Opinión

Pasión por la Vida… Origen de las cosas y su desarrollo

23 de junio de 2025

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Julieta Cantos

El origen de los israelitas y palestinos es coincidente. Heródoto, considerado el “padre de la historia”, menciona la región de Palestina en sus escritos, como un distrito de Siria, describiéndola como la zona costera entre Fenicia y Egipto, la cual coincide con la región hoy conocida como Palestina. Hablamos del siglo V a. C. Es la primera referencia histórica que señala claramente a esta región que incluye tanto las regiones costeras como al interior, y a las montañas de Judea y el Valle del Jordán.

La región de Canaán es la denominación antigua de una región y civilización de Asia Occidental, situada entre el mar Mediterráneo y el río Jordán. Desde la Edad del Bronce -3.300 a. C.-, era el hogar de los cananeos, un antiguo pueblo que habitó la región antes de la llegada de otros pueblos diversos, como los amorreos –pueblo nómada, guerrero-, fenicios –origen mediterráneo, se asentaron en lo que hoy es la franja de Gaza y partes del actual Israel-, filisteos –habitaron la costa sur de Canaán-, jebuseos –antiguo pueblo cananeo que habitaba en la región de Jebus, antes de la conquista por parte del rey David, posteriormente Jerusalén-, todos ellos previos a los israelitas y palestinos. A partir de la investigación de restos humanos, Tyler-Smith estableció que hace unos cuatro mil años los cananeos poblaron el actual Líbano, y que fueron los creadores de uno de los primeros alfabetos que se conocen. La tierra de Canaán fue un crisol de culturas y pueblos, y la historia de cada uno de ellas es compleja y rica. Arqueológicamente los israelitas se desarrollaron a partir de los cananeos.

Posteriormente Palestina, junto a Israel y Judá, formaban parte de la región conocida en la antigüedad como Canaán. Dada su estratégica ubicación geográfica para el comercio, Canaán fue hostigada e invadida por diferentes pueblos. Primero fue el imperio otomano, luego dominó la región Egipto, y mientras menguaba su influencia, creció la de los asirios, babilonios y persas. Por supuesto los ejércitos de Alejandro Magno y al final los romanos, quienes asumieron para la región el término de Palestina. A la caída del Imperio Romano, vino el bizantino y se apoderó de Palestina, después vinieron los musulmanes de Arabia Saudita. Así como por un lado, convivieron los diferentes pueblos, las guerras internas y de dominación imperaron en función de los intereses estratégicos, comerciales, monetaristas, guerreristas… Qué coincidencia, igual que ahora.

Existe una explicación histórica y geográfica fundamentada de los orígenes de Canaán y por ende de Palestina e Israel, -entre otros pueblos-, la cual es prácticamente ignorada en función de esos intereses y justificada religiosamente. Los israelitas ocuparon y conquistaron Palestina o Canaán, luego de su éxodo de Egipto. La Biblia justifica dicha ocupación, “guiados por Dios”, identificando a Canaán con la Tierra Prometida. Siempre actuando a través de la fuerza.

La mítica Canaán, cuna de la civilización mediterránea, se corresponde en la actualidad con los Estados de Palestina, Israel, Jordania, Gaza, Siria y el Líbano. No es el pueblo judío, es el gobierno de Israel quien arremete contra estos Estados, y ahora contra Irán, expresando, además, su interés en llegar hasta Mesopotamia, justificando que fueron originarios de esa región.

Si nos apoyamos en las diatribas religiosas, los líderes judíos sostienen que el origen de los israelitas está en los doce hijos de Jacob que se trasladaron a Egipto, donde sus descendientes constituyeron doce tribus. Según la Biblia, la región conocida como la Palestina histórica es el origen del pueblo palestino, uno de los pueblos semitas del levante mediterráneo, que descendían del hijo mayor de Noé: Sem. Es decir, según esto, judíos y palestinos son hermanos. Es contradictorio y doloroso, cuando se utiliza la religión para justificar la voracidad de los gobernantes, en donde los pueblos son los que terminan sacrificados. O sea que ahora además de genocidio, fratricidio. Si nos manejáramos bajo los preceptos de Jesús, personaje histórico, respetado y reconocido, sobre el que se apoyan para su desarrollo muchas de las actuales religiones, deberíamos amarnos los unos a los otros.

Seguiremos la próxima semana.

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