Néstor Melani-Orozco*
El 13 de noviembre de 1938 en La Grita de las huellas del mundo de Jesús Manuel Jáuregui, entre las tierras de «Piedra Grande» y el inmenso cañón del rio Machado, se inauguraba la preciosa capilla del Seminario Eudista Francés, al sur del dichoso y sagrado claustro del padre Jean Baptista Cabaret. Oratoria como los lenguajes del neogótico entre ventanas inmensas, un coro y su altar con un mural de Pepe Melani. Fue como desde el latín, los seminaristas cantaron y en lo alto de su altar; la figura de Dios con su coro de ángeles contemplaba a los feligreses y sacerdotes de la Francia de la esencia aún de la primera Guerra Mundial en La Grita. Las campanas traídas de Loira destellaron la pureza de aquella ciudad que aún poseía las edades de la cal y las piedras, mientras de la eucaristía el claro aroma de los ecos y la luz penetrando por las vidrieras como si en un lugar del mundo se venerara a San Juan Eudes en el cuarto Seminario Eudista en el mundo, concedido a la Ciudad del Espíritu Santo. Cantaron las voces y de cada recuerdo aún el piano alemán se quedó entre los aromas del tiempo y el inmenso mural guardó los testigos de un arte que hubo de consagrarse entre los méritos mayores del Táchira.
Un día el escultor Pedro Mogollón fue a mi casa a llevarme de regalo un busto que había realizado de Picasso, más a invitarme a la casona de Enrique D’ Jesús y Aurora Ramírez, para que escuchara un concierto del Dr. Julio Mora con su saxofón. Fui entre el amor y el deleite del creador de la Jazz Band de 1935 y entre sus descansos el notable saxofonista me fue narrando cuando mi padre pintaba el inmenso mural de la capilla del Seminario Eudista.
Relato hermoso, pues de divinas palabras me describió como había pintado entre los ángeles a mi madre y a su novia Delia, a su nona María Teresa y las presencias de mensajeros eternos. Más de virtudes la gracia de los acordes y matices de la inmensa obra. Me dijo el viejo Saxofonista: –«En las tardes nos íbamos a acompañarle, el poeta Teodoro Gutiérrez Calderón y mi persona, yo llevaba el Saxo y el poeta abría el piano de la capilla, entonces; el reverendo Cabaret, rector del Seminario traía su Strauss, italiano y el maestro pintor bajaba de los andamios para acompañarnos con el violín, era una ceremonia elocuente entre lo místico con los sabores de Francia y la notoriedad de la música»…
Hablaron los recuerdos. Muy de tiempos la Congregación Eudista se fue de La Grita, y el Seminario guardó los rincones del olvido. Un día lo cedieron para fundar el «Liceo Félix Román Duque» y vino una generación de estudiantes al llamado «Liceo Civil». Y la Capilla se convirtió en la catedra de matemáticas del profesor Inocentes Chacón. Mucho más en un aula de canto y los ensayos teatrales de José Laurencio Zambrano antes de irse a la Universidad de Chile. Hubo padres nuestros y amores perdidos, vocablos dramáticos del teatro de Lorca o de recordatorios al sacrosanto Abdón Villamizar, a Miguel Octavio Sosa o hasta Ricardo Acosta. Entre la poesía de García Lorca y el aplauso convertido en fantasmas. Llegó el año de 1981. Los ignorantes lograron demoler en interesante seminario; convertirlo en cenizas y la preciosa capilla la derrumbaron sin contemplar la pureza de la fe, como la gracia del neogótico y la belleza de un altar tan cercano a los testigos de Dios en una abadía francesa. Derrumbaron el «Corazón de María» junto a las campanas de la funderías de Loira. Las llevaron a la capilla del Barrio el Sorural. Nadie dijo nada, se escondieron los sin moral. Ni las palabras ni el patrimonio. Volvieron a cruzar los años un día se dio la noticia que las campanas se las robaron de San Pedro, mientras La Grita con el sobre nombre de Atenas, lloró en Silencio. Nada, ni nadie defendió los testimonios. ¡¡¡¡Aún el río se lleva las lágrimas… 86 años después!!! _____________
*Artista Nacional. *Cronista de La Grita. *Maestro Honorario. *Doctor en Arte.