Entrevista a Mariángeles Huiza y Karoll Vivas, psicólogas encargadas de impartir un espacio de apoyo y crecimiento personal. A través de sus palabras, expresan cómo este grupo de mujeres se ha convertido en un pilar fundamental para el fortalecimiento emocional de las mujeres, y cómo la lucha por los derechos ha avanzado, en parte, gracias a iniciativas como esta
El caso de Linda Loaiza, una joven venezolana víctima de una brutal agresión sexual y física, marcó un antes y un después en la historia de la lucha contra la violencia de género en Venezuela.
En el año 2001, Linda Loaiza fue secuestrada, torturada y sometida a un abuso indescriptible durante más de tres meses. Su valentía al denunciar este crimen, y la repercusión de su caso a nivel nacional e internacional, dio visibilidad a las profundas falencias en la atención y protección de las mujeres víctimas de violencia.
Fue un parteaguas que abrió el debate sobre la justicia de género en Venezuela y, con el tiempo, motivó a la creación de espacios de apoyo y acompañamiento para mujeres en situaciones vulnerables.
Hoy, más de dos décadas después, el legado de Linda Loaiza sigue vivo en el trabajo de organizaciones como «Movimiento Somos», un colectivo de activistas que, desde su fundación en marzo de 2016, lucha por la visibilidad, reivindicación y desarrollo de los derechos de la comunidad LGBTQI+, al mismo tiempo que aboga por la justicia social y la equidad de género. Como parte de su labor, «Movimiento Somos» ha sido fundamental en la creación de espacios como el grupo de apoyo «Linda Loaiza», un refugio terapéutico que acompaña a mujeres en diversas situaciones de violencia.
Mariángeles Huiza y Karoll Vivas, psicólogas encargadas de impartir este espacio de apoyo y crecimiento personal, a través de sus palabras, cuentan cómo este grupo de mujeres se ha convertido en un pilar fundamental para el fortalecimiento emocional de las participantes, y cómo la lucha por los derechos de las mujeres ha avanzado, en parte, gracias a iniciativas como esta.
—¿Cómo nació la iniciativa de crear el grupo de apoyo «Linda Loaiza» y qué las motiva a formar parte del mismo?
— Mariángeles Huiza: El grupo nació en Mérida con el objetivo de crear un espacio seguro para mujeres sobrevivientes o víctimas de violencia de género. Posteriormente, la iniciativa se trasladó al Táchira el 19 de enero del 2023, pero en un principio estaba pensado solo para mujeres afectadas por violencia. Con el tiempo, decidimos abrirlo a todas las mujeres en general. Desde la primera sesión de «Linda Loaiza», me uní a esta causa porque la violencia de género es un tema que me toca profundamente como mujer. Aunque no la he vivido en su magnitud, me siento identificada con la misoginia y los machismos cotidianos que todas experimentamos, lo que me impulsa a ofrecer apoyo a otras mujeres.
—Karoll Vivas: Me complace que el grupo haya crecido y ahora abarque a mujeres de diversas situaciones, ya que todas podemos aprender sobre violencia de género, un tema que puede afectar a cualquiera de nosotras.
— ¿Qué actividades se desarrollan dentro del grupo?
—Karoll Vivas: El grupo es un espacio de apoyo psicoterapéutico abierto a mujeres de cualquier edad, orientación sexual, religión, raza o etnia. En él, abordamos temas relacionados con la violencia de género y otras cuestiones importantes que impactan la experiencia de ser mujer. Aquí, las mujeres pueden compartir sus vivencias, aprender y reflexionar sobre diversos aspectos de la sociedad y el feminismo.
— ¿Desde cuándo existe el grupo y cómo ha evolucionado?
— Mariángeles Huiza: El grupo comenzó en Táchira el 19 de enero de 2023, hace ya dos años. Al principio, las sesiones abordaban temas previamente preparados. Recuerdo que el primer tema fue “Qué significa ser mujer”, y a partir de ahí tratamos temas como la misoginia, la sororidad, el aborto y los estereotipos de género. Cada sesión buscaba explorar nuestra experiencia como mujeres y explicar términos que no siempre conocíamos. Más adelante, los temas surgieron de las propias participantes, quienes comenzaron a compartir sus necesidades y experiencias, lo que permitió una evolución en el enfoque y la estructura de las reuniones.
— Karoll Vivas: A medida que avanzábamos, nos adaptamos más a las necesidades emocionales de las participantes. Cada historia nos llevó a comprender mejor las dinámicas dentro del grupo, lo que nos permitió realizar sesiones más centradas en sus procesos individuales.
— ¿Cuáles han sido los principales desafíos al acompañar a mujeres en situaciones vulnerables dentro del grupo?
— Mariángeles Huiza: Uno de los mayores desafíos ha sido lidiar con la injusticia. Personalmente, me afecta profundamente ver situaciones de violencia, y en los primeros momentos reaccionaba de manera impulsiva. Aprender a gestionar esa ira y a no juzgar a las mujeres, sino a la sociedad que las victimiza, ha sido un proceso complicado pero necesario.
— Karoll Vivas: En mi caso, el desafío ha sido superar la incomodidad de la deconstrucción personal. Cuando empecé en este proyecto, mis ideas sobre el feminismo eran más radicales y me costaba no reaccionar con ira ante las injusticias. Sin embargo, a medida que me he involucrado más con las historias de las mujeres, me ha sido más difícil contener la emoción, ya que las vivencias que comparten son dolorosas y profundamente conmovedoras.
