Porfirio Parada
Hay libros que se separan de los demás libros. Crean una línea y ruptura del tiempo con su creación. Libros desconocidos para luego convertirse en inmortales, su lectura traspasa generaciones, geografías y sentimientos. Estos días volví a ver el libro Así era la vida en San Cristóbal de Anselmo Amado, cuyo contenido me cautivó mucho por la cercanía de las palabras con la ciudad donde uno vive, por la escritura de su tierra y su gente. Hace varios años lo leí y vale la pena releerlo. Es una joya de la literatura tachirense, un homenaje a la ciudad de la cordialidad, un testimonio que ya trascendió el tiempo y la vida de esta región andina.
A raíz de mi acercamiento y breves conversaciones con el gran historiador y que por años dio clases en la UNET, el profesor Ildefonso Méndez Salcedo, le dije en uno de esos encuentros, que estaba buscando el libro de Anselmo Amado, siendo él director de la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses (BAT) pude encontrar y tener la obra, y luego, pasó unos años, y me encontré con la misma historia, pero con distinto personaje. Una persona mayor que yo, buscaba con anhelo el libro, era el papá de un compañero, pasó los días y en un encuentro nocturno, le subí el libro prestado que no me devolvieron, me sentí mal por la pérdida, pero sentí la ilusión que disfrutaría su lectura como lo hice yo.
Empecé a escuchar de la obra cuando empecé a interesarme y rodearme de escritores, poetas y tertulias literarias en la ciudad. Escuchaba sobre un libro que hablaba de la ciudad con nostalgia y con el terruño en las manos del escritor. En la Peña Literaria Manuel Felipe Rugeles lo escuché en varias oportunidades, y en otros espacios y conversaciones bohemias. Cuando lo obtuve, decidí leerlo con la mayor calma posible, lentamente, lo leí en la misma San Cristóbal, con otro presente tan distinto como el que escribe Anselmo Amado, lo leía mientras también recordaba mi infancia, en las calles donde transcurrí, con los cuentos de mis padres, cuando mis padres nos paseaban, leía el libro nostálgico viviendo el presente desde el pasado del libro. Leí el libro que era leer la ciudad entre los pasos y la memoria.
La BAT, es decir, la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, inició esa editorial creada por Ramón J. Velásquez, ex presidente de Venezuela, tachirense, con el primer número que fue con esta obra de Anselmo Amado. En su numeración se veía el uno (1) en la portada del libro. El libro es pequeño, no tiene las medidas convencionales, tiene un contenido de 205 páginas. El prólogo y presentación de la obra está a cargo del mismo Ramón J. Velásquez, quien en su primer párrafo escribe magistralmente: “Este es el amable testimonio de un tiempo ido. Y tiene la frescura y la poética sencillez de un Libro Primario. El libro primario de nuestra vida, en el cual cada página es una excursión de regreso hacia el comienzo que se pierde entre las nieblas de la madrugada andina”.
¿Qué podemos encontrar en Así era la vida en San Cristóbal? La obra de entrada abre con un gran título: “La ciudad y sus alrededores” y con el pasar de las páginas se lee sobre las plazas de San Cristóbal, el barrio de Gramalote, el barrio de la ermita y su plaza, La Parada, La Romerita y La Potrera, El Torbes, La Bermeja y sus Pozos, Táriba y su tradicional mercado, feria y fiestas en San Cristóbal, carnavales en San Cristóbal, Día del Árbol en San Cristóbal, Semana Mayor en San Cristóbal, las fiestas de Táriba. Personas y personajes entre ellos: el padre Maldonado, J.A. Guerrero Lossada y el Salón de Lectura, el maestro M.A. Rivera Useche y la banda de San Cristóbal, José Manuel Salas en San Cristóbal, Dos Arístides Araujo y su Botica, Don Ramón Velásquez, Doña Regina de Velásquez, el Padre Briceño y las ferias de Táriba, un periodista tachirense Panchito López Sánchez, José Ignacio Breton.
El libro cierra con un capítulo llamado: “Cosas de la villa” donde su desglose se lee los invasores del Táchira, itinerario de aguinaldos en San Cristóbal, por los pesebres de San Cristóbal, los paseos campestres de San Cristóbal, serenatas en San Cristóbal, la banda infantil San Juan Bautista. Llama la atención que todo el libro fue escrito mientras Anselmo Amado vivía en Caracas, y al finalizar cada texto, cada recuerdo, cada capítulo, al final escribe Caracas y el año que escribió el párrafo. Los años transcurren desde 1947 hasta 1956, es decir, pensó y sintió su tierra por muchos años mientras trabajaba como funcionario público, y entre sus labores estuvo en el Archivo Histórico de Miraflores. Fue también articulista de prensa. He escuchado en la voz de Kike Rosales que en paz descanse y en la reafirmación del cronista de la ciudad Luis Hernández Contreras, que Anselmo Amado tenia un hermano de nombre Jobito Amado y que en la época fue de los mejores poetas de la ciudad, un gran sonetista, fue corrector de los periódicos de la ciudad, murió abandonado y sumergido en el alcoholismo. Debo releer el libro.
Y el pintor Cándido López pintaba con la mano izquierda, porque en Curupaytí una granada le voló la derecha. El argentino retrató muñequitos y barquitos de la Guerra de la Triple Alianza (los jefes de Estado de Uruguay, Argentina y Brasil, masacraron a la mitad de la población de Paraguay). Más de 900 mil muertos tuvieron que esperar LOS INHUMANOS para acabar con la Guerra del Chaco. ALIADOS E INVASORES. Los familiares se perdían entre las fosas comunes y la tragedia colectiva. Bolivia pobre se vuelve más pobre y Paraguay indefensa se vuelve doblemente indefensa. A juro, a la fuerza, por ley política, los dos países se tenían que odiar, el desprecio es rico y potencial. Ellos no sabían por qué se herían entre ellos. Por terreno, espacio, monte. Retrocede la independencia, la civilización ha sido violada por líderes con estrellas en los pechos y bigotes hirsutos elegantes. Querían el oro negro, geografía invisible. Querían, querían… torturaron a indígenas, lo usaron por su piel, la raza de los ojos achinados. ¿Quién es el dueño del espacio y el aire? la respuesta repite y hay nueva derrota. Es de la sangre, el aire que respiramos PERTENECE A LA SANGRE PODRIDA. CONTAMINADA, MALDITA. “No hacer nada es peor que la muerte” Una vez escribió el escritor peruano José María Arguedas antes de morir.
Lic. Comunicación Social
Locutor de La Nación Radio