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23 de junio de 2025
Freddy Omar Durán
El 28 de septiembre de 1987 un adolescente vivaracho y sonriente de 16 años fue asesinado de la forma más brutal posible en Tariba, y su caso conmocionó a todo el estado Táchira.
Aún hoy en día ese trágico suceso cuyo protagonista se llamó Henry Alfredo Escalante se recuerda, a tal punto que ha pasado incluso a ser material de las recientes formas de comunicación digital.
Pero acontecimientos como eso poco o nada los toca el arte, pero este en especial si fue objeto de un particular tratamiento estético por parte del artista tachirense Yoni Durán.
Dos piezas alrededor del crimen de quien fuera apodado Catire Henry fueron develadas durante el conversatorio que se desarrolló en la Hemeroteca del Táchira, en torno al periodismo de sucesos, que precisamente para la época dio una inusual y implia cobertura al hecho.
No solo Yony Durán fue uno de los lectores que en aquella época se estremecieron al leer sobre tan triste crimen, sino que conoció personalmente a la víctima, como muchos en Tariba, al ser un muchacho muy popular y colaborador con la comunidad.
Una de esas piezas es la reproducción en pintura del retrato más divulgado del Catire Henry por la prensa de la época; la otra es más simbólica, envuelve una escena en la que la maldad entra en plano y también los oscuros intereses que mantuvieron al homicidio tras las sombras, pues siempre se especuló de las “influencias” manejadas por los principales sospechosos, y los torcidos móviles que lo motivaron.
Como nos relata el maestro Durán, todo partió de un bosquejo que el trazó al calor de el tsunami informativo 27 años atrás, y que le tomaría décadas para plasmarse sobre el lienzo.
Tal cuadro que sigue en exhibición en la Hemeroteca Pública Pedro Pablo Paredes en el edificio conocido como Antiguo Alberto Adriano, no se limita a hablarnos de un hecho puntual, también denuncia la oscura maldad que se desenvuelve en los entretelones de crímenes con menores de edad involucrados, y los hilos del poder en procura de encubrirlos para no dar con los culpables. Su retrato, en contraste, manifiesta una belleza juvenil y una lozania, unas ganas de vivir que se tajo cortó un fatídico destino.
“Esos casos en las familias no prescriben y en el pensamiento y en el corazón de los taribenses tampoco. Es necesario que los historiadores estén al pendiente de aquellos casos que conmocionaron a la opinión pública. Yo como artista plástico me imaginé que pudieron haber hecho con ese pobre muchacho y lo trasplante al lienzo”.
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