Regional
Dos meses de desastres y tristezas en el barrio Eleazar López Contreras
miércoles 20 agosto, 2025
El hundimiento del barrio obligó la evacuación de sus habitantes, algunos de los cuales prefirieron irse a vivir a otros lugares, mientras alrededor de 16 familias –unas 50 personas- se quedaron a vivir muy cerca en casas que improvisaron y otros se resguardan en campamentos de Protección Civil
Freddy Omar Durán
A dos meses de sus catastróficas consecuencias, la devastación ocasionada por el desbordamiento del río Torbes no ha parado en el barrio Eleazar López Contreras, y uno de sus más recientes eventos ha sido la caída de un puente peatonal, el 29 de julio, que durante más de treinta años conectó la comunidad con la Troncal 5.
La pasarela colgante, la cual, así como el asentamiento urbano lo hizo, aguantó todas las ocasiones en que el caudal aledaño se rebeló, con la diferencia de que ahora las secuelas sí conllevaron la casi absoluta pérdida de cuanta infraestructura civil allí se construyó.
La caída del puente trajo un daño colateral que recayó en la persona del señor Carlos Alberto Quesada, y su familia, quien creyó estar lo suficientemente alejado del río para ser afectado, y nunca pensó que su propiedad donde habita y tiene su taller mecánico iba a recibir todo el peso de las guayas.
—Estaba cocinando, como a las nueve de la noche, y me di cuenta que el rio estaba escarbando y escarbando, cuando escuché un ruido y la base se dobló. La guaya acabó mi taller y la sala, solo me quedaron dos cuartos y el baño. Estoy esperando que se levanten las guayas para ver qué se hace— afirmó desconsolado el señor Quesada.
El hundimiento del barrio obligó la evacuación de sus habitantes, algunos de los cuales prefirieron irse a vivir a otros lugares, mientras alrededor de 16 familias –unas 50 personas- se quedaron a vivir muy cerca en casas que improvisaron con los las láminas de los techos que alguna vez fueron parte de su vivienda. Otros se resguardan en campamentos de Protección Civil.

Pese a que poco se mantuvo en pie y los accesos se borraron del mapa, con la única opción de atravesar el rio y escalar el derrumbe, cuatro familias hasta el pasado fin de semana se negaban a abandonar sus casas, sin tener otra alternativa.
Por supuesto, los que se vieron obligados a la mudanza han regresado ocasionalmente para recuperar algunas pertenencias, labor facilitada por el ya inexistente puente peatonal. Para moverse de una orilla a otra se tuvo que improvisar un sistema de garruchas.
Las lluvias posteriores a las ocurridas en junio no solo removieron aún más lo que eran escombros sino también alcanzó a una capillita que fue levantada en recuerdo de un doble asesinato que en la comunidad aconteció.
Bajo resguardo de la policía comunal se mantiene el improvisado arrabal, cuyos vecinos siguen soportando las incomodidades de los ranchos, con la esperanza de su estadía sea provisional y sean reubicados en lo inmediato. Esa presencia de entes de seguridad, para ante todo acciones de tipo preventivo, se hizo necesaria, ya que a las pocas horas de ocurrida la emergencia en el barrio Eleazar López Contreras, algunos delincuentes quisieron hacer su agosto.
Según reportaron los organismos de seguridad y la misma comunidad, la actuación de la Alcaldía de San Cristóbal, Protección Civil y los Bomberos de San Cristóbal ha sido constante.

Gonzalo Eugenio siempre está de regreso a su vivienda para por su propia cuenta ir sacando una cosa u otra, que bastante le costó adquirir, y que le cuesta sumar a la resignación de haber sido desalojado de un sitio en el que por 38 años se sentía seguro, en cercanía de sus tres hijos ya reubicados.
Montado en la garrucha hace posible su cansona mudanza a cuenta gotas, en la que todo tiene valor. Él entra en el grupo de personas de la tercera edad, de alrededor de 8, que en el otoño de sus vidas han tenido que pasar por este sufrimiento.