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Inicio/Regional/La Batalla de Ayacucho, último monumento para la gloria

Regional
La Batalla de Ayacucho, último monumento para la gloria

lunes 9 diciembre, 2024

Víctor Matos

En una apoteosis delirante de júbilo, en medio del estallido feliz por el cumplimiento de la epopeya culminada, se selló hace doscientos años en la pampa de la Quinua en Ayacucho, Perú, el fin del dominio español en América hispana, poniendo fin a trescientos años de colonización y en donde el grito de libertad enronqueció las gargantas de miles de patriotas al mando del gran Mariscal Antonio José de Sucre.

Su arenga inicial, frente a seis mil soldados que se dieron cita aquella mañana, fue un grito de lucha y de ardor por el triunfo que al fin se logró tras estas históricas palabras:

“Soldados: de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur; otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia. ¡Soldados! ¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar, salvador del Perú!”. Frases que enardecieron a la tropa formada por unos seis mil efectivos y que se enfrentaba a diez mil reclutados por las fuerzas realistas al mando del virrey José de La Serna y que al final de la contienda dejara como saldo el de 1.400 enemigos muertos y de 309 bajas de los patriotas, entre los que se encontraban peruanos, venezolanos, colombianos, ecuatorianos, chilenos, argentinos y mexicanos.

La capitulación realista la firmó el general José de Canterac, pues el virrey había resultado herido en su fortín fijado en las faldas del cerro Condorcunca.

La Batalla de Ayacucho, luego del primer encuentro efectuado meses antes en la batalla de Junín, acabó con el dominio de la corona española, permitió la formación de un nuevo país, Bolivia, antes Alto Perú, y en donde el Ejército Libertador levantó el último monumento que faltaba a su gloria; la gratitud escribirá en él los nombres de los vencedores de la zona denominada entonces Guamanguilla y del ilustre genio que dirigió la guerra de la Independencia que salvó al Perú y a América toda: Simón Bolívar, de quien alguien escribiera: “Su fama durará hasta la muerte del mundo y este es un presentimiento que tienen todos los corazones que suspiran por la libertad”.

Hace dos siglos quedaron marcados los nombres de los patriotas que lucharon por la libertad en la provincia de Huamanga, Ayacucho, en donde el Ejército Unido se presentó al enemigo con las divisiones Córdoba, Lander, Miller y Lara, bajo el mando del Gran Mariscal Antonio José de Sucre.

De esta forma el Ejército Libertador levantó el último movimiento que faltaba a su gloria; la gratitud escribirá en él los nombres de los vencedores que pasaron a la historia universal.

Antonio José de Sucre:

Adalid de la libertad y la lealtad

El Gran Mariscal de Ayacucho, cuyo ascenso recibió de parte del Congreso del Perú en 1874, nació el 3 de febrero de 1795 en la ciudad de Cumaná, y se distinguió toda su vida como militar, estratega, político, diplomático, considerado prócer de la Independencia y líder fundamental en la liberación de Ecuador y Perú, fundador de Bolivia y pieza clave para la conformación del Ejército Libertador del Sur de Colombia.

En la Nueva Granada, recibió el título de General en Jefe; y tras su triunfo en Pichincha, en Ecuador, en su honor se oficializó la capital de Bolivia como Sucre, a donde marcha tras su triunfo en Ayacucho hacia el Alto Perú y forma el nuevo país independiente en pleno altiplano.

Con su gesta, la península ibérica que había formado los virreinatos de Nueva España en México, Nueva Granada en Colombia, Perú y La Plata en Argentina, salió derrotada militar y socialmente, lo que celebró el Mariscal hasta el día de su asesinato en la zona de Berruecos, el 4 de junio de 1830 cuando se dirigía a Quito para acabar con los enemigos de El Libertador Simón Bolívar. Tenía 35 años cuando pasó a la posteridad como uno de los grandes luchadores por la liberación americana.

Víctor Matos

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