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Inicio/Opinión/El calendario Humogría

Opinión
El calendario Humogría

miércoles 29 octubre, 2025

Néstor Melani-Orozco

Una noche de encuentros sagrados con el filósofo José Pascual Mora nos desciframos las eternidades de nuestra etnia asentada en el valle de los dos ríos con el nombre de “La Cultura Humogría” y de saberes comprender más allá de los ecos remotos en el inmenso destilar de un canto desde la quena al sonido de amor de los originarios.

Lo describí en mis bocetos y lo pinté muy del sentimiento para enarbolar el sagrario de las piedras. Esa noche le anuncié al eterno alumno de García Bacca cuando asumiría la presidencia de la Sociedad Bolivariana del Táchira y la dirección de la Academia de la Historia en San Cristóbal. Hablamos, meditamos y apreciamos los años perdidos por los viejos dirigentes dejando morir hasta el secreto de los muros y el aroma de las presencias de aquel pueblo que fue de calles de piedra y de aleros sonoros. Con las desaparecidas siete puertas. Fue divisar los hilos de plata surcando los valles para irse en sus sales hasta el Coquivacoa, como del sueño: un despertar santificado.

Dibujaba las ideas de nuestros indios Humogrías para el libro tesis de Fanny Zulay Rojas. Mientras cada sábado bajaba a La Fría a colaborar con el profesor Homero Parra, quien describía los textos de la antropóloga y yo le dictaba cada frase del tiempo. Y el padre del semanario “El Riel” componía e imprimía las cuatrocientas páginas. Hechos qué nos llevaron a leer y a releer aquel manifiesto de un Grito consagrado en nuestros verdaderos aborígenes. Y no de los llamados “indios” en las equivocaciones nombradas de España muy vieja.
Por fin logré la portada desde el hombre Humogrías con los testigos de tres orígenes y un lienzo curtido de sueños, como el vuelo gigantesco del cóndor. Y las alforjas de barro con la miel de la tierra. Y Guatavita perdida en las brumosas nieblas.
Más en la Editorial Torbes me realizaron los impresos de las portadas del libro más eterno de un testimonio descrito en cada sentido del gran valle de los hacedores de los gritos en nombre de la libertad. De la mujer origen del Nanjar y de los petroglifos narrando las eternidades de los seres sobrenaturales dormidos en el temple de las otras verdades. Fue pensar en «Amiliavaca» con las corazas de los caracoles y del trueno: la lluvia. Fue de verme en «El Archivo Humogría” donde se quedaron los mensajes a los dioses y la estrella del sur iluminó a Karikena, la diosa venida de las aguas desde el silbato del viento y el aroma de los caminantes heredando las pertenencias. Entre los grabados rupestres sobre las piedras de libros infinitos, estando por fin, el archivo con sus lineamientos y las memorias desde el trono del hombre originario a la mujer pariendo en el misterio de los grabados inmensos, entre el rumor de Seboruco como si del remoto tiempo existieron nuestros antepasados que vivieron las edades y se curtieron de ser hacedores de una geometría consagrada a los puntos exactos de las dimensiones celestes. Como de Guanía, entre Umuquena y Quenique. Lo vi en años después, cuando pintaba el gigante mural del “Salón del pueblo” en la ciudad Emérita, lo leí en una nota de Pedro de Simón en el calendario de Mérida, desde las “Páginas Sueltas” de Tulio Febres Cordero y sobre las hojas amarillentas de Julio Villamizar. En los secretos de la biblioteca de Augusto Ramírez en Pamplona y el Archivo guardado del Salón de Lectura de La ciudad del Villaquiran.
Fue saber cómo celebraron los nativos del Babu la destrucción de la ciudadela invasora de las montañas fundada por un legionario del virreinato en la tierra de “La Serpiente Emplumada” quien ahora dicen de ser “El Pulpito”, desde un hombre de las armaduras buscando ambicioso “El Dorado” y destilando las aguas en una mujer criolla quién fue mutilada en sus brazos por un soldado en las barbaries. Por eso “El Archivo Humogría” posee la sal y del barro: en la greda y los tintes del añil. Único como los ojos perdidos en las crestas de los montes donde se transforman las hojas de salvia y el frailejón es la coronación más inmensa. Describió Fidel Orozco de los cimientos, como se sintieron entre las losas milenarias donde una realidad habló en la presencia del guerrero como de sus rituales y su devoción antigua para encontrar sus verdades entre el nombrado “indio” al de la esencia de los valles y picos unidos muy lejos con viajeros araguatos y del Cuica, en la otra existencia de una etnia en la necesidad cultural de su rescate. Entre la hermandad del Cariongo gritando en los templos y cuevas de la perennidad del color. Como del esplendor del relámpago en noches de sigilos y gotas de las vidas. Desde dibujos asombrosos en danzas al sol y cantos milenarios. Lo hizo de amor Reina Durán y en “Historia Viva” Carlos Moncada descifró con el clamor de los siglos desde su honestidad. Desde “El Niño Azul” de Macario Sandoval y de las interesantes Revistas de Raúl Salcedo. En lo gestado con mucho valor de Anderson Jaimes.
De allí las casas de Babuquena en el triángulo esotérico de Piedra Grande al punto exacto de los glaciales, al hecho asombroso de las perpetuidades, donde se quedaron los misterios del tiempo cobijado de mantas y ventanas al aura de un ceremonial estadio de valores. Materias y símbolos entre vasijas, hachas e instrumentos. De los desde el grito de liberación hasta el Menorica ensayando los acuerdos del tiempo en el horizonte de los verdaderos dioses y del sentido de algún día tener un mundo de apreciaciones de nuestros padres originarios aún por despertar del olvido que le causaron los qué se apoderaron de nuestras raíces sagradas. Y vinieron a fundar y refundar en nombre de los reyes carcomidos de Aranjuez. Entonces muy de murales se lo narré a Don Juan Acha y el originario peruano mexicano me preguntó por el nombre: “Humogria” entre el dolor y los sacrificios, donde elevaremos algún día un monumento a los mundos verdaderos de una humanidad del ande con la pureza digna de saber qué somos y seremos Humogrías.
Con la forma de Mojotes en la mujer de las lunas y del creyente templario de cal y las arenas. Era este “Grito de América” de los Originarios; de la flor entre los mástiles de la contienda de los dioses convertidos aún en nuestras herencias… En el maíz del Aguadías para perpetuar a los hechiceros.

*Artista Nacional. *Maestro Honorario. *Doctor en Arte. *Miembro Cronista de la Academia de Historia del Táchira. *Miembro Fundador de la Academia del Espíritu Santo de La Grita. *Cronista del Municipio Jáuregui.

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