidad geopolítica, amplificando las tensiones con las grandes potencias como China y Rusia.
La anterior era Trump (2017-2021) intensificó la competencia entre grandes potencias, particularmente con China. Bajo el marco de una política de confrontación, Trump adoptó una postura agresiva hacia Beijing, acusándolo de prácticas comerciales desleales, espionaje y militarización del mar de China Meridional. Esta estrategia no solo buscó asegurar intereses económicos, sino también restaurar la posición de Estados Unidos como líder global.
En esta nueva era Trump que se inicia a partir del 20 de enero de 2025, se encontrará con el fortalecimiento militar y económico de China que ha desafiado el dominio estadounidense en diversas áreas, desde el comercio hasta la tecnología y la influencia diplomática. Esas iniciativas impulsadas por China, representan un esfuerzo por expandir su influencia global a través de inversiones en infraestructura en varios países, creando así una red de dependencias económicas que puede contrarrestar el aislamiento promovido por Trump. De allí que exista la posibilidad que en este nuevo periodo, la administración de Trump busque acercamientos estratégicos con Rusia y Corea del Norte, tratando de alterar el equilibrio de poder en el sistema mundial.
Además de esa rivalidad entre Estados Unidos y China, la nueva era Trump, inevitablemente abrirá espacios a los nuevos actores geopolíticos que emergieron en el escenario mundial con la consolidación de los BRICS, el cual fue ampliado en su más reciente Cumbre del mes de octubre y donde Brasil vetó la entrada de Venezuela en ese importante Grupo. Países como India, Turquía y Brasil comenzarán a jugar un papel más relevante en las dinámicas globales, a medida que se ven menos restringidos por un orden internacional liderado por Estados Unidos. Así se estará redefiniendo la geopolítica, complicando aún más el panorama mundial.
En la era anterior (2017-2021), la inestabilidad en Oriente Medio y la incapacidad de Trump para consolidar una estrategia clara en esa región fue aprovechada por Irán, que buscaba extender su influencia en la región, y Rusia, que reafirmó su papel como actor clave en conflictos como el de Siria. Los conflictos en esa región se han agravado y en esta nueva era no hay nada definido ni definitivo.
La nueva era Trump traerá consigo una reconfiguración significativa del escenario geopolítico mundial, pero no a favor del imperio norteamericano. En este mundo cada vez más multipolar, las lecciones aprendidas por todas las potencias serán cruciales para la formulación de políticas de los actores globales, quienes deberán buscar un equilibrio entre la defensa de sus propios intereses nacionales y la necesidad de cooperación en un entorno global interdependiente. La prospectiva de las relaciones internacionales en esta nueva era Trump dependerá de la capacidad de su gobierno para gestionar la competencia, fomentar la cooperación y enfrentar desafíos globales. Entre esos desafíos soplan vientos de nuevas hegemonías.
*Politólogo, MSc. en Ciencias Políticas.