Opinión
El miche tachirense
miércoles 24 septiembre, 2025
Néstor Melani-Orozco
Entre garrafas y barriles, las noches del frío y las confecciones del reverendo padre de la iglesia con el triángulo guardando un ojo de Dios adentro. La Palabra vino del arbóreo o de relletas o peleas campesinas donde el guitarro alborotó la fiesta y de lo ancestral y originario se hicieron de las bebidas para bautizarlas en los aposentos como el “Tomar Miche” lo narró Luis Arturo Domínguez en su libro del “Velorio de los Angelitos” casi del pecado original al volver gigantesco de los picos tachirenses desafiando los torrentes del viento. Desde el páramo de La Laja de Capacho adentro hasta La Alquitrana de Rubio con café caliente. Toros bravíos en un ruedo de Táriba y hojas de limón con agua bendita en Borotá para sentir los cantares de los mineros en los azules ecos de Lobatera.
Era como un ingenio de metales y cobres donde destilaba el goteo de la caña y de la miel de las panelas para ejercer el aguardiente con la savia del sabor eterno qué de las fuentes de agua de Cariquena, del Aguadías o de los cerros como una dichosa y bendita bebida nacía por fin el “Sagrado Miche” lo describió en su cuaderno de la “Sabiduría Popular” Raúl Salcedo, a quien de testimonios, muchos se hicieron dueños de sus legados y lo borraron creyéndosen dueños de aquella identidad, desde sus notas plagiadas por Castillo Lara en los tomos donde se escondieron las verdaderas actas. Hasta de aprovechadores queriendo hacerse dueños de sus “Revistas Humogrìas”. Así lo contó Juan de Babuquena detrás de las oralidades y de los ancestros de la esencia de los alambiques. Donde vivieron los misterios del “Miche” entre el olor al hinojo y las esencias benditas de las montañas de llevárselo en las fuentes de la bebida consagrada a los sentidos de elevarse en las almas con el agua bendita de los secretos que fueron persecuciones y del brindis al erotivo licor vendido en las ciudades.
Con las minas en San Bartolomé de El Cobre y del manto de los orines en la otra angostura de paños benditos y ceremonias del tiempo. En tiempos pasados, los años del resguardo perseguían a los fabricantes del licor blanco, el transparente misterio de los páramos, casi esencia de las fuentes del Rio Negro de Pregonero, de decirlo Gaspar Belandria vestido de rey mago en el aromático y mágico sabor de Santo Domingo desde el cristal de las piedras para bajar con alegrías y el ditamo real a Seboruco. Desde las cimas del viento para no ser descubiertos y bajarlo en alforjas de oro oculto hasta una venta qué fue clandestina en los pueblos; desde Queniquea hasta la Florida. Y de La Grita comuna del Espiritu Santo más dueña que los albores de un reloj muy viejo. Más del sabor de las abejas.
Saber de cómo tantos esperaron un regalo de una preciosa botella con el agua de los monumentos, para sentir las verdades con la misma tinta de un botiquín junto a alguna rokola para escuchar las “Flores Negras”. Cuántas noches brindaron los soldados libertadores del divino licor con maíz o de ajenjos perpetuos convertidos en promesas para llegar a los horizontes y bajar en sus gritos el sudor de las ruanas azules y rojas. Desde la luna de una serenata, al concierto de músicos invitando del maguey la oratoria de vivir en lo habitado de algún poeta brindando los sonetos ante una copa de barro. Para soñar y llorar las pertenencias que concedió el sabroso néctar de las mieles eternas. Fue un día después de casi tres siglos cuando por decreto del Gobierno nacional en el 2005 se declaró la mágica bebida como fuente artesanal y de labor humana hortelana y con la sabiduría de los siglos. De saber detrás del “Miche” como lenguaje originario en las estampas de un mundo nuevo para que sea una industria como lo es el Tequila de México o el agua del Antioquia colombiano. Más destilado en los sabores de Escocia, con mantos y botellas más allá de la Lumbarda o del clamor de alentar los inviernos. Del viejo San Juan de Colón y San Pedro del Río con dulces de los Granados y la elegancia de un Casanova maestro.
Lo dijo del “Miche Callejonero” el boticario Vicente Mora en 1949 en el estanco de la calle Negro Primero de aquella Grita Primogénita o del clamor de la médica Jovita enviando pócimas para calmar las locuras y las ansiedades al benemérito general de La Mulera. Mientras Luis, Ángel Guerrero, chófer de la “Línea Copetran” desfiló sabores y el dichoso alambique se guardó en la coroteca del pueblo cristiano del museo del profesor Luis Mora. Y de encantos la Banda Municipal enalteció las existencias con pequeñas copas en una bandeja con el saxofón de Juan Moreno y los pentagramas del maestro Galán.
Desde las hermosas narraciones del médico Hugo Murzi, más abajo de los cerros entre las semillas de la alfarería de Peribeca. Fue el”Miche” de Michelena del que brindaba el General Marcos Evangelista y con su investidura pudo bailar con la primera Miss Mundo venezolana. Dicho en una retreta por Don Amable Sánchez, con su banda de conciertos; muestras de los secretos en los campos florecieron siempre las flores del hinojo y la existencia tener lugares para invocar alguna canción andina y eterna. Y en cada recuerdo Pepe Melani hizo alabanzas a las horas de lienzos y copas de ensueños junto a su guitarra y las pertenencias de “La Jazz Band”, de decir que nuestro aguardiente era más purificante que el mismo Cocuy o del aroma mexicano. Una noche en Caracas le ofrendamos “Miches” a Don Juan Acha, y el crítico de arte latinoamericano degustó describiendo de la pureza destilada de los Andes tachirenses era mejor que las bebidas peruanas. Como fuentes de la sabiduría popular y de lágrimas descubrir por fin algún día las gotas bajando del cielo…
*Artista Nacional. *Maestro Honorario. *Doctor en Arte. *Cronista del Municipio Jáuregui.