Reportajes y Especiales

In memoriam: Así opinaba Kike Rosales sobre el fútbol y el Táchira

29 de marzo de 2018

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Kike Rosales, fallecido este Miércoles Santo en San Cristóbal, fue uno de los personajes clave para la edición 47 aniversario de Diario La Nación “Táchira, pasión por el fútbol”, publicada en diciembre de 2015. En entrevista con el periodista Daniel Pabón, le expresó cómo el sentido de pertenencia de los tachirenses hacia el deporte rey condujo a la construcción de una identidad regional. Los siguientes son fragmentos de aquel texto que recogen el pensamiento de Rosales sobre la cultura y el deporte en la región:

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El fútbol es el deporte más universal de todos. Por eso, también envuelve una dimensión cultural. En Venezuela es harto conocido que, de todas las aficiones, la del Táchira es la mejor, tan fiel como exigente. “Este es el estado donde todo el mundo sabe o cree que sabe de fútbol”. Y eso, para el locutor Kike Rosales, es lo mejor de este fenómeno social.

“Creo que lo más grande es el sentido de pertenencia de la gente. Y ese sentido de pertenencia es el que nos lleva a desarrollar una identidad”, comparte Rosales, un veterano en la narración de partidos quien jerarquiza tres hechos clave que identifican al Táchira. Son estos, la Feria de San Sebastián, que proyectó a San Cristóbal como ciudad; la Vuelta al Táchira, que llevó a conseguir el Mundial de Ciclismo de 1977; y el Deportivo Táchira, el equipo que comenzó a mostrar a los de aquí como la gente que más va al estadio. “A nadie le piden carnet o le preguntan de qué religión es, la gente va al estadio porque ese es su equipo”.

A principios del siglo XX el básquet y el béisbol eran mucho más populares que el fútbol, evoca Rosales. El hecho de que el recién nacido Deportivo San Cristóbal quedara subcampeón de la Copa Venezuela, en 1975, comenzó a dar cierto gusto a la afición, esa que adquiere musculatura cuando Táchira asiste a su primera Copa Libertadores, en 1979.

Ya entonces ostentaba un nivel más internacional, pero todavía no se había metido tanto dentro de la gente, recapitula Rosales, al subrayar la época del profesor Moreno. “Como su equipo marcó una época, eso empezó a generar más sentido de pertenencia”.

Ayudó a que el fútbol se sembrara en el corazón de la gente el hecho de que los jugadores fuesen a todos los programas de radio y viajasen a entrenar a distintos rincones del Táchira: la cárcel de Santa Ana, Puente Real, Lobatera, Michelena, Colón, La Fría, La Grita…

El mismo Kike Rosales siente que, en lo personal, le debe mucho al fútbol. “Le debo saber el concepto de lo que es el equipo y me ha enseñado a aprender a perder y a aprender a ganar”, confiesa, tras 30 años narrando partidos. Entre tantos, el cronista no olvida el de Táchira en el estadio Cruz Azul de México, o el del año 87 en Rosario, Argentina. Su memoria es un archivo de marcadores, estadios y jugadas.

¿Dónde más se encuentran casas que en su fachada tienen pintado el escudo de su escuadra, como sucede aquí en el barrio 23 de Enero? ¿Es común a otros países, acaso, el fenómeno de que jóvenes tachirenses que hacen turismo por el Bernabéu se tomen su foto de rigor con la camiseta aurinegra y no con la del Real Madrid?

Rosales, quien fue jefe de Relaciones Públicas del equipo a finales de los 80, reflexiona que a veces la sociedad no ha entendido, o no le han dado a entender, esa dimensión: “El éxito del fútbol es cuando escuchamos a jóvenes que dicen que no cayeron en la droga porque estuvieron en el Deportivo. A los tachirenses siempre nos ha costado todo, toda la vida. Pero esta identidad por el fútbol que sentimos los tachirenses debemos tratar de dimensionarla”, invita Rosales.

Este, el principal entretenimiento de los tachirenses, le ha permitido a la sociedad olvidar frustraciones, hacer catarsis y drenar tensiones, además del logro mayor: el fútbol une a los pueblos, dice.

Como consecuencia de esta dimensión social y cultural, el fútbol también ha engendrado hijos adoptivos del Táchira. Kike Rosales evoca que la mayoría de los que empujaron a más al equipo, se quedaron a vivir aquí. Y su memoria trae a primer plano a Julio César Silvera, Hugo Lizarraga, Esteban Beracochea, Malarino (que ya se fue, pero vivió mucho tiempo aquí), Carlos Moreno, Carlitos Maldonado, Adolfo Becerra, Ricardo Islas, Ratón Simone… “Es tan grande lo que significa Táchira para ellos, que se quedaron. Y son tan fanáticos como tú no tienes idea. Tienen sus quereres aquí”, sabe el locutor.

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