Antonio Sánchez Alarcón
La soberanía de las embajadas y consulados extranjeros está protegida por el Derecho internacional, particularmente a través de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961. Esta establece que las sedes diplomáticas son inviolables y no pueden ser ingresadas por las fuerzas del Estado receptor sin el consentimiento expreso del jefe de misión de la embajada. Bajo este marco, cualquier penetración militar o policial sin autorización constituye una violación del derecho internacional y puede generar tensiones diplomáticas o incluso hostilidades entre los países involucrados.
La violación de una embajada puede escalar rápidamente las tensiones entre naciones, pero no siempre deriva en hostilidades abiertas. La reacción dependerá de varios factores tales como la historia previa de las relaciones entre los países, la gravedad de la violación y el nivel de daño causado, y la voluntad de ambos Estados de buscar una solución diplomática, entre otros.
Ante la interrogante si la violación de la sede de una embajada podría escalar a una situación de guerra o no convendría examinar algunos ejemplos.
En 1979 durante la Revolución Islámica, la embajada de Estados Unidos en Teherán fue tomada por manifestantes, y diplomáticos estadounidenses fueron retenidos como rehenes durante 444 días. Este incidente no llevó a una guerra directa, pero resultó en la ruptura de relaciones diplomáticas y sanciones económicas severas contra Irán.
Colombia en el 2008 realizó una operación militar contra un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano. Aunque no involucró directamente una embajada, la acción fue considerada una violación de la soberanía territorial de Ecuador. Este incidente no derivó en una guerra, pero tensó las relaciones bilaterales durante años.
El 5 de abril de 2024 fuerzas policiales y militares de Ecuador ingresaron a la Embajada de México en Quito para arrestar al exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, quien había recibido asilo político pocas horas antes. Este acto fue calificado por México como una violación flagrante del Derecho internacional y resultó en la ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos países. Aunque no derivó en un conflicto armado, tensó significativamente las relaciones bilaterales y tuvo repercusiones en aspectos como el comercio y la cooperación internacional.
La entrada de fuerzas militares o policiales en una embajada extranjera es un acto extremadamente delicado que, bajo el derecho internacional, representa una violación de la soberanía diplomática. Aunque no siempre conduce a la guerra, puede ser un punto de inflexión para el deterioro de las relaciones entre los países involucrados. La historia demuestra que, en la mayoría de los casos, las naciones optan por soluciones diplomáticas o sanciones, pero el contexto político y estratégico puede hacer que un incidente de este tipo sea el catalizador de conflictos mucho más graves.