Julieta Cantos
Enlazando con nuestro último artículo, hoy nos asomaremos al libro de Erich Fromm “El Corazón del Hombre. Su potencia para el bien y para el mal”.
Este libro no tiene pérdida, aunque resulte escabroso. Desde su título hasta el Prefacio, realizado por el propio Fromm, en donde se pasea por varios de sus libros anteriores, tomando ideas de ellos para darles un mayor desarrollo. Menciona en primer lugar El miedo a la libertad, en donde trata el problema de la libertad y el sadismo, el masoquismo y el instinto destructor. Luego menciona Ética y Psicoanálisis, en donde estudió las normas éticas basadas en el conocimiento que tenemos de la naturaleza del hombre, investigando el estudio de la naturaleza del mal y la elección entre el bien y el mal. Sigue con El Arte de Amar, cuyo tema principal es la capacidad de amar, para aterrizar en El Corazón del Hombre, siendo el tema principal de este último la capacidad del ser humano de destruir, y su narcisismo. Y si bien, como señala Fromm, la mayor parte de las páginas de este libro se ocupan del desamor, también desarrolla el problema del amor en un sentido más amplio: El amor a la vida, queriendo demostrar que el amor a la vida, a la independencia, a la superación del narcisismo forman un síndrome de crecimiento, opuesto al síndrome de la decadencia, conformado por el amor a la muerte y al narcisismo maligno.
Lo interesante es que Fromm desarrolló el estudio del síndrome de la decadencia debido a los acontecimientos sociales y políticos de los años 60. Él no lograba entender “por qué a pesar de la buena voluntad y del conocimiento de los hechos relativos a las consecuencias de una guerra nuclear, eran tan débiles los intentos para evitarla en comparación con la magnitud del peligro y la probabilidad de la guerra, dada la continuación de la carrera de armas nucleares y de la guerra fría. Y fue justamente esa inquietud la que lo llevo a estudiar el fenómeno de la indiferencia para la vida, incluso de odio hacia ella. Evidencia la violencia manifiesta en la delincuencia juvenil, y exige explicación y comprensión como un primer paso posible para que las cosas cambien. Se pregunta si somos dirigidos por una barbarie nueva –aún sin que tenga lugar la guerra nuclear-, o si es posible el renacimiento de nuestra tradición humanista”.
Lo resumido previamente se refiere solo al prólogo, siendo que en la medida que va desarrollando los capítulos del libro, profundiza en el tema. Personalmente, recomiendo su lectura.
Y ya para finalizar, Fromm explica que “debemos adquirir conocimiento para elegir el bien, pero ningún conocimiento nos ayudará si hemos perdido la capacidad de conmovernos con las desgracias de otro ser humano, con la mirada amistosa de otra persona, con el canto de un pájaro, con el verdor del césped. Si el hombre se hace indiferente a la vida, no hay ya ninguna esperanza de que pueda elegir el bien. Si ocurriera esto a toda la especie humana, la vida de la humanidad se habría extinguido en el momento mismo en que más prometía”.
Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia. 65 años después de la publicación de este libro, seguimos inmersos en la misma contradicción.
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