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Inicio/Opinión/San Cristóbal, ciudad con rasgos salmantinos y sentido imperial

Opinión
San Cristóbal, ciudad con rasgos salmantinos y sentido imperial

lunes 31 marzo, 2025

Antonio Sánchez Alarcón

Cada 31 de marzo, los sancristobalenses conmemoramos la fundación de la ciudad, una de las más antiguas del occidente venezolano. San Cristóbal, capital del estado Táchira, fue establecida en 1561 por el capitán Juan Maldonado, natural de Salamanca, España. Más allá del acto fundacional, esta fecha convoca a una reflexión sobre los orígenes culturales e históricos de una región que, lejos de haber sido una simple colonia, formó parte orgánica y estratégica del entramado imperial español.

Maldonado, como muchos fundadores del siglo XVI, no eligió el emplazamiento de la ciudad al azar. La selección del valle obedecía tanto a razones tácticas como simbólicas. Al llegar al fértil valle tachirense, el salmantino reconoció en sus montañas, su vegetación y la disposición del terreno, un eco del paisaje de su tierra natal. Incluso el río Torbes, serpenteando por el valle, le evocó al río Tormes que atraviesa Salamanca, como si la geografía misma le ofreciera una continuidad entre los mundos que dejaba atrás y el que estaba por fundar.

En ambos casos, el río era más que un accidente natural: era un eje simbólico de identidad, comunicación y vida cotidiana, articulador de memorias colectivas y paisajes culturales que, aunque separados por un océano, compartían un mismo pulso civilizatorio. No fue solo una asociación geográfica: fue una resonancia espiritual, emocional, identitaria.

Por ello, al momento de fundar la ciudad, Maldonado le dio el nombre de San Cristóbal, en honor al patrono de los caminantes y viajeros, símbolo protector que —según la tradición— guio su travesía. Pero el gesto también tiene una carga religiosa y política: se funda una ciudad in nomine Christi, como expresión de la expansión civilizadora del Imperio español, más allá de la mera conquista territorial.

Desde sus orígenes, San Cristóbal fue mucho más que un asentamiento periférico. Se convirtió en un nodo estratégico del orden imperial hispánico, conectando los Andes con la cuenca del Lago de Maracaibo y el Nuevo Reino de Granada. Su traza urbana, su vínculo con la Iglesia, su organización institucional y su relación con la corona hablan de una ciudad concebida bajo una lógica imperial. No colonial en sentido marginal, sino imperial en sentido fundante y generador.

Hoy, más de cuatro siglos después, el Táchira en general y San Cristóbal en particular conservan rasgos culturales profundamente anclados en aquella época de plenitud imperial. La religiosidad popular, la solidez de las instituciones comunitarias, el respeto por los símbolos, la persistencia de valores como el honor, la cortesía y la estructura familiar, e incluso la disposición urbana tradicional —plaza, iglesia, cabildo—, no son simples vestigios. Son herencias activas de un orden político, moral y espiritual que nos constituyó desde dentro.

La San Cristóbal de hoy es el resultado de esa síntesis histórica: una integración compleja y dinámica entre las formas culturales propias del Imperio español y las expresiones locales que, en su mezcla viva, han dado lugar a una identidad única y diferenciada. El gentilicio sancristobalense no es una casualidad geográfica, sino una forma de ser, orgullosa de su pasado, magnánima en su presente y consciente de la profundidad de sus raíces.

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