Eduardo Marapacuto *
Si bien la traición y la deslealtad duelen en el alma, las dudas ofenden la dignidad y los latidos del tiempo, porque esos tipos de conducta rayan en las fronteras de la hipocresía. Precisamente, Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, a raíz de su alta traición al pueblo de Venezuela, ahora tiene que navegar en sus propias aguas turbias, y de allí salir embarrado hacia un complejo panorama político, tanto a nivel interno como en el ámbito internacional, especialmente en relación con el veto que impuso a Venezuela e impedir su ingreso a los BRICS.
Como se sabe, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), ahora con nuevos miembros y aliados, representan un bloque importante en el escenario mundial. La inclusión de Venezuela – tal vez esa fue la cortina de fondo- vendría a fortalecer las alianzas entre países que comparten posturas antioccidentales, lo que fue visto como una amenaza por parte de Lula da Silva y algunos sectores en Brasil, y otros países sumisos de América Latina. Si algo está claro en este entramado es que Lula ha buscado posicionar a Brasil como un líder regional en América Latina. Apoyar a Venezuela, un país con un gobierno firme y sin miedo, podría opacar a otros aliados en la región que, además, son críticos del gobierno del presidente constitucional de Nicolás Maduro.
Lula traicionó su conciencia y sucumbió ante la opinión pública de Brasil, donde hay divisiones significativas sobre cómo tratar con Venezuela. Algunos sectores apoyan una postura más crítica hacia el gobierno de Nicolas Maduro, mientras que otros abogan por una mayor integración y diálogo; pero Lula desestimó estos últimos y olvidándose de la lucha revolucionaria traicionó el legado de Bolívar y Chávez, y por ende traicionó la esencia latinoamericana.
Para nadie es un secreto que Lula gobierna con una coalición diversa que incluye partidos de izquierda y de centro. Su postura sobre Venezuela obedece a esas expectativas y demandas, sobre todo de los grupos de la derecha, lo que tal vez pudo complicar su capacidad para adoptar una posición clara y firme. Por supuesto eso no lo exonera del destino, donde van a parar todos los traidores.
Lula ya había manifestado en varias ocasiones su compromiso con la no intervención en los asuntos internos de otros países. Eso fue chocando con las expectativas de aquellos sectores que siempre han deseado que Brasil adopte una postura más radical contra el gobierno venezolano. Las voces de medianoche en los cuartes de Brasil de invadir a Venezuela se llegaron a escuchar por allá, en las cimas de Roraima. Lula simuló adoptar un enfoque pragmático que le permitiera estar con Dios y con el diablo; es decir, para complacer al diablo y también a otros países que podrían estar en desacuerdo con la inclusión de Venezuela en los BRICS. Pero más allá de los dilemas y trilemas de Lula, Brasil enfrenta desafíos económicos significativos y él debe centrarse en sus cuestiones internas.
Lula da Silva se encuentra en una posición difícil donde debe equilibrar sus principios políticos, las expectativas internas y externas, y los intereses económicos de Brasil. Su enfoque hacia vetar a Venezuela y su ingreso a los BRICS refleja estos dilemas y destaca la complejidad de la política internacional de Brasil. A medida que avanza su mandato, será crucial observar cómo maneja estas tensiones y si puede encontrar un camino por donde salga airoso de esa marca que lleva de haber enterrado a Brasil y arrastrado los sueños de la Patria Grande a sus propios miedos, a sus dudas y temores. Venezuela es de la talla de Bolívar y de Chávez, quienes no dudaron y fueron leales a la Patria. Ese es el legado que nos impulsa para seguir adelante, del lado correcto de la historia. ¡Qué así sea!
*Politólogo, MSc. en Ciencias Políticas.