Opinión
En el Día de los Muertos: María de Los Ángeles
miércoles 5 noviembre, 2025
Néstor Melani-Orozco
Desperté sintiendo la voz de aquella mujer entre el alma de un pueblo. Y como una divinidad de los difuntos pude verme en las tenues luces del amanecer, casi regresando los encantos de entender las extremidades de una historia con sal y de arena en los retratos hechos a las hipocresías. Entonces vi de nuevo a María de los Ángeles, “Anima Bendita” mientras se fue en las estelas del silencio.
Quizás sin decirme los años de su juventud, porque aún de recuerdos habitaban las rosas secas en aquel aposento de la casa vecina al cuarto del olvido del tercer hospital y del estacionamiento de los camiones de Froilán García. Y de la guitarra la noche culpando al cantor, aun siendo inocente, mientras el boticario se colocó el añil corbatín y de inciensos; el verdugo del pueblo no quiso rezar, por la muerta, quien su decir era de un pecado, sin saber que en la casa grande habían herido los clamores y el maldito sistema los envolvió de ricos voluptuosos y crueles. Desde comerciantes bañándose de ron hasta banqueros comiéndose los habanos. “Entre tangos y milongas como si Alfredo Le Pera existiera para acompañar a Gardel muriéndose en Medellín”.
Fue aquel sábado de los amaneceres donde María muy joven y hermosa se murió herida de los brutales del whiski, perdida en las ventanas de los gritos donde el silencio se cubrió de la noche. Donde cantaron los gallos. Aún recuerdo esa mañana de niños del sábado en el colegio parroquial quien el profesor del acordeón, el mismo de la música en el patio dijo sentir como una joven mujer allí frente a la escuela de niñas estaba muerta. La Grita entera cruzó el lugar y Anastasio el juez dictó los credos de la otra justicia. Nunca se entendió de los pecadores. Nunca. Donde se perdieron las lágrimas, desde los remedios en el gigante libro del viejo Palmenio hasta el gemir sollozo de la sirena del viejo teatro. Ya la rocola del Bar La Cabaña entonaba a “María Bonita” de Agustín Lara y de imágenes la preciosa mujer se convertía en una leyenda, con su rostro de diva, con su voz humana y su figura que hubiese sido un encanto para fotógrafos y hasta mentores del cine.
Habló el reverendo en la ceremonia del sepelio y todo el pueblo acompañó a la mártir y santa. Casi como una Frida Kahlo mexicana, una Mercedes Entrena gritando por dentro.
Llorando las entidades de un pueblo de cal. Como si de aquella ciudad hubiese nacido la Magdalena con los pétalos rosados de una promesa de amor, con la esencia de los sueños y la inocencia de las niñas venidas de los pobres. De los humillados.
Aún hoy recuerdo desde mi tía Genoveva de las Mercedes de mostrarme un pañuelo blanco con bordes de hilo y de decirme del día que mataron a María de los Ángeles, siendo un 9 de noviembre de 1963. Entre los albores del sonido triste de los sauces del cuarto hospital llorando donde un san Antonio repartía pan y las dominicas cantaban las plegarias.
Fue volver a sentir sus caminos, desde el italiano casándose en la iglesia en construcción con la sagrada niña. Y de las noches tristes como lamentos por la divina mujer vestida de novia como una santa María de los Ángeles. Fue entre mis tiempos recordar al poeta G. A. Bequer, en lo romántico español, como dibujando la pureza de una mujer:
“Taparon su cara con un blanco lienzo y unos sollozando, otros en silencio de la triste noche, todos se salieron. La luz que un vaso ardía en el suelo: véase dibujarse la forma del cuerpo. De la triste niña, tan solo me acuerdo. ¡Dios mío! ¡Dios mío, que solo se quedan los muertos!”.
Con los años la tumba de María Bonita se cubrió de milagros, cartas de amor, esperas sublimes, exámenes de los muchachos de los liceos y la eternidad consagrada a una devoción del pueblo… Han cruzado 62 años y aún las flores están con gotas del invierno…
*Artista Nacional. *Maestro Honorario. *Doctor en Arte. *Cronista de La Grita.
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