Muchas personas, provenientes de diferentes sectores del Táchira, se preparan para recorrer un estimado de 80 kilómetros caminando hacia el Santuario del Santo Cristo de La Grita. Peregrinos que cada año se esfuerzan, a pesar de los desafíos, para mantener viva esta tradición que simboliza agradecimiento, unión y devoción
Bleima Márquez
Cada 6 de agosto, el estado Táchira se transforma en el epicentro de la devoción.
Desde comienzos del octavo mes del año, miles de personas emprenden una peregrinación que culmina en el santuario del Santo Cristo de La Grita, una talla de madera que, desde 1610, simboliza la fe y la esperanza para innumerables creyentes. Muchos de ellos, a pesar de los desafíos, caminan largos recorridos desde distintos puntos de esta entidad andina, e incluso desde otras latitudes de Venezuela y más allá de sus fronteras.
Entre ellos, un pequeño pero consistente grupo de devotos provenientes de Pirineos y Barrio Sucre, en San Cristóbal, capital del estado Táchira, quienes recorren un estimado de 80 kilómetros para llegar a la meta final, en La Grita, municipio Jáuregui, donde está la morada del Cristo del Rostro Sereno. Ellos están listos para el desafío de una travesía que comenzaron hace catorce años.
Mayra Rosales, habitante de Pirineos y devota del Santo Cristo, con una sonrisa en el rostro narró al equipo de prensa de Diario La Nación detalles de los preparativos para la caminata que arrancó la tarde del viernes 1° de agosto.
“Somos un grupo de 15 personas de Pirineos y Barrio Sucre. Llegaremos a Cordero, donde otras diez personas más se unen a nosotros, lo que nos convierte en un grupo de 25 personas”, y destacó que en la peregrinación participan niños entre siete y quince años. “Ellos caminan igual que nosotros, a la par”, nos dice con orgullo.
Una tradición familiar
La motivación de Mayra es personal y con raíces profundas. “Mi mamá es de La Grita. Desde que el Santo Cristo cumplió cuatrocientos años, en el 2010, no hemos dejado de hacer esta caminata. A mí me gusta mucho ir a La Grita. Al llegar agosto, ya queremos ir, lo tenemos presente”, explicó y agregó que es una tradición que ha forjado lazos y ha mantenido viva la fe en su familia y en sus amigos.
La caminata de 80 kilómetros es un desafío físico considerable. Mayra destaca que los peregrinos con mejor condición física, los que “hacen ejercicio y suben la montaña”, completan el recorrido en unas diez horas, mientras que los demás se toman entre catorce y dieciséis horas, para llegar al santuario a la mañana siguiente. El itinerario incluye tres paradas estratégicas para descansar y reponer fuerzas antes de continuar el viaje.
El grupo tiene como estrategia iniciar el recorrido al caer la tarde para lidiar con la inclemencia de los rayos solares. “Caminamos de noche para evitar el sol. Con que nos dé dos horas de sol, nos desgastamos mucho y es más difícil llegar”, explica Mayra y añade que la preparación es clave: Ropa cómoda, alimentos ligeros, dos mudas de ropa y una licra para protegerse del frío del páramo.
La fe: Motor del camino

A pesar de los retos, la fe del grupo de Mayra es inquebrantable. “Lo más difícil es la última parte, cuando llegamos a El Cobre, municipio José María Vargas, y de allí al santuario. Es fuerte, pero siempre lo logramos”, relató y enfatizó que la solidaridad entre los miembros del grupo es fundamental. Se ayudan mutuamente, compartiendo frutas y café para mantenerse despiertos y con energía.
Para ellos, la fe es el motor que los impulsa: “Yo no entreno, no voy al gimnasio. Simplemente inicio el viaje con la bendición de Dios. Es Él quien nos lleva. Pensamos en Él y en el camino le pedimos que nos ayude a lograr nuestro objetivo”.
La recompensa, al final del camino, es llegar al altar de la imagen del Santo Cristo.
El apoyo del camino y preparativos
La peregrinación no es un camino solitario. A lo largo de la ruta, la gente se congrega en las casas, a los lados de la carretera, para ofrecer agua, frutas, refrescos, e incluso hervido y otras comidas a los peregrinos. “Todo el mundo tiene su banderita del Santo Cristo afuera de sus casas. Es muy bonito, la gente nos da mucho ánimo”, afirmó muy animada.
Con respecto a la organización del grupo, Mayra señaló que llevan tres vehículos para apoyar a quienes no puedan continuar la caminata, así como un botiquín de primeros auxilios y relajantes musculares. “Antes de salir nos preparamos de alguna manera”, nos dice, resaltando que “siempre nos cuidamos”.
Sobre la elección de ir el viernes, 1° de agosto, explicó que “el fin de semana nos ayuda a todos a ir juntos, ya que algunos trabajan entre semana”. Además, de esa forma evitan la aglomeración del día central, el 6 de agosto, cuando la cantidad de gente dificulta el tránsito. La fecha de su peregrinación es la que les permite mantener su tradición intacta.
El grupo de Mayra es una muestra de que la fe y la esperanza mueven montañas; o en este caso, nos dan el ánimo para caminar 80 kilómetros con el fin de venerar al Santo Cristo de La Grita, patrono del municipio Jáuregui y del estado Táchira. (BM)