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Inicio/Opinión/Pasión por la Vida… La ciudad que nos merecemos

Opinión
Pasión por la Vida… La ciudad que nos merecemos

lunes 3 noviembre, 2025

Pasión por la Vida… La ciudad que nos merecemos

Julieta Cantos

Vinculando con nuestro último artículo, podemos afirmar que si algo nos enseñó la pandemia es la necesidad de repensar la ciudad para convertirla en un espacio de todos, cuyo ordenamiento sirva para vivir bien, en el sentido más amplio. Vivir dentro de un ámbito que nos permita abastecernos, para lo cual debemos producir, y tener espacios para el expendio de lo que producimos. Un espacio en donde podemos aprender, socializar, apoyarnos, defendernos, disfrutar; para lo cual requerimos industrias, comercios, mercados, iglesias, parques, plazas, canchas, viviendas, instalaciones de salud… entre muchas otras. Eso se supone son las ciudades. ¿Qué es entonces, lo que se propone diferente? Pues que haya calidad espacial, que sean funcionales y que exista “una condición de igualdad” para y entre tod@s los que la utilizan, o como otro amigo arquitecto lo denomina “la distribución de derechos”, que no es otra cosa que la asunción de derechos y deberes urbanos para tod@s y por tod@s. Que viviendas, escuelas, fábricas, comercios sean ventilados y tengan luz natural. Que estén interconectad@s por patios interiores.

Que la movilidad, es decir, el desplazamiento sea fácil y cercano, ya sea peatonal, en bicicletas y/o en tranvías, minimizando la contaminación, implementando las eco-tecnologías, incorporándolas a nuestras vidas de manera gradual, natural y permanente, rompiendo la dependencia de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón) por energía solar. Que los nuevos proyectos y construcciones sean en base a las necesidades reales de los ciudadanos, combinando producción y consumo, deberes y derechos, de manera racional y eficiente. Fortalecer una ciudad salubre, a través del mejoramiento de los caudales de agua de sus fuentes naturales, la protección de sus quebradas, la reducción, reciclaje y reutilización de los desechos. La implementación de fuentes de agua potable para el consumo de sus habitantes, a lo largo y ancho de toda la ciudad. Que las calles y las aceras, sean más que eso. Que se conviertan en espacios no sólo de tránsito sino de socialización, como alguna vez lo fueron, y le fuimos quitando esa función, pero sin embargo, la inteligencia comunal la defiende y rescata. Ello implica unas texturas, dimensiones y materiales diferentes… Pero al mismo tiempo normados. Hay que voltear a mirarnos de nuevo para rescatar lo bueno y desechar lo malo. Actualmente nuestras aceras están tomadas no solo por comercios pseudoformales, sino también por el quiebre de las mismas de forma arbitraria por el residente y el comerciante, que agreden al peatón… uno de los más importantes integrantes de la ciudad… que además somos todos en algún momento todos. En lugar de ampliar calles, ampliemos aceras.

Las viviendas deben dejar de verse desde una lógica económica para priorizar sobre todo su calidad. Que los proyectos locales dejen de acometer el problema de “ciudades más humanas”, como si solo se tratara de construir receptáculos. Debemos rediseñar las edificaciones y los espacios comunes y la interconexión entre ambos. Estamos en la obligación de revisar las propuestas de Carlos Raúl Villanueva, y tomar lo mejor de él ¡Convirtamos la utopía en realidad!

La re-arborización de nuestras calles, avenidas, parques y plazas para contribuir con la disminución de los efectos del cambio climático, y con la transformación de nuestra forma de vida, que como bien demostró la pandemia… cuando el hombre desaparece, la naturaleza reaparece. Un nuevo proyecto de ciudad, para un nuevo proyecto de vida. Rescatamos espacios públicos para su uso pero eliminamos la cobertura vegetal, tanto de plazas como de islas centrales.

San Cristóbal se caracteriza por los subsectores que la componen y que actúan de manera independiente pero interrelacionada. Es como la red de barrios. “El confinamiento se produce a nivel de la vivienda y se convierte en el lugar en el que vivir, trabajar y descansar”. Algunos como Guallart los llaman microciudades, otros la ciudad comunal o el punto y círculo. Como me escribió acertadamente, en su momento, mi amigo: hay principios que todos compartimos. Es desarrollar edificios ecológicos, que desde dentro puedan mirar hacia fuera, y en los que se incorpore vegetación, y se interrelacionen entre sí, incluidos los sitios de producción, enseñanza y recreación, a escalas humanas con sentido humano. Es asumir la propuesta de crear un consejo de sabios para canalizar el conocimiento de todos participando, por ejemplo, en la revisión de nuestra actual ordenanza, con comisiones por sectores, convirtiéndola en acciones propositivas comunitarias a través de las organizaciones sociales existentes, tales como consejos comunales y otras, logrando la verdadera participación democrática de la que tanto hablamos, así cómo diseñar políticas conjuntas de autoprotección nacional-regional de fronteras, la cual debe incluir abastecimiento, seguridad, y mantenimiento.

Comentarios bienvenidos a: [email protected]

La próxima semana les comentare sobre la experiencia en Mérida y Monte Carmelo con productores y protectores de nuestras semillas.

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