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28 de febrero de 2025
Eduardo Marapacuto
Hablamos de renacimiento porque la revolución inicia sus primeras llamas el 19 de abril de 1810 y desde entonces es luz que alumbra los caminos de la Patria. Esa llama sagrada la han intentado apagar desde siempre y en todo momento; pero es un fuego que, como el Ave Fénix, renace de sus propias cenizas. Ese es el 27 de febrero, el renacimiento de la revolución y la lucha del pueblo que levanta su puño para reafirmar el compromiso de lealtad revolucionaria.
El 27 de febrero de 1989 el país vivió un levantamiento popular conocido como el «Caracazo», un evento que marcó un antes y un después en nuestra historia contemporánea. Más que un estallido social, fue la expresión de ira de un pueblo con hambre, con miseria, desasistido, donde el sistema político estaba agotado, los liderazgos políticos cuestionados, los gobernantes corruptos que habían entregado la soberanía de la República a la tutela del imperio norteamericano
Ahora bien, para entender ese quiebre político-social, es crucial situarnos en el contexto histórico y socioeconómico de la década de 1980. En ese tiempo no había sanciones de ningún tipo y a pesar de ser uno de los países más ricos en petróleo del mundo, Venezuela enfrentaba profundas desigualdades sociales y económicas por el mal manejo de los recursos del Estado, lo que fue llevando a un aumento en la deuda externa y a la implementación de políticas de ajuste estructural dictadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En ese contexto, el gobierno de Carlos Andrés Pérez, quien había sido reelegido en 1988, anunció en febrero de 1989 una serie de medidas económicas que incluían la liberalización de precios y la eliminación de subsidios. Estas medidas, lejos de aliviar la situación económica, provocaron un aumento inmediato en los precios del transporte y los alimentos, lo que generó un descontento masivo entre las clases populares.
En esas condiciones, el 27 de febrero de 1989 amaneció temprano, y al calor de las primeras horas la situación fue alcanzando un punto crítico. Las calles de Caracas y otras ciudades se llenaron de protestas espontáneas, donde miles de hombres y mujeres manifestaron contra el aumento del costo de la vida. La reacción del gobierno fue violenta; las fuerzas policiales y militares respondieron con represión brutal, utilizando balas y gas lacrimógeno para dispersar y asesinar a los manifestantes. Entonces, no se trataba sólo una revuelta contra las medidas económicas, sino un grito colectivo contra años de corrupción, desigualdad y falta de oportunidades. La indignación popular se extendió rápidamente a otras ciudades del país, convirtiéndo el levantamiento en un fenómeno de carácter nacional.
Fueron miles de personas las que perdieron la vida durante las protestas y la represión (se estima que 5.000 personas perdieron la vida); aunque El gobierno de turno intentó minimizar la magnitud del evento, las imágenes y relatos de la brutalidad policial comenzaron a circular, generando una ola de condena tanto a nivel nacional como internacional. Todo eso dejó al descubierto las profundas divisiones sociales, donde las llamadas clase media y alta, observaron con desprecio el levantamiento desde sus hogares; mientras que el pueblo se unió en su lucha legítima por sus derechos. La represión del Caracazo no solo dejó heridas físicas, sino que también profundizó la desconfianza hacia el gobierno y alimentó un sentimiento generalizado de injusticia.
Treinta y seis años después decimos que el 27 y 28 de febrero de 1989, no solo fue un levantamiento social, sino el inicio de un proceso transformador que culminó con la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999; convirtiéndose en un evento histórico que subraya la importancia del activismo popular y la capacidad del pueblo para desafiar y abrirse camino hacia la revolución .
*Politólogo, MSc. en Ciencias Políticas. MSc. en Seguridad de la Nación.
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