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Inicio/Opinión/Las elecciones de don Ularico

Opinión
Las elecciones de don Ularico

miércoles 17 septiembre, 2025

Néstor Melani Orozco

Gritense con las edades místicas y el credo de los Ángeles del único crucifijo más viejo de la nación. Con las métricas del laudo de los años y el infinito del obrero y maestro en la dignidad de un Padre Nuestro. Un día en su taller logré presenciar las armonías y entre hierros y láminas de cobre, compases, escuadras y reglas, desde un péndulo al alba; pude imaginarme estar en el taller casi de los sueños de un Leonardo Da Vinci. Desde el sabio maestro a las fuentes diseñadas para las aguas.

Lo recordé anoche entre las imágenes de sus lecciones ante el libro de J. M. Bruño y mis tías: las Orozco del Andrade meditando las reminiscencias, donde aún se podía sentir el canto de la Virgen del Seminario Francés de La Grita con los significados hermosos de las estrellas… Me habló Don Ularico Duque con la dignidad, su verdad decía del alma los encantos de aquella ciudad del Espíritu Santo de La Grita. Donde vio los pasos de los paraderos, como del alarife, en el canto campesino de saber de los sentidos de una virgen de la orden hispana y de guardar una lágrima al recordarse de los testimonios de aquellos años de la dictadura del General de Michelena. De las letras de los maestros y del sonido armonioso de los árboles. De la muerte de Constantino por el policía de la Seguridad Nacional, entre las acusaciones de aquel cojo dando informaciones en su libreta con el nombre de César de los de Queniquea.

Me lo dijo Don Ularico muy desde su taller de canales y su fuerza de hombre inmensamente humano. Habló del milagro del crucifijo de Tadea donde un marinero lo invocó en una tormenta y viajando de pueblos buscando a aquel Cristo de la gracia de Dios, arribó a La Grita de 1930 y al estar en la capilla, al verle dijo: “Este es, el quién nos salvó de la tormenta de aquella noche en el Pacífico”… Lo describió el sabio agrimensor de haberlo escuchado del padre Edmundo Vivas. Y en su ejercicio de fabricante de canales para los aleros de las casas del pueblo haber revivido las presencias más hermosas. 

Habló de la cofradía de las ánimas y de las canciones rancheras de Félix García, llamado “Chumacera” entre las imágenes de la heredad de las guitarras y en el saxofón del virtuoso Ramón Molina. De la Orquesta de Gregorio Zambrano, con el Stradivarius del padre Cabaret y del himno verdadero del Municipio compuesto en 1913 por Ramón E. Vargas. Lo sabía con magistral experiencia de un cronista, dueño de tantas historias desde “La Compañía de Alumbrado y Fuerza eléctrica” hasta las romerías a la ermita de La Espinosa con la novela “Lucía” y de ser testigo de los pasos de la Ciudad dueña de la niebla. Sabía el maestro las historias de La Ciudad y fue presencial de los cambios políticos y culturales de sus tiempos como un calendario de amores hermosos y hasta de gracia de la médica Jovita curandera del benemérito General Gómez entre los delirios de las noches de rezos detrás de la capilla vieja del llano de la Santa Cruz. Lo dijo desde su amor por la ciudad de las tres campanas del Seminario Eudista francés y juntando sus soldaduras de plomo para unir las verticales de sus gárgolas, donde sonrió siempre con el alma de un ser bueno y describiendo las letras del maestro Fidel Orozco del preceptor desde las virtudes del botánico y del amigo de Luis Beltrán Prieto Figueroa. Volvió con su sombrero del domingo y recordó el Pan de las Ramírez Murillo en la casa grande donde existieron los manzanos más antiguos. Lugar cercano a la librería de letras de Ángel María Duque. Dijo de saberes y de recuerdos del Padre Melecio “Loco” y del Púlpito del Convento, con las formas barrocas y de ser una reliquia qué tenía la ciudad con las eternidades más viejas. Con las hermanas dominicas de la Calle del Hospital y de Pepe Melani pintando los ángeles de la iglesia de los franciscanos donde el reverendo José Teodosio Sandoval mandaba a colocar un ojo de Dios dentro de un triángulo. Del sabio escribano Antonio Pulido. Y de las fiestas con romerías de bandas y toreros.

Fue don Ularico Duque el gran amigo y el único de la bandera de la democracia de ser celador del Ministerio de las Obras Públicas y quien guardaba en sus memorias el libro” Mantilla” de la maestra Carmen León de Sánchez Rojas. Junto a su condiscípulo Fruto Vivas. Mientras en el sentido de la esperanza se vistió de su generosidad y de su esencia con la virtud de ser hijo sagrado de la ciudad con el encanto de las montañas. Un día volví a ver a Miguel, su hijo, y mi compañero de estudios en la escuela del Corazón de Jesús. Donde hacía 100 años, Monseñor Jáuregui hizo un Colegio Seminario. Existiendo en su verdad y Jesús Duque Patiño su otro hijo, describiendo y fundando “El Coro de voces de La Grita”. Donde de una maravillosa coral describió las oratorias de “La Atenas del Táchira”.

Más en don Ularico desde su esposa consagrada a la fe. A la virtud del amor, a la Sagrada Familia. Desde los hijos, las hijas, ofrendando siempre todas las eternidades. En el sentimiento que conceden los recuerdos. Don Ularico Duque siempre en lo más eterno. Para que perdure su virtud con el corazón y los sueños. Y La Grita como semilla de ciudad primogénita de la historia patria desde su bandera comunera al grito de Bolívar, de las huellas del himno de Cipriano Castro al testimonio de este Cristo consagrado a ser el Patrono verdadero de Venezuela desde la fe de este viejo, señor de tantas evocaciones de nuestra comarca con el canto sagrado de los verdaderos Andinos… Para que la eternidad sea un camino de las inmensas montañas. Y sobre sus recuerdos siempre este presente su eternidad…

*Artista Nacional. *Maestro Honorario. *Doctor en Arte. *Cronista de La Grita.

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