— ¿Qué cambios han experimentado las mujeres que participan activamente en el grupo? ¿Pueden compartir alguna historia que les haya marcado?
— Mariángeles Huiza: Es impresionante ver cómo las mujeres han cambiado desde que comenzaron a participar. Al principio, muchas se sentían atacadas por conceptos como el feminismo y la misoginia. Sin embargo, con el tiempo, varias se han identificado como feministas y han comenzado a compartir lo aprendido con otras mujeres. Lo más gratificante es que muchas han encontrado un lugar seguro en el grupo, donde pueden ser escuchadas y comprendidas, lo que representa un cambio significativo en sus vidas.
— Karoll Vivas: Lo que más me ha impactado es cómo las mujeres han dejado atrás la culpa que les impusieron por ser víctimas de violencia. Muchas han comenzado a tomar control de sus vidas, a identificar lo que realmente quieren para ellas mismas, y no lo que la sociedad espera de ellas como mujeres. Además, he sido testigo del cambio en la percepción de la solidaridad entre mujeres. Antes, muchas pensaban que el peor enemigo de una mujer era otra mujer, pero ahora se apoyan mutuamente, no solo dentro del grupo, sino también en sus relaciones fuera de él.
— ¿Cuál era su expectativa al iniciar este proyecto y qué tanto han conseguido hasta ahora?
— Karoll Vivas: Al principio, no tenía una idea clara de lo que me esperaba. Pensé que sería solo un grupo de apoyo más, pero nunca imaginé cuánto me conectaría con las historias de las mujeres. Al principio, las sesiones eran principalmente educativas, pero descubrí que realmente me apasionaba investigar sobre temas relacionados con la mujer. He visto cómo el grupo ha crecido y cómo ha tenido un impacto positivo en las participantes. Los conversatorios, por ejemplo, han sido un logro importante, ya que nos han permitido generar un espacio donde las personas se cuestionan y reflexionan sobre su pensamiento.
— Mariángeles Huiza: Mi expectativa era aprender, escuchar y ser escuchada. Lo que comenzó como una experiencia personal de exploración ha crecido mucho más de lo que imaginaba. No solo he aprendido muchísimo, sino que también he visto cómo el grupo ha tocado la vida de muchas mujeres, quienes se sienten identificadas y apoyadas. Ver que tantas mujeres se interesan en nuestro trabajo y desean unirse al grupo ha sido un logro maravilloso y un testimonio de que estamos haciendo una diferencia.
— ¿Creen que han cambiado las perspectivas sobre la violencia de género y la importancia del apoyo psicológico en la ciudad desde que el grupo existe?
— Mariángeles Huiza: Sí, hemos notado un cambio significativo. Incluso personas que anteriormente hacían chistes inapropiados sobre minorías y poblaciones vulneradas, han aprendido a cuestionar sus actitudes y a reconocer la importancia de este tipo de temas. No solo ha cambiado la perspectiva de quienes están dentro del grupo, sino también la de quienes interactúan con nosotras. El cambio de mentalidad se ha ido extendiendo, y eso es un gran avance.
— Karoll Vivas: He visto una evolución en mi entorno cercano. El grupo ha logrado crear conciencia en las mujeres que asisten a nuestras actividades y en los profesionales de la salud que nos recomiendan a sus pacientes. Este reconocimiento ha fortalecido nuestra confianza en que estamos brindando un apoyo genuino y útil.
— ¿Qué les dirían a las mujeres que aún dudan en buscar ayuda debido al miedo o la falta de confianza en estos espacios?
— Mariángeles Huiza: Entendemos que el miedo es completamente válido. Vivimos en una sociedad que constantemente invalida nuestras emociones, lo que hace aún más difícil confiar en los demás. Pero queremos que sepan que ese miedo es legítimo, y estamos aquí para acompañarlas. Las mujeres que deciden dar el paso hacia el grupo pueden estar seguras de que, a pesar del dolor, el apoyo será sincero y seguro.
— Karoll Vivas: El miedo es entendible, pero quiero asegurarles que hemos trabajado arduamente para crear un espacio donde puedan sentirse cómodas. Si alguna vez sienten que este proceso no es el adecuado para ellas, tienen la libertad de explorar otras opciones. Lo importante es que den el primer paso, porque nunca estarán solas en su camino hacia la sanación.
— En su experiencia, ¿qué es lo más peligroso del silencio y el miedo de las mujeres que sufren violencia?
— Karoll Vivas: El silencio es peligroso porque nos priva de la posibilidad de encontrar nuevas herramientas para enfrentar la situación. La cultura del «pacto del silencio» en torno a la violencia de género contribuye a que las víctimas se sientan aisladas. Romper ese silencio es uno de los primeros pasos hacia la catarsis y la sanación.
— Mariángeles Huiza: El silencio es destructivo porque consume a las mujeres que lo mantienen. Muchas veces, las víctimas de violencia se sienten aisladas, lo que hace aún más difícil pedir ayuda. El miedo al juicio social y la falta de apoyo institucional intensifican este silencio. Sin embargo, hablar sobre lo que está ocurriendo, aunque sea doloroso, es un paso crucial para romper el ciclo de violencia. (Daleska Vivas/Pasante UBA)