Opinión
Mi libro de teatro
miércoles 20 agosto, 2025
Néstor Melani-Orozco *
Anoche entre el clamor de la lluvia, Carmen Vittoria me preguntó: “Con quién hablaba; si desde mis voces, parecieran convertirse en Vitoria miles de palabras”.
Había de instantes un lienzo y sobre la tela los sonidos de las palabras”. Como “Versos para Leer en el Teatro” mi primer cuaderno. Cuando mueren por un instante las voces. Que tanta muerte dan a la vida, cuando descubrimos lo que somos, despojados de los trajes: despertando en otros destinos, o arrancando los sentidos, como extraños celestes caídos, cuando se quiebran los espejos al soplo de un mar desconocido: nos hace revivir y de los odres tendremos sed de un desierto en el jardín para brotar torrentes de los inviernos y junto al silencio volver a las palabras”.
Me había leído los cuentos de Borges entre los albores que invitaban a pintar, me llené de personajes desde el fusil llevado por Cristo en una Pintura de Macario Sandoval hasta de revivir al General de los páramos: Juan Pablo Peñaloza, mientras pude recordar los relatos de mi abuelo Dionisio desde la edad de los vascos o del mulato indio con traje de una balleta y alpargatas de fique blanco.
Entonces detrás de los imaginarios benditos y malditos por las huellas del camino apareció la primera necesidad de escribir para el teatro, ya me había enfrentado a los murales gigantes donde describía escenarios de mis otros actos teatrales. Y de muchacho le enviaba mis primeros intentos en diálogos a Hugo Baptista desde “La Mujer de las Manos Cortadas” de mi padrino y poeta: Teodoro Gutiérrez Calderón. De las lecciones de castellano de Pedro Salas y de poder escuchar a José Gaudencio Zambrano con los delicados aromas de un verso, junto a los sabores de Hugo Colmenares enseñándome las verdades de escribir detrás de los lienzos. Y de caminar en “Temple de Madrugada” de Gallardo Vega, donde podía dibujar aleluyas con su hija Ximena.
Muchos años cruzaron los sueños. Muchos; desde las hojas con el color de las albas… Un día nacía la idea de la gestión del Telira, a quien bautice con el nombre de nuestro “Ricardo Acosta” acompañando el traje de la muerte de mi padre: Pepe Melani. Y me vi obligado a homenajear al actor y dramaturgo revestido de multitudes con el ánima de los fantasmas. Y la eterna presencia de mi adorada Ciudad de La Grita… Y desde Nelson Duque pude contemplar al mejor actor de “Bolívar” caminando vivo por mi pueblo.
Entonces una noche de 1988 entre mis fantasmas apareció recaudar mis sueños del teatro con el recuerdo del sonido de la máquina de escribir alemana “Ubderwoo” escribiendo más adentro de los parlamentos y más en lo humano de “Un Libertador hecho Pueblo en 1813” naciendo de credos desde “Los siete pecados Capitales” en ejercicios teatrales del Liceo Civil donde Guillermo Farías iniciaba los sentidos del alma. Y el mundo de hojas y apuntes para mi “Militante Rojo” en el teatro buscando saber de Ionesco y creer en el arte ruso de Constantino Stanilasky para vivir los hechos entre las cortinas negras y la simiente de llegar hasta “Mamatoco” como el Padre Nuestro del Maya Miguel Ángel Asturias o envidiado color de Nelly Garzón Montañez por los verdes y blancos profesores del instituto Militar queriendo borrar las manifestaciones. Nacía “Los hijos de la Viuda” y crecía el secreto de hablar con Sucre en “Rl Quinto Mandamiento”. Más de concederme Isabel Palacios presentarme a José Ignacio Cabrujas y describir formas con Oswaldo Trejo… cuando nuestro Sabio Abraham hacía de Guía en la Sala de los Cubistas del Museo de Bellas Artes de Caracas. Fue escuchar de Morelani la eterna fuente de Aníbal Dennis y de lo más poético en Orlando Cárdenas. Fue de verme en “La Mujer de Cera” en la castidad de “Los Comuneros” y de caminar con el teatro por las calles de Caracas con el traje de un Libertador saliendo en la otra esperanza. Donde Carlota, Baptista se hizo siglos; bajo las direcciones de Óscar Duque. Abriéndose los valores de esta gestación nuestra.
Vinieron tantas obras. Vino la lealtad y los desagradecidos se vistieron de harapos. Vino el temblor de los sueños y en el “Sonido de las Campanas” donde Trujillo lloró a los misterios entre un pueblo qué nunca supo del prelado con el apellido de Jáuregui.
Ayer sin pena ni glorias llegué a la obra de teatro número ciento noventa y nueve. Hablé de un Dios dibujado en las piedras y de tantos milenios vi las palabras por el agujero de las claraboyas. Mientras Danilo Chacón se llevó la medalla de mis escenografías. Me fui escribiendo las noches de los escenarios donde un poeta se vistió de mundos y el teatro convertido en aromas de los testamentos. Entonces vi el teatro Religioso de Ramona Mansilla con la Cruz de Pérez Script. Muy de amor a la gracia de una copa de vino junto a los claros de la luna y las lágrimas de Margarita vestida de la Magdalena cruzando la Sagrada Logia de los Gnósticos. … Me pareció escuchar las campanas de Loira, perdidas del viejo Seminario Eudista, con los secretos de las joviales manos aferradas a las eternidades… mientras el teatro se adentraba en mis memorias…
*Artista Nacional. *Maestro Honorario. *Doctor en Arte. *Cronista de La Grita.