Opinión
“Parasocial”: cuando el vínculo unívoco se convierte en norma mediática
jueves 27 noviembre, 2025
*Rocío Márquez
El mundo de la comunicación se mueve a un ritmo acelerado. Cada año los lexicógrafos intentan capturar ese movimiento. Y este 2025, el Diccionario de Cambridge ha elegido como palabra del año “parasocial”. El término describe una conexión que una persona siente hacia una figura famosa, personaje ficticio o incluso una inteligencia artificial, con la que no tiene una relación real ni recíproca.
Este vocablo data de 1956, acuñado por “los sociólogos Donald Horton y Richard Wohl, quienes querían describir cómo los televidentes formaban relaciones “parasociales” con las personalidades de la televisión” (Ronald, 2025, 18 de noviembre). Pero ha emergido con fuerza en nuestras narrativas cotidianas, delineando un nuevo tipo de vínculo simbólico entre individuos y figuras públicas, personajes mediáticos e, inclusive, inteligencias artificiales.
Las relaciones parasociales y la cultura rosa
Pero ¿qué tiene que ver “parasocial” con lo que llamamos cultura rosa? Esa cultura entendida como una civilización de la pantalla, del espejo virtual, donde se construye un “otro yo” visible y consumible a través de contenidos de entretenimiento, virales, tendencias y celebridades.
Mucho más de lo que parece. Pues, ambas nociones convergen en tres ejes fundamentales: 1) la lógica del vínculo unívoco; 2) la economía del espectáculo rosa; 3) las implicaciones sociales en tiempos de pantallas e inteligencia artificial.
1. La lógica del vínculo unívoco
Las relaciones parasociales se definen por una característica central: son unidireccionales. El espectador siente que conoce al personaje, a la celebridad o incluso a la IA. Le asigna emociones, lo incluye en su mundo afectivo, aunque no hay reciprocidad posible.
Este patrón se refleja claramente en la cultura rosa, donde millones siguen, comentan y consumen contenidos de personalidades mediáticas como si existiera un vínculo personal. No obstante, lo que hay es una construcción comunicacional diseñada para provocar precisamente esa sensación.
La cultura rosa, como fenómeno de conversación mediática, legitima este tipo de vínculos: nos ofrece una cercanía simulada, un espejismo de intimidad. Es el vínculo sin contacto, la compañía sin diálogo.
2. La economía del espectáculo rosa
Lo parasocial no solo es un fenómeno emocional, también es una oportunidad de mercado. Las figuras públicas, influencers, plataformas y medios de comunicación capitalizan esa conexión aparente con sus audiencias.
La cultura rosa se convierte así en economía de atención: los consumidores “creen” conocer a quienes siguen, mientras los algoritmos mantienen ese lazo emocional, aunque sea unilateral. Se genera tráfico, se venden productos, se crean identidades.
Y esta dinámica refuerza el sistema: cuanto más intensa es la ilusión de cercanía, más potente es la máquina mediática. El término “parasocial” refleja esa ilusión sostenida, y la cultura rosa le da forma y contenido.
3. Implicaciones sociales en la era de la IA
Una dimensión preocupante de esta tendencia aparece con la inclusión de inteligencias artificiales en el paisaje afectivo. Hoy es posible mantener conversaciones cotidianas con una IA que responde con empatía simulada. Las personas comienzan a generar vínculos parasociales no solo con celebridades, sino con tecnologías diseñadas para parecer humanas.
De esta forma, la cultura rosa, en su versión digital, no solo produce entretenimiento, sino relaciones afectivas sin anclaje real. Se multiplica la experiencia de estar acompañado sin estarlo, de sentir conexión sin reciprocidad.
La pregunta entonces es urgente: ¿cómo afecta esto nuestra manera de vincularnos en el mundo real?, ¿qué sucede con la empatía, la comunidad, el sentido de pertenencia? La normalización del vínculo parasocial puede estar debilitando nuestras capacidades de construir relaciones humanas profundas y recíprocas.
Reconstruir la comunicación como vínculo genuino
La palabra “parasocial” captura una verdad incómoda: muchas de nuestras relaciones comunicativas son unilaterales, y hemos aprendido a vivir con ello. La cultura rosa ofrece el escenario perfecto para este tipo de lazos: una cercanía simulada que reemplaza el encuentro real.
Pero también hay una posibilidad: al reconocer esta dinámica, podemos comenzar a preguntarnos cómo recuperar la conversación auténtica, cómo revalorizar la reciprocidad, cómo reconstruir la comunicación como vínculo genuino en una época de relaciones ilusorias.
*Comunicadora social. Doctora en Ciencias Humanas. Profesora de la Escuela de Comunicación Social, Universidad de Los Andes-Táchira.
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