Faltaban apenas tres meses para la derrota final del nazismo en Alemania, que tuvo lugar el 4 de mayo de 1945 en Berlín, para que los representantes de los países aliados, denominados “Los tres grandes” se reunieran previamente en la localidad de Yalta para definir lo que sería de ahí en adelante el Nuevo Orden Mundial que fijó desde entonces el destino del planeta.
Se encontraban en la localidad de Yalta, ubicada en Crimea, bajo la autoridad rusa, cuando los líderes Winston Churchill, primer ministro del Reino Unido; Franklin Delano Roosevelt, presidente de los Estados Unidos; y Joseph Stalin, primer ministro de la Unión Soviética, acordaran desde el 4 de febrero hasta el 11 del mismo mes el futuro político mundial tras la derrota final de los nazis, iniciándose así la llamada Guerra Fría entre Occidente y la Europa del Este.
La reunión cumbre se llevó a cabo hace ocho décadas en el antiguo Palacio Imperial de Livarlia, en Yalta, Rusia, que dibujó el destino del orbe, repartido entre las fuerzas vencedoras.
De acuerdo al calendario bélico, el Ejército Rojo entró finalmente a Berlín, en donde el terrible y maniático líder Adolf Hitler terminó suicidándose, y tres meses más tarde, con la explosión de la bomba atómica contra Hiroshima y Nagasaki en Japón, se pusiera fin al más espantoso encuentro de los ejércitos que dejó como macabro saldo la muerte de más de 50 millones de personas.
Los caminos de la posguerra, fijó ese “antes y después” que consolidó a la Unión Soviética, quien mantuvo hasta 1989 un fuerte dominio sobre países como Polonia, Hungría, Rumanía, Ucrania, Yugoslavia, Checoslovaquia, la mitad de Alemania, que originó el bloqueo mutuo que convirtió en una catástrofe para los pueblos de Europa Central y Oriental, partió a la capital alemana en dos y el mundo entregó su seguridad a las dos grandes potencias: La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los Estados Unidos de América.
En 1989, cuarenta y cuatro años después, se tumbaba el Muro de Berlín que unió a la Alemania moderna, y en 1991 desaparecía la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas para dar paso a lo que es hoy la Federación de la República de Rusia.
Yalta, de quien pocos historiadores recuerdan, se convirtió así en un mito de la política global como ente de acuerdo de participación del gran poder, luego que se considerara a Polonia, invadida por los nazis en 1939 y que diera inicio a la gran conflagración del siglo XX como el centro del debate, y que luego de los años llamó a la reflexión que permitió ciertas revisiones, poniendo a ese país como elemento decisivo para el reinicio de la formación de las relaciones entre Europa Occidental y la Rusia soviética.
Fue pues Yalta el punto de encuentro de los vencedores que se unieron para saborear la torta del triunfo y luego enfrentarse seriamente, y hasta la fecha, por sus posturas ideológicas enfrentadas que no tienen cuándo acabar.
José Stalin,
el hombre de acero
Para la mayoría de los historiadores sobre la Segunda Guerra Mundial, fue el dictador de la Unión Soviética, José Stalin, quien resultó más favorecido luego de los años de conflagración y quien impuso un crecimiento inusitado de la Rusia no solo a través de su poderío militar, sino en sus conquistas por la educación, programas espaciales y por el poderío atómico que ubicó a su gobierno, manejado con mano dura, en la segunda potencia mundial después del conflicto.
Stalin, revolucionario que acompañó a Vladimir Lenin desde el campo de los bolcheviques a consolidar el poder de los soviets, era nativo de Georgia, quien se convirtió luego en secretario general del Comité Central del Partido Comunista desde 1922 hasta 1952. Vino a este mundo el 18 de diciembre de 1878 y murió el 5 de marzo de 1953 a la edad de 77 años.
Fue un feroz dictador, líder de un gigantesco país al que puso en la órbita mundial enfrentándose a las naciones occidentales y sobre todo a los Estados Unidos. Para muchos, fue el más privilegiado ganador de la contienda bélica del siglo pasado.
Planificó y centralizó la economía de la URSS y enfatizó en la colectivización agraria, que dio lugar a la gran hambruna que contribuyó al caos y a la catástrofe del sector, en donde murieron de inanición millones de personas.
Manejó su régimen con mano dura y aplicó contra sus enemigos lo que se conoce como la Gran Purga, ejecutando a millares de oponentes, hasta su enfrentamiento con la Alemania Nazi que lo empujó a unirse a los Aliados: Reino Unido y Estados Unidos, y así contribuir con la derrota de Adolf Hitler en mayo de 1945.
Víctor Matos