Opinión
Pasión por el Táchira… Identidad
lunes 10 noviembre, 2025
Julieta Cantos
Hace 20 años, desde el 2005, se viene celebrando en Monte Carmelo -una localidad rural ubicada cerca de Sanare, en el estado Lara- el Congreso de Semillas. Este Congreso “se refiere a la celebración del Día Nacional de la Semilla Campesina cada 29 de octubre, resultando en una jornada de intercambio de saberes y semillas autóctonas para rescatar la biodiversidad…” Este evento es impulsado por las comunidades y el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIA), congregando a agricultores, estudiantes y movimientos sociales provenientes de todo el país, aun cuando principalmente de Monte Carmelo.
Desde que tuve conocimiento del mismo, siempre quise asistir para observar, aprender, y entender. Finalmente en octubre de este año pude lograrlo. La organización del viaje implicó la participación de 3 personas más, todas productoras, cuyo esfuerzo va enfocado al rescate de las semillas nativas de Venezuela. Uno de ellos viene participando desde hace más de 10 años, lo que facilitó la logística debido a sus relaciones previas con los habitantes de la zona. Pero la tapa del frasco es que justo una semana antes se celebró en Mérida el I Congreso Internacional del Cacao. IV Congreso Venezolano del Cacao y su Industria, por lo que resultó casi obligante acudir. Debo aclarar que no soy productora de cacao, pero la organización del evento que incluía la presencia de pequeños, medianos y grandes productores, así como investigadores y docentes universitarios con ponencias nacionales e internacionales de alto nivel académico y técnico, fue excelente. Se abordaron temas sobre innovación y producción sostenible, mercado y comercialización estratégica y desarrollo de productos, resaltando al cacao venezolano como símbolo de identidad nacional y patrimonio cultural. Adicionalmente la participación de ponentes internacionales, tanto presenciales como online, de: Malasia, Bélgica, España, Holanda, USA, Japón, Guatemala, Ecuador, Costa Rica, Alemania, Brasil, Francia, Argentina, Colombia, Italia, entre otros, para llegar a una misma conclusión: El mejor cacao del mundo es venezolano. Pero lo más interesante es que tanto Ecuador como Colombia, reconocido en el mismo Congreso, compran cacao venezolano, lo procesan y lo certifican como propios. Esto ha permitido entender la importancia de la certificación de origen que ya se está realizando. En este punto se abren dos posibilidades, la necesaria asociación de los propios productores para organizarse y realizar los interminables pero necesarios trámites ante los organismos internacionales para obtener la certificación o dejársela a terceros que “eficientemente” la logran a costos porcentuales realmente altos. Lo cierto es que al igual que en todos los rubros del sector primario –yo diría que en todos los sectores-, se evidenciaron tres determinantes: a) Estructura de costos. b) Calidad final del producto. c) Comercialización tanto interna como externa, para lo cual se requiere la asociatividad… o la tercerización.
La experiencia narrada por una productora desde Malasia, quien precisamente era venezolana, merideña, demostró una vez más la calidad, formación, emprendimiento y resiliencia de nosotros los venezolanos. Empezaron para sus instalaciones con un área de 36 m², manejando actualmente 400 m². Malasia fue uno de los principales países productores de cacao hasta 1990, por lo que empezaron por conocer el cacao de la zona; si bien Malasia es productora y consumidora de cacao, actualmente importa más cacao del que exporta, debido a que su industria está involucrada en el procesamiento de cacao de otros países. Una vez reconocido el mercado, iniciaron importaciones del cacao venezolano, con excelentes resultados, incrementando sus ventas en un 35 %, sobre todo al diferenciar con el diseño de la envoltura, el cacao malayo del nuestro.
La próxima semana continuaremos con nuestro recorrido hacia Monte Carmelo.
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